Capítulo 9 - El devoto de Engarama

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Shasmel tuvo que recurrir a todo el dominio de sus músculos faciales para no mostrar el espanto que sintió al descubrir los ojos del hombre que lo seguían. Sus pupilas estaban clavadas en él con intensidad, cargada de un juicio duro. Lo reconoció al instante. Era el criado público con el que se había encontrado en el pasillo de sus dependencias.

Contuvo la respiración una milésima de segundo y mientras le daba algo más de tiempo a sus corazones para que regularan su bombeo acelerado, sonrió. No olvidó poner algo de desprecio en el gesto, manteniendo la fachada hasta el último instante.

—¿Se ha perdido, siervo de miles?

Un escalofrío húmedo le recorrió la espalda, erizándole el vello de la nuca. El hombre frente a él no se había ofendido por ese apelativo despectivo que solían usar los militares contra los criados públicos. Por el contrario en su rostro podía percibir algo de agrado, como si sus maneras le hubieran complacido, y eso no tenía ningún sentido.

—Quizás sea usted quien se haya perdido, mi piadoso señor.

Shasmel sabía reconocer una insinuación cuando la escuchaba, sin embargo no alcanzó a descifrar qué había querido decir al errar el título, y más con uno que llevaba tantos siglos en desuso en el cuadrante Persei. Sin embargo había otras prioridades a las que atender, mucho más importantes que un juego de palabras: No podía permitir que nadie se enterara de sus actividades o su honor quedaría gravemente manchado, y en estos casos, como bien sabía, lo único que funcionaba era el soborno.

—¿Qué es lo que quiere?

—Alguien desea verse en privado con usted. Si fuera tan amable de acompañarme… No hay motivo por el que nadie deba saber lo que hizo antes del desayuno, mi señor, ni después de él.

—Claro —susurró, pero no se movió.

No le gustaban sus palabras, ni la forma en que las pronunciaba. No le había gustado esa insinuación de que sus asuntos quedarían en secreto a cambio de que lo que ocurriera con la persona que lo llamara también fuera secreto.

Comprendió de inmediato dos cosas, que el hombre no era un criado público, y probablemente tampoco ningún otro tipo de criado, y que no había estado esa mañana en su pasillo por casualidad. No sabía a qué tipo de intrigas se le estaba invitando, aunque sospechaba que tenía que ver con su contacto con los humanos y la negativa de los embajadores a reunirse con el resto de narsianos, pero estaba seguro de que no quería participar en ellas. Nada que implicara a un hombre disfrazado de criado para dar con un noble era un negocio limpio. Si así fuera, un criado de verdad habría bastado. Ese hombre, por tanto, tenía que tener otras habilidades importantes, y dudaba que fueran relacionadas al diálogo o la cortesía. La forma en la que mantenía las manos cruzadas sobre su cintura, muy cerca de donde algunos cuerpos militares llevaban sus dagas, se lo decía.

—¿A dónde debería llevarme?, si lo puedo saber.

La sonrisa en el rostro del falso criado se volvió altiva.

—No. No, mi piadoso señor. Si pudiera saber su ubicación, habría bastado con una carta de invitación. Me temo que vamos a tener que recurrir a una inyección de somnifina para esto. Si quiere un consejo, no intente huir precisamente ahora —señaló con la barbilla hacia Shasmel, o más bien hacia el pasillo que había tras él, y descruzó los brazos dejando escuchar el acero desenvainándose—. Me daría veinte metros de línea recta para elegir en qué parte del cuerpo acertarle, y eso, teniendo en cuenta las capacidades físicas del noble señor que más rápido ha corrido delante de mi hasta la fecha, son cosa así de dieciocho segundos.

Shasmel dio un paso atrás, congelando la sonrisa en el rostro y meditando sobre los pros y los contras de permitir que lo dejaran inconsciente. Nunca se había planteado la idea de que alguien quisiera secuestrarlo para pedirle un rescate a su familia; había familias con más dinero y menos herederos que tenían prioridad para cualquier secuestrador, sin embargo en ese momento la idea no se le iba de la cabeza. No podía ponerse en manos de un desconocido sin más y esperar que todo terminara bien para él.

Sangre azulDove le storie prendono vita. Scoprilo ora