22- Poder femenino: parte l.

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Mi cabeza daba vueltas, y no precisamente por un chico. Já, justo yo tengo tiempo para preocuparme por chicos.

Nunca en mi vida había visto a Alexander Coddiny y sin embargo ocupaba todos mis pensamientos. Ya no sabía que pensar de él. ¿Acaso es una especie de ser mágico  que aparece y desaparece constantemente? ¿O está dentro de la casa y nadie lo sabe? Descarté esta última sospecha al recordar la cara de Tony al darse cuenta de que Alex había ideado la broma. Si se había sorprendido, es porque Alex no está aquí, y Simon me había mentido.

Está bien, parezco una chiquilla chusma, pero no es eso. Siento que los chicos me están ocultando más cosas además de la identidad de Alex. Y cuando digo ‘ellos’, me refiero a Ryder, Cook, David, y sobre todo Simon. Antes solía pensar que Alex era alguno de ellos, pero luego de que se acostaron con Mila/Effy, todas mis sospechas desaparecieron. Quiero decir… ¿quién se podría acostar con sus hermanos?

Rápidamente borré esa pregunta, yo era la menos indicada para juzgar acerca de eso sabiendo que me acosté con casi todos mis ex-hermanitos.

No estoy segura de quien mierda sea Alexander Coddiny o si en verdad existe, pero de lo que estoy cien por ciento segura, es que lo averiguaría.

Se escuchó como golpeaban la puerta de entrada con fuerza. Salí del cuarto y bajé rápidamente las escaleras. No había nadie en la casa, y si había, dudo que vayan a abrir la puerta.

-¿White? –pregunté con incredulidad al verla en la puerta de mi casa junto con un grupo de alrededor 7 chicas.

-Turner –saludo con molestia-. Seguro te estás preguntando qué hago aquí.

-Me pregunto qué hacen aquí –corregí mirando a todas las chicas con confusión.

-Déjanos pasar y te lo explico.

Vacilé, pero finalmente las dejé pasar. Les indiqué donde quedaba mi habitación, y fui a la cocina a poner sobre una bandeja latas de gaseosas. Una vez que estuve en mi cuarto, cerré la puerta con mi pie, les entregué las latas y me senté en la mesa del escritorio.

-¿Me dirán que sucede? –me crucé de brazos.

-Estamos disgustadas con la idea de tu embarazo –dijo directa Bonnie. Empecé a reír.

-Disculpa, amor, pero no estoy embarazada. Y si así fuera, no podría cambiarlo tampoco.

-No entiendes lo que quiere decir –dijo una castaña levantándose de mi cama-. Vimos el escándalo que montó Ryder el otro día en la cafetería. No estás embaraza y lo sabemos, pero si en verdad lo estuvieras, sería obvio que Ryder y los otros te abandonarían.

Esto me confundía cada vez más.

-No conocen a Ryder, no pueden opinar así sobre él –murmuré. Me aclaré la garganta y volví a hablar-. Para mi suerte no estoy embarazada, así que no veo el problema –fruncí el entrecejo y sonreí.

-Conocemos a los líderes de esta fraternidad, Penny. Ryder, Cook, David, Simon… hasta Keegan o Chris, todas pasamos por sus camas –fue sincera Bonnie-. Así como la pasamos genial durante unas horas, luego cuando amanecía, nos echaban como si fuéramos perros, y nunca nos llamaban después. Tus rumores de embarazo son la oportunidad perfecta para hacerlos caer… digo, hacer una broma –corrigió con nerviosismo.

-Bonnie, escucha –me paré y caminé unos pasos-. La guerra de bromas, ritual de iniciación o como quieran llamarle, no es para vengarse y mucho menos para hacer bromas por rencor o despecho…

-No es despecho –dijo inquieta levantándose de mi cama-. Ni siquiera has escuchado nuestra idea, pero cuando la escuches, no dudarás en aceptarla–se quedó callada unos segundos-. ¿Recuerdas cuando peleamos esa vez en el pasillo? Te hice saber perfectamente que esta guerra ya no sería de pocos, y esto es solo el inicio. Todos tenemos algo de lo que vengarnos –me miró intensamente. Ella sabía mi historia, era obvio.

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