Capítulo 3

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Ese monstruoso sonido fue lo que agresivamente deshizo mi abrazo con Morfeo y me sacó de mis más profundos sueños. Mis párpados se despegaron lentamente y sentí que mi cuerpo recobraba los sentidos a medida que mi respiración se aceleraba. Fue cuando pude ser consciente de que un nuevo día se hallaba ante mí cuando la sangre que corría por mis venas se encendió en abrasadoras llamas. La corriente llegó a mi corazón como si un rayo me hubiera alcanzado y descubrí que, de nuevo, me sentía atrapada entre mis sábanas, flotando por mis pensamientos lo agotador que me parecía tener que apagar el dichoso despertador.

Giré mi cabeza sobre la almohada y me quedé mirando la mesita de noche que había al lado de mi cama. Algo no parecía correcto, no sabía qué, pero aquella mañana era diferente.

¿Aquella mañana era diferente? ¿Cuántas mañanas llevaban siendo iguales sin que me diera cuenta?¿Cuántas mañanas seguidas me había despertado en una completa oscuridad y había esperado a que mis lágrimas me hundieran en otro inquieto sueño? Me horrorizó mi propio pensamiento, pues no tenía ni la más remota idea, y fue la incertidumbre lo que me hizo sentir como si me encontrara en un barco en alta mar una noche de fuerte oleaje.

No podía pasar otro día en la penumbra, en aquel frío y opaco rincón. Busqué de nuevo el interruptor de la luz, y aún después de haberlo investigado incontables veces, no obtuve respuesta. ¿Qué era lo que tenía que hacer?

Mis piernas no podían moverse. No podía salir de la allí. Intenté huir de entre la confortable ropa de cama pero mis esfuerzos se vieron rotos por la inmovilidad de mis miembros inferiores. ¿Qué estaba pasando?

- ¡Ayuda!-Traté de gritar.

Las palabras no salieron de mi boca, mis cuerdas vocales habían decidido que aquel era el momento oportuno para dejar de funcionar.

-¡Por favor!-Intenté de nuevo.

Encerrada en lo que parecía la más oscura de mis pesadillas traté de mantener la calma. Aquel sueño me había perseguido durante toda mi vida, aquella incapacidad me había atormentado las noches desde que era una niña.

Me encontré a mi misma tratando de controlar mi respiración, pero para mí sorpresa, el aire no pasaba. Intentaba no asfixiarme, pero sentía como cada célula de mi organismo se quedaba sin oxígeno.

Flexioné mi cuello hacia atrás y dejé caer mi cabeza en señal de rendición y fue cuando abrí los ojos mirando hacia arriba cuando la luz se dio como si por arte de magia hubiera sido. Aquel cambio de luminosidad hizo que mis ojos parpadearan al ser pillados por sorpresa.

¿Qué estaba pasando? Reconocía que hasta entonces, y repetidas veces, había despertado indefensa en aquella estancia, donde mi único acompañante había sido el angustioso miedo que había sentido cada una de las veces que me daba cuenta de que estaba volviendo a pasar. Sin embargo, las luces jamás se habían encendido, y menos por sí solas.

Aquella pesadilla me perturbaba diariamente, pero de alguna manera esta vez mi persona había ganado, había avanzado en el juego de mi mente. Quizá, y como en más aspectos de la vida, hacía falta buscar de manera diferente, cambiar el punto de vista, literalmente.

Recorrí con mi vista aquel lugar en busca de alguna respuesta y lo que encontré fue algo digno de describir. Un lugar oscuro y tétrico me rodeaba. El color brillaba por su ausencia más allá de la cama donde me encontraba y las paredes del pequeño y claustrofóbico habitáculo parecían haber sido arañadas por criaturas de alguna historia de ciencia ficción. El terror nocturno que había estado experimentado de pronto se había convertido en una película con la que Expediente Warren quedaría avergonzada y el frío me había invadido por completo.

Me puse la mano sobre la boca horrorizada. La única luz que dibujaba las siluetas del lugar provenía de un pequeño candelabro que colgaba del techo, mientras el resto de la habitación esperaba sombrío sin recibir estímulo visual del exterior, pues no había ventanas.

Un caballo de madera se balanceaba sobre una alfombra rasgada del color del fruto de la viña más oscuro. Un escalofrío recorrió mi cuerpo dejándolo con los pelos de punta.

- ¡Ayuda! - Conseguí gritar esta vez.

No sabía si aquello sería en vano, podría estar perdida perfectamente y no sabía cual iba a ser mi siguiente movimiento.

Mi instinto de supervivencia hizo que saltara de la cama y pusiera los pies sobre el chirriante suelo de madera.

Aquel lugar había sido una habitación infantil sin duda, pero parecía formar parte del decorado de una película de terror. Donde había habido color, se había apagado. Donde, por supuesto, había habido Luz, ya no la había. Y en aquellos lugares donde la tela algún día había resultado hermosa, entonces se había deshecho en mil pedazos.

Nada tenía de parecido el cuarto a la habitación que yo recordaba. Aunque, realmente no recordaba mi habitación, si es que yo alguna vez había poseído una. De nuevo una oleada de pánico me atravesó de pies a coronilla; no recordaba nada de mi pasado, ni siquiera mi nombre.

MENTAL #PGP2023Where stories live. Discover now