110

1K 63 3
                                    

—Nosotros también hemos tenido ese problema —murmura vane.

¿Oh? Miro a vanesa con la boca abierta al igual que lo hace el Detective Clark.

—Mi jefa de seguridad. Ella entrevistó a las cinco AP de Hyde.

—¿Y por qué hizo eso?

Vanesa le da una mirada acerada.

—Porque mi esposa trabajaba para él, y hago revisiones de seguridad sobre todas las personas que trabajan con mi esposa.

El Detective Clark se sonroja. Me encojo de hombros en señal de disculpa con una sonrisa que dice bienvenido a mi mundo.

—Ya veo —murmura Clark—. Creo que aquí hay más de lo que se ve, señorita Martín. Mañana llevaremos a cabo una búsqueda más exhaustiva de su departamento, así que quizás aparezca. Aunque al parecer no ha vivido ahí por largo tiempo.

—¿Ya han revisado?

—Sí. Lo haremos de nuevo. Una búsqueda de huellas dactilares esta vez.

—¿Todavía no lo han acusado por el intento de homicidio de mi compañera y de mí? —dice Vanesa suavemente.

¿Qué?

—Esperamos encontrar más evidencia relacionada con el sabotaje de su
helicóptero, Señorita Martín . Necesitamos más que una huella parcial, y mientras él esté en custodia, podemos construir un caso.

—¿Eso es por todo lo que vino hasta aquí?

Clark se eriza.

—Sí, lo es, ¿a menos que se le haya ocurrido algo más sobre la
nota?

¿Nota? ¿Qué nota?

—No. Se lo dije. No significa nada para mí. —vane no puede ocultar
su irritación—. Y no puedo ver por qué no podríamos haber hecho esto por teléfono.

—Creo haberle dicho que prefiero un enfoque práctico. Y estoy visitando a mi tía abuela quien vive en Elche … dos pájaros… un tiro. —Clark mantiene una expresión de piedra ante el mal humor de mi chica.

—Bueno, si hemos terminado, tengo trabajo que atender. —vane se pone de pie y el Detective Clark entiende la señal.

—Gracias por su tiempo, Sra. Martín —dice cortésmente.

Asiento.

—señorita Vanesa. —

vane abre la puerta, y Clark se va.

Me hundo en el sofá.

—¿Puedes creer a ese imbécil? —explota Vanesa.

—¿Clark?

—No, ese hijo de puta, Hyde.

—No, no puedo.

—¿Cuál es su maldito juego? —susurra Vanesa a través de dientes apretados.

—No lo sé. ¿Crees que Clark me creyó?

—Por supuesto que lo hizo. Sabe que Hyde es un retorcido hijo de puta.

—Eres muy insultadora.

—¿Insultadora? —vane sonríe—. ¿Es esa siquiera una palabra?

—Lo es ahora.

Inesperadamente ella sonríe y se sienta junto a mí, tomándome en sus brazos.

—No pienses en ese hijo de puta. Vayamos a ver a tu padre e intentemos hablar sobre el traslado mañana.

—Él fue firme al decir que quería quedarse en Elche y no ser una
molestia.

—Hablaré con él.

—Quiero viajar con él.

Vane me mira, y por un momento creo que va a decir que no.

—De acuerdo. Iré también. Anita  y sole pueden tomar los autos.
Dejaré que Ana conduzca tu R8 esta noche.

    ____________

Al día siguiente, Jesús está examinando sus nuevos alrededores; un aireado e iluminado cuarto en el centro de rehabilitación del Hospital en Madrid . Es mediodía, y luce somnoliento. El viaje, en helicóptero, lo ha
dejado exhausto.

—Dile a vane que aprecio esto —dice en voz baja.

—Puedes decírselo tú mismo. Estará aquí esta noche.

—¿No vas a ir a trabajar?

—Probablemente. Sólo quiero asegurarme de que te asientes aquí.

—Ve tranquila. No necesitas preocuparte por mí.

—Me gusta preocuparme por ti. —Mi móvil zumba.

Reviso el número, no es uno que reconozca.

—¿Vas a contestar? —pregunta Jesús .

—No, no sé quien es. El buzón de voz puede tomarla por mí. Te traje algo para leer. —Señalo la pila de revistas deportivas en la mesita junto a la cama.

—Gracias, Moni.

—Estás cansada, ¿no?

El asiente.

—Te dejaré dormir. —Beso su frente—. No vemos después, Papi —
murmuro.

—Nos vemos, cariño. Y gracias. —Jesús toma mi mano y la aprieta
gentilmente—. Me gusta que me llames Papi. Me hace recordar.

Oh, Papi. Le devuelvo el apretón.
Mientras salgo por las puertas principales hacia la SUV donde ana está esperando, oigo a alguien decir mi nombre.

—¡Sra. Martín ! ¡Sra. Martín !

Volteándome, veo a la Dra. Greene corriendo hacia mí, luciendo tan
inmaculada como siempre, aunque un poco agitada.

—Sra. Martín , ¿cómo está? ¿Recibió mi mensaje? La llame más temprano.

—No. —Mi cuero cabelludo pica.

—Bueno, estaba preguntándome por qué canceló las últimas cuatro citas.

¿Cuatro citas? La miro con la boca abierta. ¡Me he perdido cuatro citas!¿Como?

—Quizás deberíamos hablar de esto en mi oficina. Estaba yendo a
almorzar… ¿tiene tiempo ahora?

Asiento sumisamente.

—Seguro. Yo… —Las palabras me fallan.

¿Me he perdido cuatro citas?
Estoy retrasada para mi inyección. Mierda. La sigo en un estupor de regreso hacia el hospital y su oficina. ¿Cómo me perdí cuatro citas? Vagamente recuerdo que una fue cambiada, Hannah lo
mencionó, ¿pero cuatro? ¿Cómo pude perderme cuatro?

La oficina de la Dra. Greene es espaciosa, minimalista y bien equipada.

LIBERADA Où les histoires vivent. Découvrez maintenant