Después de presenciar la negligencia flagrante de los héroes y lo podrido que está el mundo, Saitama se sumerge en un mundo turbio donde la línea entre el bien y el mal se desdibuja. Desilusionado y desencantado, abraza su papel como antihéroe, luch...
La noche envolvía el mundo de Saitama con un manto de silencio. En la tranquilidad de su pequeño apartamento, Saitama estaba perdido en el mundo de los sueños, un lugar que últimamente parecía más vibrante y emocionante que su monótona realidad.
En su sueño, Saitama se encontraba en medio de una batalla épica. Monstruos subterráneos habían emergido a la superficie, sembrando el caos y la destrucción. Con cada golpe que daba, cada enemigo que derribaba, sentía cómo la adrenalina recorría su cuerpo, revitalizando su espíritu adormecido por el aburrimiento. Estaba a punto de enfrentarse al jefe final, el rey de los subterráneos, cuando de repente...
Su alarma sonó, arrancándolo bruscamente del único desafío que había sentido en mucho tiempo. Irritado y aún anhelando la batalla, Saitama destruyó el reloj de un solo golpe. Pero entonces, algo captó su atención: ruidos provenían del exterior, ruidos sorprendentemente similares a los de su sueño.
La posibilidad de un enfrentamiento real, uno que podría revivir la emoción de su sueño, lo llenó de una anticipación que no había sentido en meses. Sin perder tiempo, se vistió con su traje de combate—no de héroe, insistía, sino de combate—y salió al encuentro de la inesperada amenaza.
Mientras se ajustaba el cinturón de su traje, una sonrisa se dibujaba en su rostro. Quizás, solo quizás, este día traería el desafío que tanto había estado esperando.
El Rey de los Subterráneos se encontraba en medio de su discurso grandilocuente, proclamando su dominio sobre la superficie y su intención de conquistarla. Sin embargo, antes de que pudiera terminar sus palabras, una sombra oscura descendió del cielo y, con un simple movimiento, lo aplastó bajo su pie.
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Saitama, con una expresión de emoción en su rostro, se volvió hacia los subordinados del Rey de los Subterráneos, desafiándolos con una sonrisa.
Saitama: "¡Vamos! ¡Peleen!"
Exclamó, instigándolos a enfrentarse a él.
Pero la muerte de su líder fue suficiente para que los subterráneos se rindieran. Con gestos de sumisión, se retiraron rápidamente por el agujero del que habían emergido, dejando una bandera blanca en señal de rendición.
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