Capítulo 43

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Narra Alai.

Cuando me desperté al mediodía, me sentía tan feliz que no podía creerlo. Se habían acabado las lágrimas, la distancia, el dolor, la culpa y la espera. Ahora solo nos quedaba reencontrarnos desde el amor que sentíamos para comenzar algo nuevo y distinto. Miré como dormía a mi lado sin dejar de agarrarme de la cintura. Durante las horas que dormimos nos fuimos buscando constantemente para sentirnos cerca. Me sentía feliz y enamorada.
Le di un beso en la cabeza y me levanté para hacerle el desayuno. Al poco tiempo bajó a la cocina.

—¡Te iba a llevar el desayuno a la cama! —me acerqué para besarlo.
—Es que la cama estaba muy fría sin vos —sujetó mi cara entre sus manos y me besó.
—Hice tostadas, no tengo gran cosa para desayunar.
—Tostadas está bien —se sentó y le pasé la mermelada de fresa junto con una taza de té.
—Te tengo que contar lo que pasó estos meses... Lo que hice con Pablo.
—No —me interrumpió —. No me interesaba saber que pasó con Pablo o con otros. Quiero saber que sentiste al verme, al besarme... Después de tanto tiempo. —sonrió.
—Que te quiero y que me da igual si existen mil vidas después de esta... Yo quiero estar con vos ahora, en esta vida, en este momento... Lo tengo muy claro. Te quiero y quiero hacer las cosas bien, despacio pero juntos.
—. Le contesté mirándole a los ojos.
—Bueno, entonces empecemos con nuestra primera cita —sonrió y volvió a besarme —Al atardecer en el tejado del edificio abandonado.
—Vaya lugar para una primera cita —. Reí
—Te voy a sorprender —. Acarició mi mejilla y yo le di un ligero beso en los labios.

Desayunamos y mientras nos pusimos al día sobre estos meses. Trabajo, anécdotas, ideas de futuro... Me encantaba poder hablar con él de mi libro. Había sido mi escape para sanar las heridas. El libro hablaba de mi, de mi relación con Lucas y mi amor hacia Benja.

—Después de la muerte del personaje de Lucas nosotros nos alejamos y hacemos nuestras vidas por separado durante algunos años.
—¿Años? ¡Menos mal que eso no ocurrió!
—Tenía que cambiar la historia y hacerla más interesante —sonrió y acabé mi té —Matar a Lucas le daba un giro más dramático y ahora que está bien, feliz y va tener una familia, no me siento mala por matarlo en mi novela —reímos.
—Siempre creí que vos ibas a ser la madre de sus hijos.
—Nunca me vi siendo madre, la verdad ¿A vos te gustaría tener hijos?
—Me encantan los niños pero prefiero ser tío. No me veo siendo padre, me gusta demasiado mi libertad.
—Yo creo que ser madre es muy difícil y debería ser una elección muy pensada y premeditada.
—Si en algún momento queremos hijos, nos saldrán preciosos —sonrió y me dio un beso.

Cuando acabamos de desayunar, Benja se acercó a mi y me empezó a besar.
La temperatura estaba aumentando pero cuando llevé mi mano a su entrepierna me detuvo.

—Tengo que irme... —mordió con delicadeza mi labio inferior —Quiero preparar todo para nuestra cita. Vos relajate y esperá mi mensaje —me besó apasionadamente. —Te quiero.
—Te quiero más —sonreí.

Me sentía plena, feliz y con ganas de dejarme llevar por el amor.

—¡Fue increíble! —les conté a las chicas en videollamada.
—Menos mal que Lucas se hizo a un lado porque sino Benja... Creo que su culpabilidad le habría ganado —dijo Alba mientras amamantaba a Mia.
—Tarde o temprano iba a pasar, están destinados —añadió Euge.
—Me alegra mucho por vos amiga, a ver si ahora volvés a casa y te tenemos más cerca —añadió Emi.
—La verdad es que me gustaría quedarme acá. Me hace feliz estar cerca de la playa y en esta casa...
—Bueno entonces tendremos que ir a verte varios fines de semana. —dijo Euge.

Después de que las chicas me ayudaran a elegir mi conjunto, me preparé para ir a verlo. Ya me había enviado un mensaje de que estaba ahí. Dejé el coche aparcado en un lateral y empecé a subir las escaleras hasta la azotea mientras sentía un cosquilleo en el estómago. Cuando abrí la puerta, había unas mantas en el suelo, unos cojines y unas luces cálidas alrededor metidas en frasquitos de cristal. A un lado una mesa plegable con comida, vino y un ramo de jazmines blancos y amarillos.

—¿Te gusta? —.Me preguntó al oído cuando se acercó por detrás.
—No puedo creer esto, es tan lindo —. Me giré y lo besé.
—Te traje frutillas con chocolate —. Sonrió y me acomodó un mechón de pelo —. Estas muy linda.

Me alejé un poco de él y le di un empujoncito cuando intentó acercarse. Llevaba un vestido negro que se ataba con lazos en los hombros así que desate esos lazos y lo dejé caer al suelo. Debajo, no llevaba nada.

—Dejé la ropa interior en el coche —. Me mordí el labio —. Era para ahorrarte el trabajo.
—Me volvés loco —. Me dijo cuando se acercó, me sujetó de la cintura, pegándome a su cuerpo, y pude sentir que me deseaba.

Le desabroche la camisa sin dejar de besarle, se apartó para quitarse los pantalones y la ropa interior, sin apartar la mirada de mi cuerpo y nos tumbamos en las mantas.
Estaba tan nerviosa como la primera vez que hice el amor y no sabía el motivo si ya lo habíamos hecho varias veces en las últimas horas...
Me temblaba todo el cuerpo y me sudaban las manos.  Acarició mi mejilla, pasó su dedo pulgar por mis labios y provocó que la piel se me pusiera de gallina. Me puse encima de él para besar su cuello, sus hombros, su pecho...

—Deseo sentirte —. Le dije mirándolo a los ojos.

De un movimiento, me colocó debajo de él y empezó a besar mi cuerpo muy dulcemente.

—Nunca sentí esto —. Puso mi mano en su pecho —. El corazón tal acelerado por algo más que sexual.
—No hables más —. Le pedí y lo envolvi con mis piernas para atraerlo hacia mi y que me hiciera suya.

Tener sexo es placentero, uno puede separar el sexo de los sentimientos pero nada se compara con hacer el amor con la persona que amas. La torpeza, los gemidos, los besos, los choques de nariz, las caricias y hasta las palabras más cerdas del diccionario se viven de otra forma. Se siente distinto porque los cuerpos desprenden una magia única.

Nos quedamos abrazados, enrededados y tapados con la manta después de comer. Ya era de noche pero las luces de los frascos y la luna, iluminaban lo suficiente.

—¿En qué piensas? —Le pregunté mientras le daba besos en la mejilla.
—En que desearía que se detenga el tiempo y congelar este instante...
—Yo también.
—Quiero quedarme a vivir acá, en mi casa, obviamente. No voy a invadir tu espacio tan rápido... Pero quiero que estemos cerca y supongo que no querrás volver al barrio.
—La verdad es que prefiero quedarme acá, si... Y me encantaría poder verte todos los días despertando en mi cama. No me sentiría invadida para nada.
—Entonces pienso ir a dormir a tu cama cada noche.
—Te quiero. —Volvió a besarme.

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