2. Si lees esto, es porque maté a mi compañero de piso

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Holaa! Les aviso que ya está disponible el primer capítulo de la nueva versión, por si quieren ir a leerla, ¡Cuéntenme qué versión les gustó más!

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Holaa! Les aviso que ya está disponible el primer capítulo de la nueva versión, por si quieren ir a leerla, ¡Cuéntenme qué versión les gustó más!

Aún recuerdo la primera vez que vi al imbécil que se hace llamar Will Kushner. Fue hace más de un año, sí, pero lo recuerdo como si fuera ayer.

En ese entonces yo tenía diecisiete años, y los de mi escuela hicieron una fiesta de fin de curso. Estuve la mayor parte de la fiesta con Lisa, mi mejor amiga hasta el día de hoy, pero como ella había ido al baño, aproveché para salir un rato al patio, donde había una piscina.

Creo que ya saben adónde va esta historia.

En el patio, había muchas personas. En serio, muchísimas. Tantas, que tenía que ver por dónde pisaba si no quería caerme a la piscina. En un pequeño tropiezo, choqué con quien más adelante conocería como William el imbécil Kushner, y eso hizo que se cayera a la piscina junto con la chica con la que hablaba.

Cuando ambos salieron de la piscina —mojadisimos—, Kushner y la chica hablaron, ella se enojó con él, no sé exactamente por qué, pero lo hizo. Y como era de esperarse, el imbécil me echó toda la culpa a mí.

—¡¿Pero qué te pasa?! ¡Ahora mi amiga se enojó por tu culpa! ¿Sabes cuánto tiempo llevo queriendo decirle que...? —se interrumpió a sí mismo.

Uuuuuuh.

Parece que Willy está enamorado...

—¿De qué te ríes? —Will me miró con una seriedad muy irónica, sabiendo lo que sé ahora.

—De ti.

Ya me había dado la vuelta, cuando escuché que Will me gritó:

—¡Ya veremos quién ríe después!

No le hice mucho caso.

Minutos más tarde, aprovechando que Lisa estaba hablando con unos amigos, fui a servirme más refresco.

Y para hablar con Olive, que era quien me gustaba en ese entonces, no tiene sentido mentir.

No habíamos hablado más de cuatro veces ese mes, pero a mí me parecía muchísimo. Era increíble, y guapísima. Cabello café oscuro, ojos grandes del mismo color, nariz recta y pequeña, ¡Sus labios! Me moría por besarlos, ¡SU VOZ, CARAJO! Me llamó la atención desde el momento en que escuché su risa. Cuando llegué a la barra, me la encontré casualmente —entre mil setecientas comillas—, decidida a iniciar una conversación con ella.

—Esto...hola, Liv.

—Hola, Heather, ¿te estás divirtiendo? —sonrió, y se le formaron esas arrugas en los ojos que tanto me gustaban.

—No me gustan mucho las fiestas con demasiada gente, pero sí, está padre ir de vez en cuando.

Estaba nerviosísima, pero mejor me tragaba mi orgullo y dignidad —si aún me quedaba— y continuaba hablando con ella.

El chico que me regaló la luna | OLD VERSIONWhere stories live. Discover now