capitulo 21

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POV Rose

Me despierto sintiendo unas caricias en mi rostro, abro los ojos pero no veo a nadie—soy yo—dice el Espíritu.

—Menos mal que eres tu—intento ponerme de pie pero algo me detiene—me puso las cadenas—suspiro.

—Ya despertaste—articula chad acercándose a mí—¿con quién hablabas?

—Con una persona—contesto.

—Conmigo no era.

—Usted no lo entendería aunque le explicara.

—Umm, interesante—toca mi cara acariciando mi mejilla y yo volteo el rostro con desagrado—guardas más secretos de lo que uno podría imaginar o solo simplemente estas loca—expresa— quisiera saber, ¿como lograste pasar el guardia?—no le respondo—tal vez el pobre Fred sintió pena por ti.

—¿Por qué lo haría?—le pregunto y hace un chasquido con la lengua sin responder.

—Dado como están las cosas no podrás volver al hospital psiquiátrico porque he decidido tenerte mejor aquí aunque hasta la subasta, podría decir que te encontré de camino a casa y ser un buen samaritano pero...no—manifiesta y yo frunzo el ceño—con respecto a tu desaparición, tu madre estará muy ocupada con tu padre porque, no es secreto que el la golpea y a tu padre no creo que le importe.

—¡Infeliz!—digo molesta.

—Tranquilizate, te llevaré a una subasta para que puedas ser vendida pero no te preocupes, me aseguraré de que sea alguien bien adinerado—me pongo nerviosa al escucharlo—pero, primero tengo que revisar si eres virgen.

Me levanta la bata y yo me remuevo tratando de evitar que me toque pero es imposible con estas cadenas—quieta—baja también mi ropa interior, me abre las piernas y mira en mi zona intima—el himen está intacto, si eres virgen.


Me sube la ropa interior y me siento de lo más avergonzada—te traeré algo de comer—se va y me pregunto donde está la otra chica.

Vuelve Chad enseguida y viene con un plato lleno de arroz con habichuela acompañado con carne de pollo. Me lo pasa—no quiero—le hago saber.

—Tienes que comer Rose, para recuperar energía—me dice el Espíritu.

—Esta bien—cedo—voy a comer.

Intento sentarme y Chad deja el plato de comida sobre mis piernas y se marcha otra vez.

—Solo puedo erguirme un poco, ¿cómo comeré si hasta las manos están encadenadas?—pienso.

Trato de jalar la cadena que está en mi mano para comer pero es muy corta. Muevo el plato con mis pies y lo pongo a un lado para que me llegue a la mano pero no puedo llegar porque no puedo inclinarme mucho—rayos—expreso un poco frustrada.

—Yo te daré de comer así que, ponte lo más derecha posible y abre la boca—articula el Espíritu y le hago caso.

Veo a la cuchara moverse e ir hacía mi boca—oh cielos, esto es muy sobrenatural—me maravillo y sonrío—solo tu harías que yo sonría en esta situación—musito.

El chico invisible que vive en mi casaWhere stories live. Discover now