Parte 4 El Earl de Nordlim

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Cuando la pena de Uthnarr, earl de Eldareth, dio apenas unos signos de esperanza convocó a Manbjorn a una esperada audiencia. Al entrar al castillo Uthnarr se extrañó al ver que parecía estar presente ante una despedida.

Llevaba pieles robustas en sus espaldas y una cota de escamas de cuero hervido para los peligro del camino.

-¿Puedo preguntar cuál es su intención?- sentado en el trono de mármol sintió como el dolor punzante dentro de su cabeza volvía a latir con agudeza.

-Yo junto, con mi corte, respetó el tiempo de su duelo, lo que está atravesando ahora es un dolor muy profundo para cualquiera. Pero esperamos pacientes por dos días, y no podemos esperar otro día más. Según los reportes que nos llegan desde el mar el Pueblo Negro está a tan sólo días de llegar... y su señor no se encuentra entre su gente desde hace ya mucho tiempo. Vine para dar la mano de mi hija, pero con la reciente tragedia no me queda más remedio que volver.

Uthnarr quedó en silencio, con la mano apoyada en la frente para apaciguar el dolor.

-Le deseó buena fortuna- continuó Manbjorn- y que por fin encuentre paz a su dolor-

-Puede ser que ya no tengan heredero earl Manbjorn; pero nuestra gente puede luchar hombro a hombro contra los invasores. Juntos seremos más fuertes que divididos-

Manbjorn había intentado dar una media vuelta pero al escucharlo se paró en perfil. Luego le miró con el único ojo bueno.

-¿Acaso duda de mi inteligencia Uthnarr?- dijo incisivo- Yo recuerdo muy bien lo que perdí al confiar en el asesino de Utheld. Ahora, con mi único ojo bueno, llevo el recuerdo de tu misericordia-

-Eso era diferente. Era la guerra. Y pretendías destruirme- la sola mención pareció que golpeó a Manbjorn como un relámpago- tenemos que unirnos o pereceremos-

El viejo esbozó una mueca de burlona.

-No Uthnarr; sólo tú. Mi pueblo dejará estas costas y nos iremos hasta las montañas. Allí hay refugio y los combatiremos con más ventaja, donde tu nombre hará que las Casas de las montañas quieran tu cabeza en una pica-

-¿Y porque siquiera te has molestado en aceptar mi llamado de paz?- respondió confuso.

-Tienes razón- Manbjorn rió entre dientes- la verdad es que no lo sé; quizás después de todo solamente soy un viejo tonto al creer que podría enmendar las cosas contigo. Pero sé que hacerlo sería un arma de doble filo y prefiero encomendarme a mi propio destino-

Le dio la espalda y sus hombres le siguieron detrás.

-Te desearía buen viaje de regreso, pero no soy un buen mentiroso-

Manbjorn cruzó las puertas sin mirar atrás.

-¿Debería empezar a armar las defensas mi señor?- Marwex se inclinó ante él.

Uthnarr, que estaba pasando por un dolor punzante dentro de su cabeza, asintió agobiado.

Al llegar el atardecer todo el pueblo bullía conmocionado. Todo el mundo abarrotaba las calles llevando grandes palos de madera para armar las barricadas. Los hombres más débiles practicaban estocadas en la plaza, al salir del castillo, con la áspera guía de Marwex.

-¡Los pies gusanos! ¡Manténganse firmes!-

Con una pesada tristeza Uthnarr cruzaba las calles con indiferencia. Como si estuviera caminando en un sueño y las personas alrededor fueran apenas sombras de su subconsciente. Sus pies ultimadamente le dirigían hasta el muelle de Beok. El viento violento y caprichoso le soplaba a su largo cabello blancuzco y barba. No supo cuánto tiempo había pasado desde que se paró al borde del muelle, el dolor punzante entre medio de sus cejas no apaciguaba un instante y le había consumido casi la totalidad de sus fuerzas. Sus rodillas temblequearon por un segundo. De pronto notó que una sombra más fuerte se le plantó al lado, lo que lo obligó a despertar.

-No creo que le haya dado mis condolencias earl Uthnarr- Bakken dijo, con una mirada contemplativa hacia el horizonte.

Uthnarr permaneció en silencio.

-Yo mismo he perdido a un hijo propio también- siguió Bakken- el segundo después de mi primogénito Bealed. Vivió cinco años hasta que la fiebre le reclamó.

Uthnarr no supo bien el porqué, pero de pronto ya no vio los ojos de Utheld en él. "¿Acaso yo soy el que está enfermo de locura?".

-¿El... que nombre tenía?- Uthnarr preguntó sombrío.

Bakken tragó saliva y respondió.

-Nos dijeron que no le pongamos ningún nombre, porque su destino ya estaba escrito y no había nada que pudiera evitarlo-

Uthnarr no supo que decir, así que solo siguió escuchado.

-Pero... si las cosas hubieran sido diferentes, Bearlun hubiera sido su nombre-

-Mis condolencias- Uthnarr dijo, y volvió a contemplar al inmenso mar azulado que se extendía ante él, con las olas rompiendo en las orillas.

-Tú vives con fiebre ¿no es cierto?- pregunto Bakken.

Uthnarr asintió.

-¿Cómo un hombre puede aguantar tanto dolor?-

Pero Uthnarr no respondió, no porque no quisiera, sino porque la verdad era que no había encontrado respuesta alguna.

Luego el silencio cayó entre los dos mientras el sol comenzaba a caer.

-Creo que moriré pronto- Uthnarr dijo, sin que su voz se doblegara. Bakken alzó la vista hacía él- y si no, deseo que sí lo sea.

Bakken no dijo nada.

-Y ante tu propuesta- Uthnarr le dijo- la acepto. Quiero que tu hijo obtenga la mano de Lerith. No estará segura en las montañas, donde mi nombre no es bien recibido, ni lo estará si se queda conmigo.

-Juro ante estas aguas que una vez terminada la guerra este será su palacio, y será respetado junto con tu memoria.

-Sólo pido que tenga una vida feliz, y con muchos hijos. Quiero que digan que Uthnarr Gerlathsson hizo una cosa buena en su vida.

La tormenta que se avecinaWhere stories live. Discover now