|𝖀𝖓 𝖌𝖔𝖑𝖕𝖊 𝖉𝖊 𝖘𝖚𝖊𝖗𝖙𝖊|

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"La apuesta II"

Hace mucho tiempo que su garaje está vacío; el porche aceituna que reflejaba con intensidad la ciudad sobre su cofre había desaparecido, y las llaves que colgaban de la caja metálica en la pared ya no tintineaban con labor cada vez que las sacaba a influenciar por la carretera árida y enternecida de la capital. Ahora sólo quedaba la funda paladeada de un coche perdido en una apuesta. 

Sin más tiempo que perder, accedió a irse en el antiguo Corvette V8 de su padre: tan añejo pero bien cuidado por el hispano que no siempre le gustaba sacar. Siempre utilizaba el Porche negro que genuinamente le costó conseguir y cuidar para que un día en torno a una apuesta mal jugada, este lo perdiera sin rastros de un papel que indicara el vestigio de aquel coche. Cuanta rabia, cuanta decepción. 

Pues bien, se apresuró a arrancar atropelladamente desde los portales con furia y pesadez; casi arrancando el caucho de la entrada con los nuevos neumáticos que le había comprado al Corvette rojo de Azteca: convirtiéndolo ahora en un elegante transporte de remplazo. Los frenos cedían sin ningún problema a pesar de que la bomba hidráulica ya tenía más hollín que velocidad: y los parabrisas, ensimismados entre ellos como siempre adhiriéndose al cristal, puliéndolo cada que la lluvia espesa del bosque se asomaba por el valle. Ya no recordaba exactamente como se sentía conducir este artilugio automovilístico, si bien era de su padre y éste nunca lo dejó tomar el volante; se escapaba de vez en cuando con él para lucirlo ante los ojos de los citadinos en CDMX. 

Cautivados por el valor irreemplazable del coche, eran atraídos como amantes de la historia y se alegraban de ver un artículo tan viejo que se llegaban a tomar fotos con él. A México no le molestaba en lo absoluto, al contrario de su progenitor que amedrentaba a todo aquel que le pusiera un dedo encima a su precioso "Tonath" como lo había llamado hace años cuando lo compró. Poderoso y enigmático. 

Eso y más pensaba mientras los semáforos le indicaban que se detuviese; intermitentes y duraderos como constantemente lo eran en la Ciudad de México. Razonó pues, en ese lapso de tiempo, en la última junta que había tenido ONU con la comunidad de countrys; tocó en Caracas aludiendo al tema principal de Economía e Infraestructura para Venezuela, era necesario ver por él y unánimemente se acordó que la sede sería ahí. A decir verdad no fue tan mala, le alegró mucho al venezolano que acudiera el apoyo de la organización a pesar de sólo terminar con un apretón de manos fugaz. No pasaría de allí, un simple acuerdo. 

Y luego volvió al frente, a la constipada avenida recordándole que tenía que avanzar sino, el pelotón de coches que se amontonaba atrás empezaría con sus alaridos chilangos mentándosela por donde cupiera el tamaño de su grosería. Posterior a eso las fulgurantes antorchas se apagaron y el hombre que estaba dando el espectáculo especial de la mañana se retiró del semáforo no sin antes pedir la agradable limosna que casi siempre le daban. Arrancó con diez pesos menos en su cartera, tirando de los pedales para revindicar el camino al coloso edificio de la Siena. 

El reloj de la torre Latinoamericana también le susurraba a pequeños estribillos que su trasero debe estar en menos de 5 minutos en la cumbre, reiterándole con un severo y estridente campanazo que ya eran las 9 y cuarto de la mañana, así que no era opción llegar tarde a la junta de este año ¡y mucho menos con esa cara de aburrido que tiene! debía cambiarla cuando llegase a Siena. Como anfitrión debía preocuparse por la puntualidad y el porte, también para darle inicio como lo dictaba la perezosa tradición de ONU al catalogar las sedes de sus reuniones, le gustaba en cierta forma darle la importancia que muchos countrys no le daban a sus sesiones anuales. 

Eso, en conjunto con el enorme papeleo que le espera al llegar a casa le tensaban los ánimos y estrujaban su pecho; si por él fuera le llamaría a Chile el amigo incondicional que siempre era, y como buen pana le ayudaría a hacer el trabajo del miércoles sin rechistar, mientras él, acompañado de un pesado whisky comprendía lo que eran unas buenas horas de descanso. ¡Era lo que urgía en su vida! 

𝕺𝖓𝖊𝖘𝖍𝖔𝖙𝖘 || RusmexWhere stories live. Discover now