Una noche en el burdel

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En una de las grandes ciudadelas de Brasil, más específicamente en Feira de Santana, en Bahía, dónde el narcotráfico y homicidios son normales y comúnmente vistas como algo "bueno" , me encontraba vendiendo mejor dicho traficando cómo lo hacía a diario, siguiendo mi recorrido nominado  "camino del diablo" y no por sus tiroteos, jefes, mafias, etc. Si no por las muchas leyendas de ese lugar y ni para que exaltarse por las alucinaciones y creencias de los drogadictos de la zona, hace un par de años muchos empezaron a afirmar ver al diablo por culpa de una nueva droga en el mercado, se llamaba Satinomila, lo se ya que yo la vendía y como buen vendedor se lo que vendía y cuando lo vendía, pero a los consumistas de esa mierda nadie los tomaba en cuenta por obvias razones. Mi vida diaria era sencilla y muy fácil de redactar e incluso ahora que lo pienso podía llegar a ser aburrida y repetitiva, me levantaba temprano, desayunaba y empezaba mi recorrido para al terminar volver a mi hogar y repetirlo al día siguiente. Hasta que un viernes 21 de abril de 2006 lo recuerdo muy bien aburrido de la rutina, decidí ir a uno de los muchos burdeles, puticlubs, prostíbulos, como quieran llamarlos de la cercanía.

Al llegar me deslumbró una fuerte luz morada y un salón lleno de gente, la mayoría hombres entre 20 y 40 años, tratando de pasar entre la gente llegué a un mesa desocupada, un milagro, sediento y aburrido pedí una Caipirinha (mi trago de favorito de en ese entonces) y me atiende una niña de muy buen cuerpo pero lamentablemente para mi mala suerte por el antifaz y la poca luz no lograba divisar su cara, hasta ahí todo bien, todavía no pasa nada interesante, hasta que terminó mi trago y me dispongo a irme, ya estaba harto de la música y los adultos gritando mesera por aquí y mesera por haya, cuando me levanto accidentalmente tropiezo con la  camarera que me atendía provocando un gran desastre derramando todo lo que tenía para servir. Obviamente como buen caballero que soy me agachó para ayudar a limpiar y me doy cuenta que a la camarera le faltaba el antifaz, una gran sorpresa ya que las camareras y trabajadoras tienen estrictamente prohibido quitárselos, rápidamente alzo la mirada y alcanzo a ver una pequeña parte de su cara, ya que sus manos inmediatamente subieron impidiéndome llegar a ver mas, después de un buen tiempo ayudándola a limpiar terminamos y ya había llegado la hora de irme a casa, sin embargo antes de irme avergonzado por lo sucedido titubeando alcanzo a preguntarle una cosa. 

-Como te llamas?. -le pregunte.

-Martina señor, disculpe las molestias y que pase buenas noches.- me responde agachando su cabeza y alejándose del lugar.

Demasiado cortante para ser normal y demasiado como decirlo? triste podría ser la palabra que busco, si estoy seguro que esa es, mayormente estas trabajadoras, funcionarias, empleadas, etc. Son coquetas y/o simpáticas por obvias razones que no son necesarias ni obligatorias de explicar. La voz era de una niña de no mas de 16 o 17 años y esa sonrisa tan inocente, por alguna extraña y confusa razón me cautivó la sonrisa de esta prostituta, o la verdad todavía no lo se, solo era una idea fugaz, sentía que su sonrisa era única y especial pero actuar como si lo fuera también es su trabajo. Todo estos pensamientos y sentimientos extraños no me los lograba sacar de la cabeza, mientras me encaminaba hacia mi casa recordaba esa sonrisa coqueta e inocente al mismo tiempo, esos ojos color miel claro y ese cuerpo de ensueño, al llegar a mi casa me lave la cara para despejar mi mente y procedí a acostarme para descansar por fin.

Dance with meWhere stories live. Discover now