Ashlee. (Parte 2)

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Después de devolverme un libro que le presté, tomé una decisión que jamás había tenido la oportunidad de tomar. Algo que jamás había hecho y algo que en el pasado me aterrorizaba: dejar de ser su amiga, sabiendo que era la única que tenía. 

Pero sentía que lo necesitaba, así que lo hice. 

Semanas después, cometí el gran error de escribirle, porque había visto algo en Tumblr que a ella le gustaba y decidí enviárselo. Pero aquello lo único que hizo fue que volviésemos a hablar de nuevo, cada día.

Unos años después, seguíamos siendo amigas. Nada había cambiado. Hablar a diario era casi obligatorio, exceptuando días donde nos encontrábamos mal o no podíamos conectarnos por cualquier cosa. Quiero admitir que muchas de las veces le mentía diciéndole que me encontraba mal solo para poder tener tiempo para mí. 

Parecía que estábamos de maravilla, con nuestras historias y gustos en común, pero su vida personal afectaba indirectamente a nuestra amistad. Me explico: Ashlee siempre ha sido una persona de lo más compleja. Reservada, misteriosa, tímida con algunos, lleva su vida con secretismo. Ni siquiera me sugería de vernos, siempre era yo la que tomaba la iniciativa y eso lo detestaba. ¿Por qué no lo hacía ella también? ¿Por qué tenía que ser yo siempre la que daba el primer paso? ¿Y por qué tenía que ser yo la única vulnerable? ¿Por qué ella lo seguía llevando todo con secretismo a pesar de que nos conocíamos desde hacía años?

Nunca me dio una respuesta, pero me di cuenta tiempo después de que era todo por mi culpa. Yo la incomodaba, empezaba dramas por la mínima cosa, y eso le quitaban las ganas de contarme nada. 

Todo empeoró, pero una parte de mí quería intentar ser mejor amiga y cambiar. Sin embargo, un día tuvimos nuestra peor discusión y decidimos estar un par de días sin hablar para reflexionar sobre nuestra amistad. Unos días después, ella me escribió un mensaje diciéndome que ya no quería seguir con nuestra amistad. Yo, llena de ansiedad, decidí llamarla por teléfono, puesto que ella había borrado el mensaje (ni siquiera había podido leerlo del todo) y, obviamente, exigía explicaciones. 

Me contestó la llamada llorando y yo me sorprendí; Ashlee no se mostraba vulnerable conmigo casi nunca. Hablamos durante media hora y llegamos a la conclusión de que lo mejor para las dos era que no volviéramos a hablar más.

Y estaba de acuerdo. Nuestra amistad siempre iba a ser así, ciclos interminables de lo mismo. Quizá pudo terminar bien, en buenas condiciones, y no así de repente. Eso es algo que habría querido, pues no me gusta terminar las cosas mal. Pero lo que ha sido siempre será así.

Me di otra ducha purificadora (ya empezaba a convertirse en una tradición) y me senté. Pero ninguna lágrima cayó de mis ojos. Aquello me desconcertó, ¿por qué no lloraba si tanto me importaba y me dolía? No tenía ni idea.

ƸӜƷ

Habían pasado unos meses desde aquel fatídico día, y todavía no había derramado ni una sola lágrima. Quizá no me importaba tanto. Quizá solo me aferraba a los recuerdos y no a ella en sí. Quizá lo único que nos mantenía unidas eran las cosas que teníamos en común, y que sin ellas, ni el mejor pegamento del universo habría conseguido mantenernos juntas.

Por otra parte, estaba disfrutando de este tiempo para mí misma. No tenía amigos, y por una vez, no pasaba nada. No me daba vergüenza reconocerlo, porque a veces es necesario estar sola para averiguar quién eres y para mejorar como persona.

Es cierto que no tengo la mejor autoestima del mundo, pero si algo tengo es respeto por mí misma. Y tengo clara una cosa: ya no quiero a nadie en mi vida que no quiera estar en ella. 

Adiós, Ashlee.

Hola, soledad, vieja amiga. Volvemos a vernos.

La chica perdida #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora