Capítulo 38

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Narra Alai.

Volví a Mardel después de pasarme todo el fin de semana en el apartamento de Benja. Me gustaba estar ahí, escribir mi novela, tomar café en sus tazas de Disney, dormir en su cama, ver las estrellas en la pista... Lo extrañaba demasiado y sabía que me veía por las cámaras. Hace cinco meses que lo espero y siento que pasó una eternidad pero estoy bien. Ir a terapia me ayudó mucho este tiempo, para sanar mi culpa, para entender mis sentimientos y para seguir adelante.
Sé que tengo que ponerme en su lugar porque Lucas es como un hermano para él y no debe ser nada fácil lidiar con la culpa de amarme y de haberme besado.
La terapia también me hizo entender que yo tampoco estaba lista para empezar nada con nadie, que mis inseguridades iban a destrozar cualquier relación que quisiera construir. También entendí que la culpa puede ser más fuerte que el amor y que Benja puede mantenerse alejado el resto de su vida de mi, aunque yo tengo esperanza... Mientras tanto decidí vivir porque una cosa es esperarle por amor y otra pasar el resto de mis días llorando en la cama.
Mi relación con Lucas está terminado de sanar, siento que ya apenas me duele saber que está con la persona con la que me fue infiel y hasta incluso lo puedo llegar a entender. Mantuvimos alguna conversación fugaz sobre cómo nos iba la vida pero él nunca me habló de Blanca ni de Benja... Tampoco hablamos de nosotros.

Cuando llegué a casa, me puse un bikini y agarré una toalla para ir directa a la playa. Necesitaba darme un chapuzón y despejar un poco mi cabeza. Cuando crucé vi a Pablo con su tabla de surf y comiendo un helado.

—¡Hola Pablito!
—¡Ey, Alai! —sonrió y me dio un beso en la mejilla —¿Cómo estás?
—Bien, vení a tomar un poco el sol aunque ahora que te veo comer un helado, pediré uno.
—Deja que te invite, por favor.

Acepté que me invite a un helado de chocolate con crema, nos fuimos a sentar cerca de la orilla y charlamos. Como hacíamos todas las semanas casi desde que llegué.
Pablo me hacía sentir segura, me transmitía paz y tranquilidad. Era una gran persona y si bien fue mi primer amor, en mi interior, no había sentimientos hacia él más que un poco de curiosidad sobre cómo sería volver a tener relaciones juntos. Una atracción sexual, no sólo porque era lindo, sino por lo que habíamos tenido.
Pablo me había integrado en su grupo de amigos, a la mayoría ya los cocina de cuando éramos adolescentes, pero ahora estaban las novias de varios de los chicos. Entre ellas Rocío, quien se había vuelto un pilar fundamental para mi.

—Vete a hacer el tonto con la tabla, como hace Omar, y deja hablar a las mujeres —le dijo cuando se sentó a mi lado.
—¡No hacemos el tonto! —se quejó y se cruzó de brazos como un niño pequeño lo que provocó nuestra risa —¡Esperamos la ola perfecta!
—¡Pero si el mar está más liso que mi pelo! —siguió Rocio.
—Me voy pero porque yo quiero —agarró su tabla y se metió en el mar.
—Omar me dijo que Pablo no dejó de hablar de vos en todo el fin de semana.
—¿Ah si?
—No te hagas la loca.
—Algo me despierta.
—¡Ganas de sexo!
—Puede ser.
—Y si, si hace demasiado que no lo tienes.
—El satisfayer es maravilloso, te lo dije mil veces pero si... A veces estoy con las hormonas bastante descontroladas y Pablo ne genera confianza.
—Si se lo pides no te va a decir que no.
—No voy a pedirle tener sexo, es muy frío todo.
—Somos gente adulta, podemos tener sexo con otra gente adulta sin más, no digo que sea justo él pero tenés un abanico de posibilidades.

Sabía que Rocío tenía razón pero nunca fui capaz de acostarme con alguien con quién no tuviera algo más que una atracción así que fijarme en Pablo, con quién ya había estado, no era raro para mi.

Narra Benjamín.

Después de hacer los últimos arreglos al coche de Delfina, me fui a la cafetería que tenían dentro de las instalaciones en la que estábamos trabajando. Me pedí un café y me senté a esperar. La camarera, una rubia altísima y despampanante, intentaba llamar mi atención desde el primer momento que nos cruzamos cuando vinimos a Alemania por primera vez hace unos meses. Me la pasaba entre Madrid y Berlín pero todavía no había vuelto a estar con ninguna mujer.

—Salgo en dos horas —me avisó después de rellenar mi taza.
—Te espero fuera, mi coche es un audi rojo —tomé el café y volví con todos a ver como Delfina volvía a batir du propio récord.

Cuando terminé, me fui a quitar el mono de trabajo, me di una ducha y me puse un jean oscuro y una camisa blanca que había dejado en la taquilla. Me tiré un poco de perfume y salí a esperar a aquella rubia de la que no sabía ni el nombre.
Salió a los pocos minutos, le hice luces para que viera que era yo y enseguida se subió al auto.

—Soy Hannah —me dijo cuándo se puso el cinturón de seguridad.
—Benjamín.
—Lo sé —sonrió.
—¿Te parece bien si vamos a algún hotel cerca?
—Si, claro ¿Podríamos tomar algo antes? Conozco un sitio muy bueno.
—Si, puedes ponerlo en el GPS. Hablas muy bien español.
—Mi padre es español, de Asturias pero yo nací aquí en Alemania.
—Hannah, la verdad es que me pareces preciosa pero quiero dejarte claro que amo a otra mujer. No estoy buscando nada serio.
—Está bien, gracias por la sinceridad.
—Igual ir a tomar algo antes me parece bien. De todas formas, podemos dejar lo de ir a un hotel sino te sientes cómoda.
—No, no está bien. Me apetece acostarme contigo desde que te vi —confesó —¿Dónde está mujer que amas?
—En Argentina.
—¿Y que pasa que no estás con ella?
—Es un amor imposible.

Después de tomar unas copas, reservé una habitación para que pasemos la noche juntos.
No pude evitar pensar que esa mujer a la que estaba haciendo gemir en aquella cama de hotel, era Alai.

Mientras Hannah se daba una ducha, me metí al WhatsApp y desbloque a Alai para ver su foto de perfil. Tenía una foto en la que salía de espaldas, estaba sentada en la pista mirando las estrellas. Le di a su perfil y leí en su estado "Te espero mirando las estrellas que vieron crecer nuestro amor"
Contuve mis ganas de hablarle y volví a bloquearla.

—Es más importante tu amistad con Lucas, no te olvides —me dije a mi mismo en voz alta y me serví otro vaso de vodka.

—Es más importante tu amistad con Lucas, no te olvides —me dije a mi mismo en voz alta y me serví otro vaso de vodka

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