Capítulo 1

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La primera respiración era la más importante. Inhalabas hasta que tus pulmones se expandieran y punzaran, luego sostenías el aire y lo liberabas mientras pronunciabas un hechizo. La voz es lo más importante para un hechicero, sin ella no podrías hacer uso de tu magia. ¿Y qué era de ti sin magia en Evigheden?

Viviana se movía por el césped con sus pies descalzos, rozando la hierba húmeda tras una larga lluvia. Su mirada estaba fija en el gato sentado sobre una gran piedra. Lamía su pata con desinterés, sin saber que estaba siendo víctima de sus prácticas.

—Achroous. —pronunció.

La piel del gato comenzó a cambiar. De repente, el pelaje negro como el carbón se volvió grisáceo y luego, los tonos se desvanecieron hasta que se tornó transparente. "Achroous", un simple hechizo de niños para arrebatarle el color a las cosas, no precisamente diseñado para ser utilizado en seres vivos. El animal descendió de su piedra y emprendió camino hacia el interior de la casa.

Sonrió complacida y buscó con la mirada algo más que pudiera usar como su próximo reto.

Tras ocho años, sus habilidades en la hechicería habían mejorado considerablemente. No podía jactarse ni atribuirse todo el mérito, ya que todavía tenía un largo camino por recorrer antes de alcanzar el nivel que esperaba. En Evigheden, mejor conocido como la tierra sin principio o fin, los grandes hechiceros formaban parte del círculo de las bestias aladas.

No solo tomaban las decisiones, sino que también recibían bendiciones por montar a los poderosos dragones. Decían los rumores que tras pasar doce lunas, aquellos hechiceros visitaban la academia donde ella estudiaba para elegir a los futuros candidatos que ocuparían sus puestos cuando fuera apropiado.

Y ella sería uno de ellos, sin dudarlo.

—¡Viviana!

La voz de su hermana melliza la sacó de su estupor. Ciara apuntaba hacia el suelo, y por unos instantes Viviana no entendía en qué deparaba.

—¿Qué has hecho con el pobre animal? Lo escucho maullar aquí, pero no lo puedo ver. Te he dicho que dejes de molestarlo. —Se agachó para palpar el suelo hasta que dio con el gato.

—Es un hechizo inofensivo, estará bien. No dura demasiado tiempo. ¿Por qué no intentas tú lanzarle uno? Uno que le devuelva a su estado normal más rápido. —Viviana se acercó de brazos cruzados, como si estuviera retándola.

Ciara rodó sus ojos y como pudo, cogió al gato en brazos. La estaba ignorando, otra vez.

—Oye, que no hayas podido pasar el examen de magia no significa que no seas capaz de usar hechizos. —dijo, a punto de entrar a la casa de no ser por Ciara que por poco le cerraba la puerta en la cara.

—¡No entres con tus pies sucios! Lávate en el río primero.

Viviana bufó.

—¿Sabes qué tipo de criaturas hay en el río a estas horas? —Miró el cielo y frunció el ceño—. Está a punto de anochecer y mañana debemos ir a la academia. Dame un trapo mojado y me las apañaré.

—Ni hablar, es tu castigo por molestar a Oliver. —Su melliza ocultó una risilla.

—¡Deja de llamarlo Oliver! —exclamó mientras se daba la vuelta derrotada y buscaba su flecha y arco entre el pasto—. Su nombre es Sombra. —susurró para sí misma.

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Las tierras estaban tan hechizadas como las personas que habitaban en él. Los seres nacidos en la tierra sin principio o fin eran muy distintos a los humanos regulares. Ambos eran mortales, pero la mortalidad era lo de menos en un lugar donde la vida era nimia. Lo que verdaderamente los diferenciaba era que aquellos seres no nacían de otras personas, sino del árbol Zuiveren, la zona más pura de toda la nación.

La promesa entre estrellasWhere stories live. Discover now