41. Sentir

2.7K 439 237
                                    

❌TRIGGER WARNING❌ 

En este capítulo se mencionan temas relacionados con el suicidio. 

Leer bajo discreción. 

Este es uno de los capítulos ⚡MÁS IMPORTANTES ⚡para mí como autora. ¡Y el más largo hasta el momento! Por favor, denme todo su apoyo. 🥺🙏🏻 

No se olviden seguirme en mis redes. 🤳🏻

Durante el comienzo de la primavera, la isla suele ser asolada por una tormenta helada que es conocida como Tatiana

Hoppsan! Denna bild följer inte våra riktliner för innehåll. Försök att ta bort den eller ladda upp en annan bild för att fortsätta.

Durante el comienzo de la primavera, la isla suele ser asolada por una tormenta helada que es conocida como Tatiana. Es el último vestigio de las temperaturas bajas y, a veces, se puede tornar desoladora. Creí que me tocó vivirla tras el incidente de las oficinas de Shapes.

Pero no; debo haberlo sentido así a causa de mi debilidad.

Comenzó a llover al dejar el mall y el regreso transcurrió en un inalterable silencio. Por increíble que parezca, no me resultó tortuoso ni incómodo. Al contrario, se trató de un momento confortable y cálido, uno que contrarrestaba con el viento gélido que soplaba en el exterior.

La lluvia repiqueteaba con intensidad contra el vehículo y lo único que se oía, además de nuestras respiraciones, fue el recorrido de los limpiaparabrisas para apartar el agua de los cristales. De vez en cuando, descubrí que Gabriel me miraba de soslayo con una sonrisa boba en su rostro. Se la correspondí.

Pero ninguno de los dos se atrevió a hablar. Lo sentí irrespetuoso, como si se tratara de interrumpir a un amigo que está contando una historia que es muy importante para él. Además... ¿qué podíamos decir?

Al llegar al refugio, Gabriel insistió en que yo podía bañarme primero, si quería. Acepté, aún sin mediar palabra alguna. Él me dijo que no tenía problemas en aguardar, pues prefería acomodar las provisiones y empezar a hacer la cena.

Volví a asentir.

Ahora, sentada en la bañera, dejo que la lluvia caliente borre cualquier rastro de resquemor causado por lo que vivimos en las horas anteriores mientras la lluvia helada desata su furia sobre la isla. Veo la rasuradora a un costado y deslizo las manos por mis piernas. Se siente extraño verlas sin vellos, sobre todo, sentir la piel tersa al tacto. En algún punto, llegué a extrañarlas así y no con la pelusilla incómoda que las recubría.

Paseo mis dedos, una y otra vez, por mi piel mientras tomo fuerzas para incorporarme. Noto que he perdido el tono levemente tostado de mis días en la playa y que las vendas me dejaron una marca verdosa, vestigio de un moretón pasado. Debí de haberlas apretado demasiado, pero no recuerdo cuándo.

Recorro mis nuevas cicatrices y las memorizo. Son de un color rosado pálido y tienen un relieve sensible al tacto; hace tiempo podía presumir que no tenía ni una sola marca, ni siquiera la típica cicatriz en la rodilla que caracteriza al noventa y nueve por ciento de las personas. Sin embargo, no soy capaz de decir que las aborrezco. Adornan mi cuerpo de la misma manera que lo hace mi tatuaje: cuentan una historia.

SolaDär berättelser lever. Upptäck nu