3 - Sospechas

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El muchacho despertó inundado por una tenue luz. Abrió los ojos, desorientado, percatándose de que se hallaba sobre una mullida cama cerca de una ventana con los postigos abiertos. Fueron necesarios unos pocos segundos para reconocer su habitación, limpia y ordenada, como acostumbraba a estar. Volvió la cabeza hacia su derecha y allí encontró en una silla junto a su lecho, a su madre Agnes. Junto a ella y de pie se hallaba un señor al que Hasnik no conocía de nada, de mediana edad, calvo y con barba. Portaba un gran bolso de cuero colgado del hombro; le miraba fijamente, con el semblante serio. El joven aunó fuerzas para recostarse en la cama, pero al instante notó un agudo pinchazo en la zona central de la espalda que pasó a extenderse por todo el cuerpo. Lentamente volvió a la posición inicial mientras su madre le hacía gestos para que no se moviera de su lecho. Entonces Hasnik comenzó a recordar. Las imágenes de la noche anterior, el bosque, esas horrendas criaturas saliendo de las ruinas, el lobo, ratas, murciélagos... Luego le llegó, más difuminada, la situación en la que se vio inmerso de manera indirecta mientras regresaba herido y con pocas fuerzas a la villa: luces en el muelle, flechas silbándole junto a la oreja, sus compañeros, Archâ ayudándole... Todo le pareció un mal sueño, pero reaccionó de forma automática al pensar en ese nombre, reincorporándose, y aguantó el dolor a la vez que interrogaba súbitamente a los presentes buscando información acerca de su amigo.

-Archâ está fuera de peligro -contestó Agnes esbozando una sonrisa-. Recibió un golpe en la cabeza, pero nada importante. Estuvo toda la mañana contigo.

Aquello pareció tranquilizar al muchacho, que giró la cabeza para mirar por la ventana. La oscuridad iba llenando los recovecos de cada calle, obligando a regresar al calor de sus moradas a los pocos que se habían atrevido a salir tras la nefasta jornada anterior. Hasnik no sabía en qué fijar su mente. Sinceramente, le preocupaba más lo que había visto en el bosque de Lil que la revuelta, aunque se preguntaba si los vampiros llevarían allí desde la creación del mundo o si se habían aposentado esa misma semana. El curandero llamó la atención del joven, que se movió bruscamente haciéndose daño en el cuello.

-Te libraste por muy poco -comenzó acercándose a él. Seguido, se volvió hacia la mujer y la interrogó con la mirada. Esta entendió perfectamente el mensaje; abandonó la habitación de mala gana, dando un portazo. El extraño taladró esta vez a Hasnik con sus saltones ojos, aguardando alguna respuesta que el muchacho no supo responder. Aguantó su mirada hasta que se cansó y comenzó a caminar en círculos por el lugar. Tras una vuelta, se libró del bolso dejándolo junto a la pared y siguió a lo suyo sin olvidarse del herido. Segundos después rompió el silencio.

-Eres muy resistente al daño físico, ¿lo sabías? Apenas hay constancia de que anoche una flecha te atravesó la pierna -expresó en un tono amargo-. Puedes contármelo, nada saldrá de aquí.

Hasnik no supo a qué se refería en concreto, pero optó por revelarle todo lo acaecido en la floresta.

-Allí había ratas, murciélagos, lobos...y tres vampiros que a punto estuvieron de acabar con mi vida. -El tipo se detuvo en seco soltando una risotada mientras observaba el piso; después, volvió sus ojos hacia el chico-. Me desconcierta esa frialdad con la que cuentas tus hazañas. -Remarcó la última palabra haciendo aspavientos con la mano-. Por lo que cuentan, te enfrentaste a ellos y les diste muerte. Kjell y una veintena más hicieron una batida por el bosque tras ver el aspecto que tenías cuando atravesaste el arco de piedra. La guardia puede estar tranquila con un soldado como tú.

-Gracias...

-Olfkin, ese es mi nombre, de Liohp -lo interrumpió, arrogante, dejándole con la palabra en la boca.

El joven se llevó la mano derecha a su cuello y palpó el lugar donde el vampiro lo había mordido.

-Cuando llegaste estaba casi cerrada. Ni la más mínima huella ni rastro de que tuvieses una herida, salvo la sangre de tu uniforme. -El tipo se acercó hasta estar a varios palmos de él y lo taladró de nuevo con sus ojos-. ¿No sabrás cómo pudo ser, verdad? -emitió con sarcasmo.

Matabrujas - El Caminante de AswadWhere stories live. Discover now