24 - Aguas termales

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Gracias, gracias y gracias. Todos los días siguen llegando un montón de lectores a la historia. ¡De verdad, gracias!

💞💞💞

Si aún no me siguen, les pido que por favor lo hagan. ¡No les llevará más de un minuto!

NaiiPhilpotts ⭐


La claridad es tan intensa que me abruma

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La claridad es tan intensa que me abruma. Soy incapaz de acostumbrarme a la luz solar luego de días de oscuridad. Para colmo, la corrida y mis músculos tirantes —que parecen sumergidos en ácido— no ayudan.

No puedo hilvanar un pensamiento coherente a causa de los jadeos. Mi respiración pita en mis oídos y creo que me voy a desmayar a causa de la falta de aire en cualquier momento. Mi profesor de Educación Física de la preparatoria estaría muy orgulloso de mí. He roto todas mis marcas y por distancias y tiempos totalmente abrumadores. No tengo ni idea de cuántos metros corrí, solo sé que mi meta fue dejar el hospital tan atrás como me fuera posible.

Y eso hice.

Mis ojos se clavan en el mar y mis zapatillas se entierran en la arena, lo que dificulta mis pasos. Me dejo caer de rodillas y mis manos se hunden en suelo dorado. Es una mañana estupenda y el clima es por demás agradable. Sé que en otro momento esto estaría atiborrado de personas que hacen ejercicio en la costa y personas que salen a pasear; los turistas serían pocos a causa de la temporada baja.

El arrullo del océano que rodea la isla es conciliador y me envía una calma anormal. No me siento sola al ver su magnitud, pues creo que todos nos sentimos insignificantes al observarlo.

Sonrío guiada por la nostalgia.

Después de estar tantos días bajo tierra, esto es un regalo maravilloso. Me aferro al collar que me regaló Gael y lo aprieto hasta que la cadena del relicario se clava en mis dedos.

No sé qué hora es, no volví a verla después de aquella crisis en los conductos de la ventilación. Sin embargo, por el sol, estimo que debe ser cerca del mediodía.

Camino hasta una palmera sin cocos y recuerdo que la última vez que estuve en esta playa fue en una fiesta hace casi dos meses. Me senté, cansadísima por mi ineptitud para usar tacos en la arena, había bebido varias piñas coladas como para reírme lo suficiente de cualquier cosa, pero no como para olvidar mi nombre y vomitar hasta las tripas.

Sonrío con amargura y, cuando el océano deja de hipnotizarme, me atrevo a mirar hacia la ciudad. Desde dónde estoy, puedo ver la cúpula de la antigua iglesia que está dentro de las inmediaciones del hospital y, a su lado, la gigantesca mole de concreto abandonada. El paso del tiempo sin habitantes ha comenzado a hacerse visible y la naturaleza está recuperando lo que es suyo por derecho.

El hospital está construido cerca de la costa, calles más arriba. Y a pesar de que está a casi un kilómetro, aún no me siento a salvo. Sin embargo, la tranquilidad no tarda en adueñarse de mi cuerpo y mis sentidos. A la redonda no escucho ni veo nada extraño. Pero la espina de la alerta está clavada en mí; me es imposible sacarme de la cabeza a las criaturas y los drones. Cualquier silbido extraño, cualquier cambio en el viento me hace girar con una desesperación que moviliza todos los sentidos.

SolaWhere stories live. Discover now