Entrada VI

1.3K 110 81
                                    

Echo la vista hacia atrás y me veo tendida de nuevo en la misma cama donde construí sueños en mi niñez y donde ahora me hallo cargada de dolor. Una cama a la que no creo que vuelva, al menos, en mucho tiempo.
En aquella cama... sentí un miedo atroz, un miedo mucho más intenso que el dolor que me embargaba recorriéndome desde el riñón derecho a la cadera y que, desde allí, se irradiaba al abdomen y a la rodilla. La pierna derecha la sentía como acolchada, no la podía apenas mover. Por un momento, la vista se me nubló y dejé de ver a Berkant, dejé de oírlo. Me asusté de veras. Pocas veces me he sentido tan asustada, era consciente de que algo me estaba sucediendo y no era precisamente nada bueno. Mi preocupación mayor no fue mi hijo, ni siquiera fui yo misma, mi preocupación principal era el hombre que tenía frente a mí con auténtico rictus de terror en los labios y pánico en los ojos. Si alguna vez habéis visto el miedo de frente... Sentí ese miedo que él trataba de ocultar con palabras tranquilizadoras a través de la piel de sus manos cálidas. Unas manos que intentaban mantenerme aferrada a este mundo cuando todo dentro de mí me indicaba que igual no la contaba.
No podía dejarle sólo. No podía. No podía causarle un nuevo dolor ni hacerle sentir de nuevo abandonado. Sentía una presión enorme en la cabeza y las náuseas que no había tenido durante los cinco primeros meses de embarazo las estaba sintiendo ahora.
-¿Qué te duele? -preguntó.
Pero su voz me llegaba como muy lejana. Sentí la humedad en la mano que me sostenía procedente de su empapado vendaje. Intenté moverme y no lo logré. La pierna no me respondía y lo que más me inquietaba era esa serpiente que sentía enroscarse en mi vientre. Retiró el pelo de mi rostro mientras trataba de enfocarle. Me costaba hacerlo. Lo veía borroso. En un primer momento pensé que era por las lágrimas pero era más que eso, me daba cuenta de que perdía visión y tenía miedo. Tenía miedo de irme sin más, llevándome conmigo a la tumba otra vida aparte de la mía. La presión en la cabeza se agudizó y a la vez la serpiente se ciñó aún más en la parte inferior de mi cuerpo.
Oí de manera lejana abrise la puerta de la habitación y unos pesados pasos correr hacia la cama. El olor de la bergamota y el pomelo que me llegó a la nariz fue más que suficiente para reconocerlo. Su voz me llegó como en sordina, bastante amortiguada, casi como un susurro.
-Creía que algo me pasaba a mí y resulta que era a ti, ¿es el bebé?
No podía contestar, ni siquiera podía girar la cabeza, la sentía pesada y como si me estuviesen clavando alfileres en el interior. Tan sólo podía llorar.
Poco a poco la visión se me fue aclarando y pude volver a ver el rostro preocupado de Berkant. Mi querido Berkant. ¿Cuántos palos más le podía dar esta vida? Si perdía al bebé yo me recuperaría, él no lo haría jamás. Lo sabía. Lo sabía con la misma certeza que sabía que el que estaba apostado a mi espalda y retirando el pelo de mis mejillas era mi hermano Ates.
No recuerdo qué pasó después, debió de formarse un pandemonio a mi alrededor pero yo ya no fui consciente de nada más. Desperté en la cama de un hospital y lo primero que hice fue llevarme una mano al vientre. La patada que recibí a través de mi propia piel me hizo llorar de alivio.

Hoy, escribiendo esto y mientras me recupero ya en casa después de casi cinco días hospitalizada, me doy cuenta de que la vida me ha dado una nueva oportunidad para pelear por lo que realmente quiero, por lo que realmente necesito. Lo haré, juro que lo haré, pero eso será cuando salga de ésta definitivamente y te tenga entre mis brazos, hijo mío. Si eso no fuera suficiente, si las dudas me llegaran a golpear de nuevo como cuando descubrí que venías a este mundo... sólo tengo que girar una página de este diario y releer las palabras que tu padre ha dejado escritas en él. Espero que, cuando llegue el día en que puedas leer esto, te des cuenta de la clase de hombre que el destino ha puesto en nuestro camino. ¿Cómo pude huír y dejarle atrás? ¿Cómo pude hacerlo sabiendo todo lo que sabía? No me lo tengas en cuenta, hijo, tu madre fue una cobarde testaruda y eso por poco acaba con ambos.
Hoy es el primer día que me he levantado para ir al baño y, al regresar a la cama, he recogido este cuaderno de donde mismo lo dejé, en mi bolso de mano; el que ni me dio tiempo a deshacer.
Tengo la costumbre, no sé si buena o mala, de hojear siempre libros y cuadernos por más que sepa lo que contiene; siempre lo hago, es algo instintivo. Tu padre sabe esto. Me conoce en muchos aspectos mejor que yo misma. Sabía que iba a hacer uso de este diario en breve, sabía lo que haría antes de ponerme a escribir y es por ello que me he encontrado dos páginas más adelante de donde ahora escribo palabras de su puño y letra dirigidas principalmente a ti, mi querido niño. Algún día, si terminas siendo tan curioso y entrometido como yo, lo leerás. Es por ello que esas palabras que están ahí escritas son tanto para mí como para ti. Sólo quiero que sepas algo antes de que gires la página. Ten presente en todo momento que papá aún no sabía que eras un chico cuando lo escribió. No se lo tengas en cuenta. Gira la página y lee con atención, si ves alguna palabra emborronada te puedes imaginar su significado. Y, recuerda... que on las palabras de un hombre lleno de amor por mí. Lleno de amor por ti.

El diario de DeryaWhere stories live. Discover now