CAPITULO|06

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La noche pasa, la oscuridad llega y mi luz se va opacando. Llegó el momento de enfrentar a los demonios ¿O mejor no? 

06|Aunque tu valle sea de muerte y depresión, Dios te guiará.

¡Tienes que entenderlo!


Suaves suspiros elevaban el pecho de Isaac y esté se levantó cuando me incorpore con ganas de retomar la conservación. La cabeza me palpitaba y mis sentidos estaban desorientados. 

Tal vez había sido demasiado.

—Antes de todo —capté su atención y cerró su libreta—, creí que mi vida seria por siempre la mejor de todas. Tenía a mis padres. Era la niña prodigio en la preparatoria, todos en la iglesia confiaban en mí. 

Solté el aire retenido, lo siguiente que diría es difícil de recordar. 

»De un momento a otro perdí a mis padres, perdí la atención a la que estaba acostumbrada. Bajé las calificaciones, me volví perezosa. Lloraba en todos los lugares atrayendo lástima. Al verme rodeada de tanta suciedad, luego de qué... —omito ese tema porque no podría soportarlo. Trago saliva y limpio, una lágrima que rebeldemente se pasea en línea recta por mi mejilla. 

—Puedes seguir, estoy aquí para escucharte y brindarte protección —dijo Isaac, al ver que comenzaba a respirar aceleradamente.

El efecto de las pastillas, comenzaba a afectarme. 

Suspiro pausadamente y continuo. 

—Las ganas de matarme llegaron. Las voces en mi cabeza me incitaban a que lo hiciera. De pronto se volvió un pensamiento angustiante, este me atormentaba, pero nadie estaba para escucharme. Llegó un momento crucial en el que sentía que me  estaba volviendo loca. Así lo sentía, esa sensación de que no tenía a nadie todavía se mantiene en mí. —dije con la voz entrecortada. 

El dolor era palpable.

No podía explicarlo con palabras, tal vez mi mirada pudiera reflejarlo.

La mirada de Isaac me hacía seguir. 

Me hacía querer soltarlo. 

—¿Me crees? —dije con la voz entrecortada.

Mi tía no me creyó. 

—Dime que me crees —rogué. 

Nadie lo hacía. Necesitaba tener un testigo, no podía soportar, seguir creyendo que me había imaginado todo. Yo sabía que el dolor estaba ahí, no podía imaginarlo. 

También sabía que la reacción de lo que había consumido comenzaba a afectarme, pero ahora no parecía tan malo. 

Isaac asintió con la cabeza, como si no pudiera decir nada. Se mantenía en silencio y por primera vez no me incomodaba. 

»Mi única amiga; esa que quería como a una hermana comenzó a sentirse incómoda ante mi presencia —continué como si lo anterior no me estuviera quemando la garganta—, no podíamos vernos todo el tiempo por mi depresión, y tampoco podíamos escribir por mis estados de ánimo, pero aun así; lo intentaba. No todo el tiempo tuve la razón, pero tampoco la culpa. Mi pregunta era: ¿Por qué me cambió?

UN LLAMADO PARA VOLVER A CREER [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora