Capítulo 4: Recuerdos.

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El suave deslizar de las faldas, la risa, la música y lo sofisticado del lugar no estaban a juego para nada con la chica del cabello rizado; Kilian se excusó de inmediato y se volteó siguiendo con la mirada la cabellera negra de la chica, después de escurrirse entre la multitud de gente bailando y hablando, y de nuevo excusarse con gente que quería charlar con él al fin llego al pasillo que llevaba directo a la biblioteca, cuando faltaba unos cien metros para llegar a la puerta vio como el pie descalzo de la joven desaparecida tras la puerta. Con esfuerzo aceleró el paso hasta llegar a la biblioteca.
La chica se encontraba de espaldas en un sillón color vino de gamuza, la tez blanca hacía que sobresaliera entre lo oscuro de la sala.
—Pensé que estabas demasiado ocupado como para venir detrás mío —un asomo de sonrisa apareció en su rostro antes de cambiar la página—. Si vienes a reprenderme por estar aquí podrías regresar con tus asuntos importantes —desde que Kilian la había conocido siempre tuvo ese extraño seseo, siempre remarcaba demasiado a ese sacándole una sonrisa a Kilian cada que la escuchaba.
—Tu corsé está muy flojo, vaya asistente tienes —la chica soltó una risa y cerró el libro—. Aledis, tienes que dejar de aparecer así porque sí, la gente no te puede ver así con el cabello revuelto y un vestido que ni siquiera te queda, además descalza, sin medias ni vergüenza —agregó lo último después de ver su cara de ironía.
—Deberías entender que no estoy aquí para darle buena impresión a los demás —hizo rebotar uno de sus rizos—, estoy aquí por ti, y sé que a ti no te interesa la impresión que te dé porque me conoces de más para que eso importe —Kilian le pasó la mano por la mejilla.
—Eso no quiere decir que este bien que estés aquí, debes tener cuidado si alguien llegara a prestarte demasiado atención...
—Kilian —los ojos del antes mencionado adquirieron un matiz distinto después de escuchar a Aledis pronunciar su nombre—, de sobra sabes que la gente no va a prestarme atención, te lo he explicado tantas veces que creo que va a ser necesario incrustartelo en la cabeza para que dejes ya el tema.
Kilian le tendió la mano y ella se levantó del sillón sin aceptar la ayuda, rodeó a él chico observándolo detenidamente; su esmoquin le encajaba perfecto, los remaches plateados el moño azul y todo encajaba a la perfección con él.
—Que bien luces entre tanta tela —quedo de nuevo frente a él, su coronilla queda justo a la altura de la barbilla de Kilian, pasó su mano por la solapa del esmoquin, saco la rosa y se la llevó a la nariz oliendo el suave aroma de la flor, las mejillas de inmediato adquirieron el color rojo de la rosa y Kilian suspiro—. Ya debería ser momento de que te fueras —regreso la flor y parándose en puntas le dio un beso casto en los labios.
Kilian sintió su suave olor a menta y se dejo embriagar en el aroma, la tomo del brazo y volvió a juntar sus labios en un beso que esta vez no fue tan casto, al separarse un instante Kilian la atrajo de nuevo y pasó su mano por el cuello de Aledis, ella se apartó bruscamente al sentir el tacto contra la delicada zona.
—Aledis —retrocedió dos pasos—, ¿qué es esto? —la jalo del brazo acercándola a él. La chica se quedo callada—. Aledis.
La chica cedió, contuvo la respiración y se apartó el largo cabello dejando ver la delgada cadena que portaba su dije, y cerca de donde se empezaba a curvar el cuello tenía una marca pequeña, era como una enredadera creciendo, solo que esta estaba roja y parecía una endidura como si necesitara encajar con algo más. 
—¿Qué es esto? —Aledis sonrió con tristeza.
—Ya te había dicho que esto pasaría, ahora solo está empezando —sus ojos se llenaron de lágrimas y la voz se le partió—, solo venía a despedirme, tengo que encontrarla, si no lo hago ni yo, ni otro más tendrá futuro —las lágrimas que se suponían debían ser transparentes brotaron de sus ojos pero de color verde translúcido y la rosa de la solapa se marchito—. Lo lamento —parecía más que se disculpaba por marchitar la flor que por irse.
Le dio un último beso y antes de que pudiera siquiera reaccionar la chica había desaparecido dejando el suave olor a menta.

Cristal Where stories live. Discover now