Capítulo III: Alfa.

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La alarma sonó y me bañé una vez la apagué.
Decidí ponerme, después de bañarme, una camisa gris con rayas blancas inclinadas, rodeando mi torso; unos jeans grises poco oscuros y unos zapatos negros.

Salí de mi casa una vez terminé de alistarme y fui a la estación de autobús. Todavía no podía olvidar lo que sucedió ayer, además, seguía teniendo el gafete de aquel Alfa.
Llegué a la universidad y pasaron las clases como siempre.
Una vez salí de clases (aproximadamente a las 4 P.M) decidí ir a la biblioteca a ver si aquel Alfa estaba, ya que siempre lo veo ahí a esta hora cada vez que voy. Desafortunadamente no estaba cuando llegué a la biblioteca. Al parecer le había ocurrido algo, no sé.

Cuando terminé mi tarea decidí irme a una cafetería para comprar un lonche y un café.
En el momento en que estaba comiendo decidí ver con exactitud el gafete de aquel Alfa, ya que antes no tuve tiempo de examinarlo. Una vez leí su nombre y en qué universidad se encontraba, escupí parte de mi café que estaba en mi boca.
Fui un idiota al no darme cuenta de eso, ahora sabía de dónde era aquel Alfa. Así podía regresarle su gafete.
Sabía su nombre (gracias al gafete) que, a mi parecer, era muy bonito.

Mi vista se concentró en unos chicos (Alfas) que entraron a la cafetería y tenían consigo a un Omega, que al parecer, lo estaban molestando y cortejando.

-Oye, Omega, ven aquí, todavía no terminamos contigo-dijo un Alfa de cabellos rojos.

-Lo...lo siento pero tengo que irme, mi madre me está esperando-contestó el Omega a punto de querer empezar a llorar.

-Tu madre puede esperar, ven con nosotros. Te divertirás-dijo, en una sonrisa, un alfa de cabellos negros.

-N...no, yo...

-Tsk, odio que me hagan esperar. Ven, maldito Omega-dijo el pelirrojo y después agarró de la muñeca a el Omega, que este, en cambio, chilló por la brusquedad en la que fue tocado-. Los Omegas solo están para servirle a los Alfas.

-No..., por favor, no-dijo aquel Omega en un intento de safarse-. Mi madre..., mi madre me espera, yo no...
Aquel pelirrojo le dio una bofetada, haciendo que se callara.

Yo no podía quedarme ahí sin hacer nada, los Oomegas no tenían la culpa de nada. Debía ayudarlo.

-¡Cállate! Un Omega como tú no debería de desobedecer a un Alfa. Te enseñaré...lo que pasa cuando me desobedecen-una vez elevó su brazo, decidió bajarlo para poder golpear al Omega con la mano, cosa que no logró, ya que pude detener su mano antes de que cayera en la cara del Omega.

-¿Por qué no mejor te metes con los de tu tamaño?-mencioné.

-Tsk, ¿y eso a ti qué te importa? Déjame-dijo enojado aquel Alfa bravucón de cabellos rojos. El aura se empezaba a poner tenso y las feromonas de aquel Alfa ponían a aquel Omega sumiso, desprotegido y con miedo. Eso era lo que quería evitar.

-No lo haré hasta que dejes a este Omega en paz-repliqué.

-¿Y qué si no quiero?

-Pues no te soltaré.

-Agh, maldito Alfa, ¡¿acaso quieres pelea?!

-Si eso hace que dejes al Omega en paz, sí.

-Ah, hijo de...-no pudo terminar su frase ya que decidí golpearle la cara antes de que él lo hiciera conmigo-. Ah-replicó una vez se sobó su nariz ensangrentada.

-¿Ahora lo vas a dejar en paz?-dije por última vez.

-No, te demostraré quién...-le di otro golpe en la cara y le di una patada atrás de sus rodillas, haciendo que se inclinara y callera de rodillas.
Agarré su cabello y lo jalé para atrás para después sostenerle las manos e inmovilizarlo.

Alguien más.Where stories live. Discover now