Epílogo

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Julio de 1945.


Camino por mi Alemania destruida, llena de pedazos de casas por las calles, con ruedas de madera colgando de los postes, un olor desagradable y el sonido de los llantos por todas partes bajo el cielo gris de una segunda guerra mundial terminada.


−Grupo "B" de este lado, por favor –un hombre con un traje blanco y una cruz roja en su sombrero grita en medio de la calle mientras la multitud de personas que estamos aquí lo escuchamos.


Mujeres con vestidos quemados pasan a mi lado, camillas con cuerpos por el frente y trato de buscar a una persona que pueda ayudarme o guiarme a encontrar a mi Edward.

Camino un poco más hacia el norte y otro hombre con un traje verde oliva tiene una lista en sus manos y grita unos nombres, más adelante hay otro hombre igual haciendo lo mismo.


−Disculpe –me acerco a él y levanta su mirada viéndome de pies a cabeza.

−El grupo de americanos está más adelante –vuelve a mirar la lista.

−Soy alemana, busco a un sargento –nuevamente levanta la mirada y me ve a los ojos unos segundos largos para arrugar su frente como última cosa.

− ¿Cuál es el nombre del sargento a quien usted busca?

−Edward –sus ojos se abren con algo de sorpresa y baja la lista de su pecho para quitarse la gorra que tiene en la cabeza.

−Acompáñeme, por favor –susurra y mi corazón latió con tanta fuerza que el pecho me dolió.


Caminamos hacia una cabaña hecha con mantas, él toma la cortina para hacerla hacia un lado, gira a mirarme y veo la manzana en su garganta moverse.


−Él está aquí adentro, señorita.

−Bien –apenas pronuncio.


Cuando entro el olor es tan fuerte que cubro mi nariz con las manos, esta vacía a excepción por el montón de cuerpos que están tendidos en el suelo, mis labios se abren al ver su rostro en la segunda fila, sus hermosos ojos verdes están cerrados, sus labios cerrados de color morado y su piel tan blanca como la nieve que cayó en el año veintisiete.

Las lágrimas caen por mi rostro y mis pies se mueven hasta donde él esta.

Mis rodillas caen al suelo húmedo y tomo su mano, es fría como el mismo hielo y tiesa, ya no encuentro el calor que me protegía del invierno y ya no sostiene mi mano, beso sus nudillos y ya no escucho su voz tranquilizarme. Yo sabía que él moriría en batalla pero no imaginaba el dolor que mi corazón sentiría verlo sin vida frente a mí.


Agosto de 1945.


Los soldados portan sus uniformes y sus sombreros están en sus vientres, las trompetas suenan por todo el terreno y hay un padre dando la bendición a los cuerpos que hoy están descansando en paz en los ataúdes de madera. Cada familia, amigos y sargentos rodea uno de ellos excepto el de Edward, sus padres murieron y solo mamá y yo estamos mirando su rostro a través del cristal que lo protege.

La misa termina y veo como cubren su cuerpo con tierra húmeda, mamá le lanza una rosa casi marchita, yo la guardo hasta el final.


−Él era un buen hombre –mamá me susurra sosteniendo mi mano.


Los hombres terminan de cubrir su cuerpo y ponen la piedra al inicio de su tumba con su nombre y el año de su muerte, él era tan solo un niño obligado a disparar y ahora está muerto. Dejo la rosa sobre su tumba mientras el alma se me escapa entre el dolor que emana mis labios.












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Nota: Gracias por leer cada uno de los capítulos e incluso comentar y votar por esta historia, me siento muy contenta de haber cumplido uno de mis pequeños caprichos que era escribir sobre el amor de dos personas que fue destruido por la estupidez humana, además de que se me ocurrió en mi clase de historia mientras leía la información de soldados muertos y familias abandonadas por ese suceso. En fin, sin hacer esto más largo, gracias nuevamente y espero que les haya gustado eso, porque para eso lo escribo, para el entretenimiento de ustedes y mio. Las quiero mucho, mucho (voy a llorar). xox

I live for you, Olivia ; harry.Where stories live. Discover now