Enamorarte.

CAPITULO 26

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Un grito ahogado resonó en la habitación y una vez más la responsable se cubrió la boca con las manos, salto como una niña pequeña cuando recibe un dulce y nuevamente reposo las manos en el lavabo, para en un momento de lucidez intentar recuperar la cordura y salir sin demostrar emoción alguna.

Reacomodo su cabello en un coleta bastante estilizada, guardo la caja en el cajón debajo del mesón y se lavo las manos antes de salir del baño, con una expresión tan seria que resultaba poco creible; bajo hasta la primera planta en dónde sus hijas y esposo ya la esperaban para salir.

- ¿Que tanto hacías cielo?- Inquiere el Taisho al verla.

- Retocandome el maquillaje- Asegura caminando hacia sus hijas.

El le dedicó una mirada con recelo antes de abrir la puerta y darles espacio para salir, ella tomo a las pequeñas de las manos y las guío hasta el auto, en dónde las ayudo a acomodarse el cinturón de seguridad antes de subir ella, para cuando hizo esto último su esposo ya estaba esperando para poner el marcha en motor, y no pasaron más que algunos segundos cuando al fin lo hizo.

Su destino aquella tarde era una fiesta de cumpleaños de una de las compañeras del jardín de las pequeñas, que recién entraba a los cinco años y sus padres organizaron una reunión para ella. El camino a decir verdad fue bastante corto, ya que la familia de la niña vivía tan solo a unas cuadras, pero habían optado por ir el auto para evitar que las gemelas se cansarán; una vez llegaron a casa de la niñas las hermanas bajaron como de costumbre correo auto, y solo basto que la madre de la cumpleañera abriera la puerta para que después de un vago saludo ambas corrieran hasta su amiga.

- Estás niñas- Comenta la morena en medio d euna risilla.

- Parece que vienen con el desespero incluído- Completa de igual forma y salundnado a la mujer.

- ¿Como están?- Pregunta haciéndose a un lado para que pasen.

- ¿Bien y tu Caroline?- Responde la castaña.

Mientras que su marido solo le dedicó una leve sonrisa, ya que la realidad era que no eran tan conversador como su esposa y aunque conocía a la azabache por las reuniones de padres, jamás había mantenido una conversación con ella, como sabía que su esposa lo hacía.

- Ya sabes cómo es esto Rin... No me he podido sentar en todo el día- Murmura tomando unos vasos que dejaron en la salita del recibidor.

- Me imagino, ven te ayudo- Segura tomando el resto. - Amor, puedes ir con las niñas- Anuncia antes de seguir a mujer.

Cómo lo había estado haciendo, una sonrisa fue lo que le dedicó antes de perderse por el pasillo que daba al jardín, al hacerlo se encontró con todo un mundo diferente, niños corriendo y saltando de aquí para allá y una cantidad absurda de juegos inflables, a lo lejos pudo divisar a sus hijas en uno de tantos, y se freno justo a escasos centímetros del mismo, para tomar las zapatillas de las pequeñas, las cuales habían dejado regadas.

Por otra parte la castaña había comenzado a ayudar a la pobre mujer a recoger la basura en una bolsita de papel que está le había dado, realmente no tardo mucho en ello, y cuando finalmente termino la dejo en el basurero.

- De veras muchas gracias- Insiste la pelinegra.

- No es nada, entre mamás nos ayudamos- Asegura en medio de una risilla.

- Gracias Rin... Ve con tu esposo, en un momento les llevo un refrigerio- Suelta mientras camina hacia la cocina.

Asintió levemente con la cabeza y camino hasta el jardín, en dónde busco desesperadamente a su familia entre el tumulto de gente, y sorprendentemente no se tardó tanto, vio a las niñas en uno de los inflables y luego a su esposo en una de las sillas junto a otros padres; dejo salir una leve risilla al ver los zapatos de sus hijas sobre su regazo, y como daba fugaces miradas a la dirección de las pequeñas para asegurarse de que estaba bien. Camino hasta el y poso una de sus manos en sus hombros, a los segundos el se giro y le dedico una sonrisa, ella por su parte se inclino y dejo un beso en su cabeza.