Dobles Intenciones

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Julio, 2014.

Pase toda mi adolescencia admirándote, viéndote como un Dios griego, como el hombre más poderoso del universo. No te voy a mentir, durante mucho tiempo todas mis metas comenzaban y terminaban en ti. Me hubiera gustado que alguien me hubiera dicho lo mal que estaba, que alguien me hubiera cogido los cigarrillos y los hubieras tirado o simplemente que me hubieran sacado de aquellas fiestas clandestinas en callejones poco habitados, pero nadie lo hizo Seth, porque para la sociedad yo te pertenecía, yo no era alguien, yo era tu objeto.

Nuestra rutina se basaba en ir a estudiar, yo en mi colegio privado y tú en la universidad, luego de la jornada habitual, la aburrida rutina de hablar sobre medicamentos, drogas y lo atractivo que eras, pasabas por mí como si no hubiera tenido suficiente de ti por el día.

Cuando nos besamos por primera vez, creí que eso era el amor y me recuerdo sentada en el baño riendo e imaginando nuestra boda, pero en esos imaginarios planes solo nos imaginaba a ti y a mí, no pensaba, ni por un segundo, que besarte significaría adquirir un premio, un premio que no quería y no necesitaba. Las chicas en el cole me miraban como un bicho raro, algo tipo, "la gorda que le hizo un embrujo al chico bueno para que se enamorara de ella", cuando recibía comentarios ofensivos solo podía pensar que en realidad Seth no era la gran cosa que todas imaginaban.

Pasabas por mí en un auto último modelo, no me abrías la puerta, no me hablabas, ni siquiera te sacabas las gafas de sol para mirarme, yo subía y me abrochaba el cinturón, salías del colegio y al primer semáforo que daba luz roja, me besabas. Tenía clarísimo que de cierta manera te avergonzabas de mí, pero tampoco tenía una mínima idea de porque seguías conmigo.

Llegábamos a tu casa y nos encerrábamos en tu habitación por horas, conversábamos de cosas aburridas, pero de seguro que no podías conversar de ello con nadie más que conmigo, esos primeros seis meses de nuestra relación, a pesar de ser extraños, fueron bellos, eras divertido. Recuerdo que tenías un vinilo de los Rolling Stones, lo ponías cada tarde y comenzabas a hablar de tus sueños, de porque te habías enamorado de mí, te enamoraste de mi porque era diferente.

No quiero que suene como un cliché, aunque la vida real, el amor, todos los putos constructos sociales terminan siéndolo. Yo de verdad era diferente a las mujeres que Seth frecuentaba, porque en primer lugar no tenía dinero, mi padre era chofer y mi madre secretaria, entonces no podía darme la vida de lujos a la que las demás estaban acostumbradas. En segundo lugar, yo era estúpida, si, enserio, me costaba mucho racionar ciertas cosas y la verdad es que prefería que las cosas fueran así, no me gustaba pensar en eso de las dobles intenciones, era tan estúpida que creía que los políticos tenían razones fuertes para ser unos hijos de puta.

Esas tardes me recuerdan lo mejor de mí, una mujer cálida y sencilla, drogada, pero sencilla. Seth, nunca lo entendiste, eras mi ejemplo a seguir, eras mi fuerza, yo quería ser como tú y cada movimiento que dabas para mí era una lección. Finalmente, la aprendiz superó al maestro y es ahí cuando todo se fue a la mierda.

Cuando cumplimos seis meses de "novios" me llevaste a caminar por el parque forestal, por los hermosos restaurants de Barrio Lastarías, me llevaste a conocer arte y la verdad es que aún conservo las fotos que me tomaste ese día, llevaba ropa interior negra, un polerón gris, y no, no recuerdo que llevaba debajo.

Creía que era otra cita normal, otro día de escuchar música y desnudar nuestros pensamientos sin ser juzgados, me equivoque Seth.

Me llevaste a un departamento que jamás había visto, por lo general contigo conocía cada rincón del centro de Santiago pues en nuestro trabajo debíamos lidiar con artistas drogadictos o familias desesperadas, pero ese lugar no lo conocía. Fui caminando por el pasillo y llegué a una única habitación, una cama de sábanas blancas nos estaba esperando junto a una botella de fino espumante, porque hasta el día de hoy dudo que haya sido champagne como quisiste hacerme creer. Retrocedí, tres pasos, estabas tú junto a la puerta creando una barrera entre ese cuarto y mi libertad, lo siguiente fueron abrazos y besos, pero yo no estaba lista, era una niña aún.

Te susurré miles de veces que no estaba lista, que quería esperar y entonces sacaste tu as bajo la manga, dicen que un mago nunca revela sus secretos saben, pues Seth era el mejor de lo magos. Te sentaste al borde de la cama y comenzaste a llorar, mientras yo volvía a colocarme la blusa me acercaba lentamente. "Te amo, estoy enamorado de ti" "Te deseo demasiado" "Quiero que seas solo mía" fueron algunas palabras que usaste para terminar con lo que habías empezado. Seth sabía que, si el intentaba abusar físicamente de mí, yo iba a reaccionar, pesaba casi cien kilos, el pleito lo ganaría yo de seguro, entonces ese as era la manipulación emocional, vaya que resultó.

Lo siguiente que recuerdo es tenerte encima mío mientras yo lloraba, pero no lloraba con ganas como en las películas dramáticas, las lágrimas solo corrían e intentaba imaginar que estaba en otra habitación, al final de todo ¿me amabas no? ¿estaba mal? No no. Intenté convencerme de que me amabas y que por ende lo correcto era hacer esto, vaya, ¿Ahora entienden cuando les digo que era una estúpida?

Seth, eras todo lo que conocía, eras todo lo que estaba bien y desde ese día que sentía que tú eras mi maestro y yo tu alumna, que tu eras mi amo y yo tu sumisa, sentía que quería aprender más de ti, sentía que necesitaba estar a tu altura, pero el precio de estarlo era algo que jamás iba a poder pagar, pero me amabas, me ayudarías a hacerlo, lo hiciste.

Salimos del departamento y te pedí que me dejarás en la estación de buses, te despediste como todas las veces y te pusiste tus gafas de sol, pensé que no llamarías nunca más, enserio Seth, pensé que había sido el típico follón con la gorda y que a pesar de que intenté convencerme de que me amabas solo para hacer eso que no quería, cuando salí del departamento entendí, que no me amabas, que era calentura, que era rapidez, que eras tú.

Llamaste, dos horas después, había comenzado nuestra pequeña historia de amor.

Relatos de mi autoestimaWhere stories live. Discover now