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Alguien abre la puerta de la cabaña de un golpe y todos elevan su cabeza asustados, se ve por la entrada la luz grisácea de la mañana y tres cuerpos parados.


−El sargento Edward les dará un aviso –uno de los soldados anuncia gritando con un volumen de voz innecesario.

−Edward, Edward, Edward... −susurro mirándolo.


Su nombre da vueltas en mi cabeza, estoy demasiado dormida para pensar pero aun así lo intento. Creo que no he conocido a nadie con ese nombre, pero mis recuerdos dicen que sí, ¿de dónde?


−Buenos días, señores –su voz intimidante nos habla mientras observa el cuarto entero –Tienen cinco minutos para alistarse, al terminar quiero que salgan y se formen en cuatro filas horizontales –él se gira y no me ha visto, aún. Sale por la puerta junto con los otros dos solados que lo acompañaban.


Todo el mundo se pone los zapatos y si es que tienen calcetines también, nadie tiene el lujo de ir a darse un baño y ponerse ropa limpia porque no nos lo han permitido. Al terminar, en fila pasamos por el lavabo que está del lado izquierdo de la puerta y en orden nos lavamos el rostro y enjuagamos nuestras bocas.

Salimos y hacemos lo que ojos verdes, que ahora tiene nombre, el sargento Edward nos ordenó.


−Las mujeres hagan dos filas de este lado –grita con fuerza y veo el humo salir por sus labios. Tiene el cabello lambido hacia atrás y encima su gorra, sus botas negras brillando de limpio y pantaloncillos bien planchados, apenas le veo la corbata y sus estrellas en el saco porque tiene una gabardina cubriéndolo del frío –Y los hombres permanezcan aquí.


Todos nos movemos y obedecemos, nadie lo mira a los ojos excepto yo que lo hago a lo lejos, pero él no me ha mirado, todavía.

El frío me empuja levemente y no siento la nariz, me duelen las piernas cada que el viento me golpea y tiemblo en mi lugar como los otros que también están aquí afuera.


−El soldado Ryan y Dan los llevaran a conocer sus nuevos labores –se dirige a los hombres y espera a que se vayan con los soldados, hecho esto gira sobre su lugar y camina hacia nosotros, solo se escuchan nuestros dientes golpearse unos con otros tratando de soportar el frío –Señoritas –mira a la diez chicas del frente, una por una, detalladamente con esa fría e intimidante mirada –Les toca seguirme a mí, tengo varios puestos para ustedes –aprieta sus labios –Pasen, por favor –nos cede el paso indicándonos por donde debemos ir.


Él se hace a un lado y nos mira pasar a su lado, aprieto mis manos en un puño y dirijo la mirada hacia el frente cuando paso junto a su cuerpo, contengo la respiración para no inhalar su colonia y trato de dar pasos firmes enterrando mis zapatos en el lodo para no temblar. Aun así, no logro ponerme seria porque siento su mirada clavarse en mí, en mi rostro, buscando que lo mire. Esta vez yo no lo hago.

Sus botas caminan y se escucha como golpea con fuerza el piso húmedo, llega hasta el frente y les dice algo a las primeras veinte mujeres, ellas entran a una cabaña. Entonces solo hay tres chicas delante de mí y las de atrás.


−Ustedes, harán otra cosa –nos da la espalda –Síganme –comienza a caminar.


I live for you, Olivia ; harry.Where stories live. Discover now