7. El encierro

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Era viernes por la mañana. Violeta se encontraba en el sofá de su casa con el ordenador encima de las piernas. Su jefe le había dejado quedarse en casa ese día para que se empezara a organizar la entrevista con Chiara. La periodista ya había asumido que era algo a lo que se iba a tener que enfrentar. Habían pasado dos días desde que su jefe le confirmó la entrevista. Dos días en los que Violeta reflexionó sobre lo que iba a hacer. La pelirroja era consciente de que, en cualquier momento, tendría que hablar con su vecina para contarle la noticia, aunque estaba tratando de alargar el momento.

Violeta suspiró mirando la página en blanco que tenía delante. No sabía por dónde empezar. Era algo que no le pasaba desde hacía mucho tiempo. Se sentía molesta por la situación, pero al mismo tiempo estaba nerviosa, no sabía muy bien el motivo, pero no le salía nada.

En ese momento, Violeta agradeció que Chiara no supiera que estaba en casa, no se oía ni un solo ruido. El silencio era agradable, aunque no estaba ayudando a que Violeta se concentrara más en el trabajo. El sonido del timbre interrumpió el milagroso silencio que había en el ambiente, haciendo que la pelirroja dejara el ordenador encima de la mesa y fuera a abrir la puerta.

-Ya decía yo que estabas muy callada. -dijo Violeta nada más ver a Chiara al otro lado.

-Hola mi vecina favorita del mundo. -dijo la morena con una sonrisa forzada en la cara.- Que alegría verte.

-¿Qué quieres? -preguntó Violeta levantando una ceja.

-¿No puedo simplemente pasar a saludar a mi vecina y conocer su piso? -continuó la menorquina.

-Hombre, teniendo en cuenta que no nos tragamos, pues no. -dijo la pelirroja.

-¿Cómo? ¿Tragarnos? ¿El qué no nos tenemos que tragar?. -preguntó confundida Chiara.

-Quiere decir que no nos llevamos bien. -le respondió la periodista.- Así que no tiene sentido que me vengas a saludar. Repito. ¿Qué quieres?

-Tú sabes que yo todo lo que hago lo hago para divertirnos, ¿no? -mintió Chiara.

-Permíteme dudarlo. -dijo Violeta impasible cruzada de brazos.

-Bueno, pero si a ti te pasara algo tú sabes que yo te ayudaría. -continuó la morena.

-De eso tampoco estoy tan segura. -dijo la pelirroja.- Suéltalo, ¿qué pasa?

-A ver... -dijo la morena colocándose las manos detrás de la espalda y balanceándose sobre sus pies.- No puedo entrar en casa.

-Pues llama al cerrajero a mí que me cuentas. Forzar puertas de momento no se. -dijo Violeta.

-Ya bueno...es que tengo el móvil dentro de casa. -dijo Chiara con una sonrisa.

-Se te ha cerrado la puerta y te has dejado las llaves dentro, ¿verdad? -dijo Violeta riéndose.

-No te rías, seguimos sin ser amigas. -contestó Chiara.- Pero necesito tu ayuda.

-Eso se merecerá un punto extra. -dijo la pelirroja.

-Violeta. -continuó la menorquina.- Que me ayudes no tiene nada que ver. Si voy ganando te aguantas, no serás tan buena como yo.

-Pues nada, pasa buen día. -dijo Violeta empezando a cerrar la puerta.

-Espera. -contestó rápidamente Chiara poniendo la mano sobre la madera de la puerta.- ¿Qué quieres a cambio?

-Ya te lo he dicho. -respondió Violeta volviendo a abrir la puerta.

-Esto no vale un punto. -dijo la menorquina.- Como mucho medio.

Pared con Pared | KiViWhere stories live. Discover now