El niño lagarto

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Aquel verano el calor era una lacra más insoportable que de costumbre. Aunque no le gustaba la playa se veía obligado por su madre a ir cada día. Él de forma ritual y sumisa acataba. Mientras miraba el sin fin de granos dorados de fina arena pensaba:

- Con la cantidad de cosas interesantes que habría por hacer...

Pero como cada día gracias a la dictadura materna, seguía allí bajo la sombrilla. Demasiado era para él acceder a estar ahí como para que encima los demás ni se plantearán que iba a participar de las tontas diversiones comunes. Se negaba a ser pueril, se negaba a ser algo diferente a sí mismo, tenía definida su propia naturaleza humana y le profesaba gran respeto. Así que aquel verano aprendió todo lo que creía que tenía que aprender sobre los lagartos. Una vez empezada la escuela, al fin se deshizo del dictado materno. Volvió a la independencia de estar internado en un colegio. Había jerarquías pero para tipos tan extraños como él pasaban de largo. Al finalizar el año su nombre sería toda una leyenda. Durante el curso observó a sus compañeros. Aprendió cómo funcionaba aquello por dentro, logrando gracias a revistas pornográficas hacerse con algo de dinero. Fue a la ciudad y se hizo con el material necesario. Durante todo el tiempo se centró en lo importante, en adquirir los conocimientos que sí consideraba clave para el cambio de su existencia. Una noche antes de las vacaciones y con todo preparado para unirse al circo, Iván se anestesió los dedos de la mano izquierda. Uno a uno los amputó y en su lugar se cosió las colas de cinco clases diferentes de lagartos que había recolectado e investigado. Acabada la operación y cicatrizados sus nuevos miembros, se sentía muy orgulloso de sí mismo. Sería el primer niño con dedos que como los lagartos tendrían la capacidad de volver a salir. Tras resurgir de su escondite, días de fiebre más tarde y una mano sin dedos, se percató que su visión de la realidad no era exactamente la correcta.

Terror expressWhere stories live. Discover now