Reminiscencias

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Nunca cazaba de noche, le parecía pueril. Cada mañana se despertaba temprano, afilándose los dientes minuciosamente. Se metía en el metro paseándose por los vagones en busca de una víctima y le vio. Allí de pie, desprendía un aura de pureza. Sin poder evitarlo empezó a salivar. Oía como le palpitaba el corazón al ver el gesto alegre y despreocupado del chico. Se acercó, le miró a los ojos y se lo llevó de la mano. Una vez en la casa le desabrochó la camisa, con su uña de frío metal le realizó una incisión en el pecho cual meticuloso y experimentado cirujano, con la facilidad con la que otros se atan los zapatos. La sangre fluía, entonces le arrancó el corazón y lo fue consumiendo bocado a bocado saboreando aquel manjar como si se tratará de fruta fresca. Notaba la sangre caliente y dulce en su paladar. Una sensación de éxtasis le llenaba el cuerpo, se sentía más vivo y rejuvenecido que nunca. Hacía mucho tiempo que en su boca no habitaba sangre tan pura y renovadora.

El muchacho seguía allí sentado en la silla, se le veía tan apacible. Le miró detenidamente, por una vez en su existencia le dio pena su víctima, sintió algo, sí lo sintió. Tenía sentimientos, pensaba que algo como él no era capaz. Dejándose llevar por sus nuevas habilidades decidió ser indulgente. Abrió su pecho, se sacó un trozo de corazón y lo puso en el pecho del chico. Se lo cosió con una gota de su sangre que resbalaba poco a poco, puso un soplo de aire en los pulmones del joven. De pronto se despertó con mirada de recién nacido, pero su sonrisa ya no era la de antes, sabía que había creado un monstruo.

Terror expressWhere stories live. Discover now