Capítulo 4

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Después de unos minutos caminando ya por el tercer piso con dirección a la enfermería, por fin alguien rompió el silencio.

- Creo que la cagamos –soltó Rawvanna.

- Ya lo creo –dije.

- Definitivamente –afirmó Jafet casi al mismo tiempo que yo.

- ¿Alguien más siente que deberíamos hacer algo? –preguntó la chica incomoda.

- Todo el maldito tiempo –dije- Desde que llegamos a aquí...

- Bueno, pues ahora no sería un mal momento para actuar... ¿no? –respondió la chica.

- No hay nada que podamos hacer –dijo Jafet- Sin poner en riesgo a La Soledad. Lo más inteligente en este momento, sería actuar como si nada. Disfrutar mientras podamos porque en cualquier momento, las coas podrían ponerse mal.

- Eso no me hace sentir mejor –me quejé.

- No se supone que lo haga –respondió Jafet- Pero será mejor que finjan, porque lo último que querrá Madison será verles esa jeta.

Nos metimos en lo que antes solía ser parte de una tienda departamental, pero ahora había sido adaptada para fungir como enfermería de La Soledad. Era una estancia rectangular con una serie de camillas de cada lado, cada una con cortinas para privacidad esos aparatos que sueltan pitidos. Al fondo había un par sofás y dos puertas. Una llevaba al pequeño dormitorio del doctor y la otra a una sala que utilizaban para cirugías y análisis.

En ese momento la enfermería estaba llena de enormes cajas de cartón bien empaquetadas, supuse que serían parte del envío a Cranston.  La sala se encontraba vacía, a excepción de Madison que estaba sentada en uno de los sillones del fondo recibiendo una sustancia intravenosa mientras el Doctor Jacobson estaba sentado a unos metros de ella leyendo unos papeles. Él se encargaba de la enfermería pues era el único calificado para ello, aunque solía ser cirujano plástico antes de la Pandemia. Algunas veces, cuando había mucho que hacer Jafet venía ayudarle. Fue así como lo conocimos y a Madison.

El doctor, debía tener unos treinta y tantos años. Era alto y robusto, combinación que le daba la apariencia de un gigante. Tenía un bigote negro como su corto cabello, y una enorme nariz junto a esos ojos azules. Madison era una chica delgada de tez clara, con unos brillantes ojos cafés y de estatura baja –me llegaba al pecho- pues tenía apenas quince años. Tenía el cabello pelirrojo bastante corto, pues apenas crecía luego de un cambio de medicamentos para su quimioterapia. Traía un largo vestido blanco y se encontraba juguetean con las manos.

Al vernos, la chica se intentó poner de pie para saludarnos antes de recordar que tenía la intravenosa conectada al antebrazo.

- ¡Hola! –nos saludó- ¿Cómo les fue? ¿Tuvieron suerte?

- No quieres saber –le dije mientras me sentaba en una camilla cercana.

- ¿Tan mal estuvo? –preguntó decepcionada.

Nos encogimos de hombros.

- Nuestra aventura no importa, ¿tu cómo vas? –preguntó Jafet.

- Claro que importa, es lo más interesante que pasa aquí –respondió la chica-. Yo voy bien, mi cabello creció un centímetro extra. ¡Es genial! Gracias.

- No nos agradezcas –respondió Rawvanna.

- Claro que tengo que agradecerles, ustedes me trajeron el nuevo medicamento que aceleró el tratamiento y me devolvió mi hermoso cabello –respondió emocionada.

Pandemia Parte IIWhere stories live. Discover now