Capítulo 3 Parte I: Planta 3, celda 305.

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Ganímedes era zurda, entre otras muchas cosas, y estaba especialmente orgullosa de ello. Lo consideraba como una clara señal enviada por alguien del más allá para que supiese que su propósito en esta vida era llevar la contraria a toda costa, algo que se cuidaba mucho de hacer.

Le gustaba pensar en sí misma como la discordia personificada. Allí por donde iba sembraba el caos, a veces incluso de manera inconsciente, y cuando eso ocurría se sentía feliz y completa. Era algo tan inherente a ella que nunca sintió la necesidad de negarlo o esconderlo: mientras en su época adolescente los pocos amigos que se habían quedado a su lado hacían todo lo posible por ocultar aquello de ellos que no encajaba en la sociedad, ella aireaba a los cuatro vientos su anarquía.

Creció rodeada de buenas intenciones, salvo las de su madre, de la cual, según le habían dicho en varias ocasiones, había heredado esas ganas de poner todo patas arriba. Ciertamente, era ya incapaz de enumerar la de veces que había escuchado en boca de otros la mala influencia que había sido su madre para ella, y que todo habría sido muy distinto si se hubiesen dejado ayudar por el vecindario, siempre dispuesto a ayudar a los más necesitados. Al final su madre murió y ella acabó sin familia y sin amigos, sola en medio de Eden, una ciudad donde las oportunidades eran como flores creciendo en medio de un vertedero, y aquellos con algo de perspectiva de futuro trataban de quedarse al margen de cualquier conflicto.

A Ganímedes todo eso le sonaba a discurso de viejas. El mundo no cambiaría nunca con mentalidades como aquellas, incapaces de mover un dedo para conseguir una milésima parte de los derecho que tenían los ciudadanos de Virac.

El cambio exigía sacrificios.

—Oye, ¿me estás escuchando? Que pongas aquí tu huella.

—¿Qué huella?

La mujer que se encontraba detrás de la cristalera de seguridad dejó de masticar el chicle cuando su boca se abrió en un gesto de total confusión.

—¿Cómo que qué...? ¿Pues qué huella va a ser?

Ganímedes alzó las manos esposadas entre sí y extendió los diez dedos para moverlos delante de la vigilante de seguridad.

—Tu dirás. Tengo también las de los pie...¡Ay, coño! —gritó de dolor cuando uno de los férreos brazos mecánicos del androide que tenía a su lado cogió su mano derecha y la puso sobre el lector de huellas que había encima de la repisa—. ¡Esta no!

—Pon la huella —insistió la mujer, ahora con una sonrisa de suficiencia en sus labios.

—Pero es que esta no la puedo poner, que es la diestra —rebatió Ganímedes mientras hacía fuerza para evitar que el androide pusiese su dedo índice encima del lector—. Es como cuando te hacen una foto, todo el mundo tiene un perfil... ¡Ay!... Todo el mundo tiene un perfil bueno y uno malo ¡Aaay!

—La verdad que debes de ser un poco corta para tratar de llevar la contraria a un androide —contestó la vigilante mientras observaba la luz roja escanear el dedo de Ganímedes.

—La verdad que no entiendo cómo estamos pagando a gente como tú para que des este servicio de mierda ¡Au! ¡Joder, estate quieto! —volvió a chillar cuando el androide le atestó un golpe seco en el costado—. ¿Desde cuándo ponen a personas en admisiones?

La mujer hizo caso omiso a su pregunta y se limitó a mirar la información que ahora le aparecía en pantalla.

—Ganímedes —dijo a la par que arqueaba las cejas— ¿Te llamas así?

—Tú qué crees.

—Y... eres... ¿mujer? —volvió a preguntar mientras sus ojos recorrían a Ganímedes de arriba abajo.

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⏰ Letzte Aktualisierung: Apr 19, 2022 ⏰

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