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Doce largos años pasaron desde que el acuerdo fue firmando.

El imperio agua gobernaba las cuatro naciones casi en su totalidad, aumentando así no solo su poder, si no sus enemigos, que para el Emperador Andreotti, eran solo molestias que tenía bajo la palma de su mano. Todos sabias de lo que era capaz, luego de lo sucedido con la princesa del fuego nadie se atrevía a hacer frente a Carlo, todos le temían y eso le encantaba.

Para sus súbditos el panorama era distinto, ante los ojos de los aquarianos -en especial de los que vivían en la capital- Andreotti era un gran Emperador, la economía y comercio eran su mayor fuerte, siendo los principales exportadores de uvas; había mucha mano de obra, taonis, sehgianos e itzanis terminaban trabajandoles de sirvientes a cambio de una buena paga; la delincuencia era escaza, pero mas que todo por que el precio por ser atrapado era fatal, desde tortura hasta la muerte; y los entretenimientos no faltaban, como carreras de carros o los aclamados gladiadores... Básicamente, si eras aquariano la vida te sonreía.

Pero no todos los aquarianos gozaban de tales beneficios, había una que pasaba sus días tras las puertas del palacio, cuidando su identidad y ocultándose del público, la princesa Leah Andreotti.

Para la adolescente la vida era gris y aburrida, Carlo sabía que tarde o temprano todo lo que había hecho en el pasado se le podría devolver, así que tomó la decisión de resguardar la identidad de su única hija, manteniéndola lejos del alcance de cualquiera que intentara hacerle daño...

-¿Leah?- llamó la joven taoní entrando a la habitación de la susodicha. -¿Estás bien?-

Una vez adentro encontró a la chica tumbada boca abajo en su cama, eran las 08:00am y aun no se había levantado, para cualquier otra adolescente de 16 años seria normal, pero para la heredera al trono de Aquario, su vida se centraba en los estudios y preparación, comenzando su día a día muy temprano por la mañana.

-Leah- Llamó nuevamente Mingyue.

-No- respondió la peliazul sin moverse de su sitio. -No lo estoy, dejame aquí-

La mayor tomó asiento al lado de Leah y acarició su cabello maternalmente.

-Ni siquiera fuiste a desayunar-

-No tengo hambre-

-Leah...- Llamó con suavidad

La adolescente tomó asiento e hizo una mueca de molestia.

-No quiero ver a mis padres Min- Musitó desviando la mirada.

-¿Por qué no?-

Leah negó.

-Quieren que me case con un completo desconocido- Dijo entristecida -Ayer mi madre me dijo que estaba comprometida, desde que nací se decidió- Volteó a ver a su amiga -¿Y crees que lo sabía? No! Ni siquiera tuvieron la delicadeza de decírmelo, 16 años y no les pasó por la mente decirme ese pequeño detalle-

Mingyue se sentía un poco mal por su amiga, con tan solo 16 años ya tenía mucho peso sobre sus hombros, añadiendo eso a lo extremadamente estrictos y poco afectuosos que eran sus padres.

Lee Mingyue era la única persona emocionalmente cercana a Leah, la joven Lee, originaria del Imperio Fuego, había huido con sus padres cuando la guerra empezó, luego de que sus padres murieran fue encontrada por el emperador Carlo quien decidió darle hogar en el palacio a cambio de que esta se convirtiera en la dama de compañía para su pequeña princesa.

-¿Y planeas quedarte aquí encerrada?- preguntó la taoní.

Leah asintió.

-No tengo ganas de verlos- Respondió apoyando su cabeza en el hombro de la otra -No puedo creer que me hayan ocultado algo así de importante por tantos años-

Fuego y AguaWhere stories live. Discover now