Capítulo 23

690 91 9
                                    

- ¿Cansado de las balas? ¡Lleve sus espadas! ¿Ya tiene una? ¡Se las afilamos!

Caminar en aquellos pasillos con piso de grava, delimitados por puestos de todo tipo de vendimia, era bastante surrealista, hacía que olvidara que vivíamos en el fin del mundo. La naturalidad con la que las personas ofrecían sus productos gritando al aire y con la que otros se acercaban a comprar, me resultaba fascinante. Me recordaba a esas ferias del renacimiento que hacían todos los veranos en Newbury Place a las que, en más de una ocasión, Jafet nos obligó ir. Me agradaba ese lugar, tan lleno de colores por las carpas, de olores y sonidos, era un cóctel de sentidos.

Una mujer nos ofreció una promoción de banderillas, Halston se vio realmente tentada a aceptarla, aunque Jafet estaba muy esmerado en no gastar la medicina y cigarrillos que teníamos. Cuando nos acercamos por más información, descubrimos que había un Banco Central dónde teníamos que cajear nuestros productos por fichas y cuando la mujer descubrió que no teníamos ninguna, nos echó de vuelta al pasillo.

Encontrar el Banco Central no fue muy complicado, se encontraba rodeado de guardias y casi al centro del Mercadito, era un gran remolque adaptado para su funcionamiento. Dentro de él, había una pared de madera que dividía al hombre detrás de la ventanilla de nosotros. Era un sujeto enorme hacia arriba y hacia los lados, con cara de malhumorado. Al acercarnos nos miró con desdén.

- ¿En qué puedo ayudarlos?

- Venimos a canjear fichas –explicó Jafet mientras ponía los objetos en la mesa- Tenemos treinta y nueve aspirinas, veinte paracetamoles, siete de diazepam (estos son analgésicos) ...

- Sé lo que son.

-...y aquí hay cinco capsulas de morfina, que también son...

- Sé lo que son.

- Y siete de amoxil, que es un antibiótico...

- Lo sé.

- También tengo...diez cigarrillos de hierba... ¿Cuánto tengo aquí?

El hombre arqueó las cejas mientras contaba en voz baja dejándonos expectantes a la información.

- Son...setecientos treinta y cinco créditos.

- ¿Y eso cuánto es? –preguntó Alex.

El hombre puso los ojos en blanco, molesto por nuestra ignorancia.

- Un litro de agua cuesta aproximadamente diez unidades.

- ¿Eso es mucho? –preguntó Halston.

- Pueden comprar un auto por unas seiscientas fichas...

El hombre tomó todos los objetos sobre la barra, se agachó para guardarlos y tomar algo del suelo, posteriormente, arrojó sobre la mesa un montón de fichas de casino de distintos colores, todos tenían una extraña marca dibujada con pintura roja. El sujeto las contó dos veces antes de empujarlas hacia nosotros sin mucha gracia.

- Que disfruten su estancia en el Mercadito –repitió como grabadora.

- Oigan –nos dijo Jafet nervioso-. Quizás son demasiadas fichas...deberíamos devolver alguna y...

- ¡No! –soltó Alex tomando entre sus brazos el montón de unidades y dando la vuelta hacia el pasillo- ¡Gracias!

- Pero...

- Vámonos Jafet –le llamé- Hay que buscar un médico para Derek.

Mi amigo, sin mucho ánimo, nos siguió la marcha entre los puestos. Paseamos por los pasillos cerca media hora antes de encontrar con la carpa médica. Para entonces, Halston ya se había comprado su banderilla por cinco créditos; Alex y yo compartíamos una malteada de chocolate por quince créditos; Derek estaba muy desanimado para adquirir algo, no paraba de apremiarnos para hallar un doctor; y Jafet, bueno, de un momento a otro se había vuelto tan tacaño como Don Cangrejo.

La carpa médica era una enorme tienda de campaña blanca y de forma hexagonal, desde la entrada podía percibir un fuerte olor a medicina y se leía en un pequeño pizarrón blanco en el que se incluían varios servicios y tarifas que iban desde amputaciones por cien créditos hasta eutanasia por "todas tus pertenencias".

Un enorme sujeto nos detuvo la entrada, mirándonos desde su altura.

- ¿Qué quieren? –preguntó.

- Un doctor –respondió Alex con tono burlón.

El hombre arqueó la ceja.

- ¡Doctora! La buscan.

Rápidamente apareció una mujer rubia de la mediana edad en bata, bastante delgada y algo arrugada, tenía su cabello ligeramente canoso y unas enormes gafas circulares. Se quedó fijo en mí.

- ¿Qué te pasó en la cabeza? ¿Quieres un cambio de vendaje? ¿Suicidio asistido?

- ¿Qué? ¡No! Él necesita ayuda –lo señalé.

- ¿Qué te pasó?

- ¿Qué no es obvio? –preguntó Derek molestó- ¡Perdí el maldito ojo!

- Intenté tratarlo, pero creo que le vendría mejor un doctor de verdad –explicó Jafet-. ¿Es doctora de verdad?

- Soy endocrinóloga, pero algo podré hacer...-observó la tabla dudosa- Ciento cincuenta créditos.

Jafet hizo una mueca de dolor.

- ¿Ciento cincuenta créditos?

- Eso que se infecté la herida, se gangrene y se extienda por el resto de la cara hasta llegar al cerebro...

- Perfecto –interrumpió Halston contando las fichas- ¿Cuánto tiempo tardará?

- Ahora no estoy ocupada, así que en un par de horas habré terminado, aunque necesitará mucho reposo. Mañana podrían marcharse.

- ¿Mañana? –exclamé sorprendido.

- No hay problema, hay algunos hostales por aquí –respondió la doctora recibiendo las fichas-. ¿Cómo te llamas?

- Derek.

- Soy la Doctora Thompson, acompáñame por favor.

Sin pensarlo un solo segundo, el chico entró a la tienda con la doctora. Halston trató de ir atrás ellos, pero el gigante se interpuso en un grotesco movimiento.

- Bueno, supongo que podremos esperar por aquí –sonrió la chica nerviosa.

Caminamos un poco de vuelta al pasillo.

- ¿Ahora qué?

- ¿Podemos ir a los juegos mecánicos? –preguntó Alex.

- ¡No! –estalló- No gastaremos más fichas.

- Aún tenemos que conseguir información –recordé.

Jafet puso los ojos en blanco y llamó por el radio.

- ¿Alan?

- Aquí Alan, cambio.

- Derek ya recibe atención médica, pero nos dicen que podría salir hasta mañana, cambio.

- Terrible, cambio.

- ¿Ustedes que han hecho? Cambio.

- Nosotros...hem...estamos registrando la cafetería, cambio.

- ¿Qué? ¿Están gastando sus fichas en la cafetería?

- Y en un par de juegos mecánicos, cambio.

- ¡Mierda!

- Vamos, Jafet, somos ricos aquí. Relájate, nos lo merecemos, cambio.

Jafet apagó el radio enfadado.

Alex lo miró nervioso.

- ¿Entonces si podemos ir a los juegos?

Pandemia Parte IIWhere stories live. Discover now