Parte 2

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El extraño ser se acerca a la chica dormida, la observa. Tiene facciones marcadas por la edad. El brazo derecho completamente de madera, pero diseñado por la naturaleza, que le hace juego con ambas piernas. Se inclina junto al sillón y levanta suavemente la parte de arriba de la mochila que ella cuida. Con su mano de madera, saca la esfera azul brillante. Se ilumina toda la habitación con intensidad. Del entorno comienzan a salir enredaderas y mucho "verde". Plantas y raíces invaden la ciudad abandonada, convirtiéndola en una jungla enorme. Las lagartijas quedan tapadas por una de ellas. Un árbol colosal se crea en la puerta del hotel, mientras la tormenta de arena amaina completamente.

La chica se despierta asustada y envuelve en su mochila la esfera que el hombre tiene en su mano. Él se había quedado congelado ante el poder que demostró ese objeto.

-¿Qué fue eso? –Pregunta él.

Ella se aleja lentamente sin darle la espalda, mientras se pone el bolso a su espalda.

-No me temas. –Anuncia, esperando una respuesta de la muchacha. Casi suplicando.

Ella vuelve a ponerse en cuatro patas, y sale corriendo convertida en pantera.

El camino se vuelve complejo por las altas raíces y los árboles que hay ahora. Pero los salta con mediana facilidad. Hasta que unos hombres mitad máquina empiezan a aparecer y a interponerse en su camino. Ellos tienen unas cuerdas de alambre que van tirándole para reducirle la velocidad y sus saltos. Mientras más pasa el tiempo, más le cuesta. Un hombre de gran estatura la frena por sorpresa parándose delante de ella, haciéndola chocar con su cuerpo. Se desmaya.

Abre los ojos y ya es el atardecer. Se encuentra atada con lianas a un Cerezo Japonés, en la terraza de un edificio, ya en forma humana. El piso está lleno de los pétalos que el árbol fue tirando. Delante de ella está su bolso cerrado, una luz azul emana de adentro. Ella respira con alivio. En la cornisa hay tres personas paradas, uno de ellos el hombre mitad árbol. Uno de los otros dos aparenta ser la persona con la cual se había chocado. Un hombre grande y robusto de altura, con una melena amarilla que enmarca todo su rostro. La última es una señora de edad avanzada, con un cuerpo de máquina de vapor que forma una colosal joroba.

-Creo que despertó. –Dice el hombre árbol.

-Niña, ¿Qué hacías por estos lares? –Habla la señora con voz tierna, pero metálica.

-¿Qué es ese objeto que tenéis en vuestro bolso? –Acusa el hombre león.

Ella comienza a reír.

-¿Qué os hace gracia? –Gruñe, mientras se peina la melena.

-Creo que es nuestra apariencia. –Sentencia el hombre árbol.

-¿Cuánto llevan acá? –Dice con la cabeza gacha, la mujer pantera.

Los tres se miran.

-Unos dos años. –Responde la anciana.

La mujer pantera vuelve a reír.

-Llevo cuatro años en este lugar. Vengo corriendo de lado a lado buscando eso que ustedes pudieron ver. Y en todo ese tiempo, nunca me encontré con una colonia tan organizada como la suya. Ni mucho menos, así de colorida.

-¿Cómo que colorida? –Pregunta el hombre árbol mirando a los otros dos.

-Entonces, ¿es tan valioso? –Dice el hombre león agarrando la mochila.

La mujer pantera susurra unas palabras extrañas y la mochila vuelve a iluminarse levemente. El hombre león la suelta asustado. Ella se para en dos piernas y, con extrema fuerza, se libera de sus ataduras.

-Más de lo que creen. –Agarra el bolso y se lo coloca a la espalda.

-¿Qué es eso? –Se sienta, intrigado, el hombre árbol. Los otros dos también se sientan.

Ella parada, y mirando al sol ocultándose otra vez, suspira.

-Si me llevan a su refugio y prometen no molestarme hasta mañana, les cuento todo lo que necesiten saber.

Los tres se miran y asienten.

Caminan por la ciudad unas cuantas cuadras. Una ciudad abandonada hace ya muchos años. Ella imagina la vida que por ahí pasaba en otros tiempos. Gente corriendo para llegar a algún lugar, parejas de enamorados sentados en las bancas, policías en las esquinas. A los autos pasar, colectivos, un tranvía. Se imagina a ella caminando junto a un señor de piel morena que la envuelve con su brazo, y a una pequeña nena agarrada de su mano. Felices y riendo. Una lágrima recorre su mejilla.

-Es por acá. –Dice el hombre árbol, esperándola en la puerta de una casa a la cual ya los demás habían entrado.

Ella vuelve de su distracción y asiente. Entran juntos. Una leve llovizna selvática comienza.

Las raíces por donde habían entrado a la ciudad comienzan a moverse y a quebrarse. De ellas se liberan las lagartijas enfurecidas. Comienzan a oler y a mirar para todos lados. Se adentran a la ciudad. 

EncoreWhere stories live. Discover now