Capítulo 4

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De repente me sentí tan extraña que hasta mi propio cuerpo no parecía mío. ¿Cómo podía estar ocurriendo semejante hecho?¿Quién era yo? Quizá aquel lugar era mi hogar y yo simplemente no me había dado cuenta. Quizá aquellos arañazos no eran extraños y encajaban a la perfección con las uñas de mis dedos.

Corrí desesperada hacia la puerta de madera oscura que se situaba en frente de mí y la traté de abrir, siendo inútil mi movimiento; en semejante situación habría sido una sorpresa que la escapatoria fuera por la forma rápida y fácil. Aporreé la puerta con los puños gritando palabras que ni siquiera recuerdo, no podía pensar. Entendí que la habitación no era mi elección, ya que estar encerrada en ella no indicaba voluntad.

El fuego de mi interior ya causaba quemaduras de tercer grado en mi corazón, sentía como mis pulsaciones iban a despegar. Mi cabeza no daba a basto, demasiadas preguntas sin respuesta, demasiadas incógnitas que se habían abierto paso abruptamente.

¿Qué era aquél lugar?¿Cómo había llegado hasta allí? Y la que más me perturbaba; ¿Cómo demonios me llamaba?

Me miré las manos y me di cuenta que ni apariencia recordaba. Me apresuré hacia un pequeño y antiguo espejo roto que había sobre un tocador y pude conocer el rostro que acompañaba a mi alma.

Como si estuviera observando a un buen amigo del pasado recorrí mis facciones con mis ojos, los cuales eran tan oscuros como la negrura que acompañaba mi alrededor. Era una mujer de unos 22 años, joven, pero con algunas arrugas ya instauradas en mi frente. Mi pelo caía sobre mi espalda alcanzando algo más que mis hombros y removiéndose entre rizos oscuros.

Una tez pálida y sin demasiadas imperfecciones se veía apagada y algo delgada, quizá demasiado. Mis ojos y mi pelo no eran lo único del color de la noche, pues a ellos se les agregaban unas ojeras que a cualquiera que me hubiera visto habrían asustado.

Una lágrima cayó por mi ojo derecho cuando miré el reflejo de una persona que realmente no conocía. Al parecer mi ojo izquierdo estaba reservando sus lágrimas para un peor momento.

- ¿Qué hago?-Me dije a mí misma.

El lugar además de tétrico, era gélido y fue entonces cuando me di cuenta de que estaba temblando de frío, pues tan solo un fino pijama de color claro me recubría el cuerpo. Agarré las coloridas sábanas, lo único que parecía tener vida en la estancia, y me las pasé por encima a modo de abrigo. Conseguí algún sentimiento reconfortante.

Me acerqué a las paredes arañadas y pasé mi mano por los arañazos. Eran algo difusos y desordenados, no se podían contar con exactitud, pero cubrían casi por completo la pared en donde se hallaba la puerta que conduciría hacia un exterior que no conocía. El resto de muros del cuarto estaban completamente vacíos, como si los cuadros que antes había albergado hubieran sido borrados del mapa, pues aún quedaban colgadores que así lo indicaban. Era extraño, muy extraño que todo fuera parte de una película de los años 20, donde el blanco y negro era el protagonista, menos la cama y la mesita de noche. ¿Qué tipo de loco había hecho eso?¿Qué tipo de loco me había metido ahí? Entendí que me habían secuestrado, pero no sabía hacía cuanto ni por qué, y sobre todo, cómo era que no me acordaba de absolutamente de nada.

Pasé horas tratando de descifrar la única manera de salir de allí, de cómo abrir la puerta. Aquel bloque de madera ni siquiera se dignaba a tener una cerradura y su pomo estaba más atascado que cualquier persona en mi misma situación.

Envestí la puerta varias veces, de hecho, los rasguños y moretones que empezaban a asomar sobre mi hombro y brazo derecho pedían a gritos que parara, pero no veía otra alternativa.

Me había empeñado en abrir esa puerta, y lo iba a hacer. Entre lágrimas y temblores rompí el espejo, y me corté a mí misma sin querer, al intentar apuñalar la puerta buscando romper la más mínima expresión de la misma, pero no obtuve ningún resultado.

- Dios.-Me dije a mí misma cuando vi que un chorro de sangre manaba de mi mano derecha.

La sangre no era algo que me disgustara como a muchas personas, pero no me gustaba tampoco, y menos si era porque me había hecho daño.

Por esos momentos las sábanas que anteriormente me había puesto por encima para calentarme ya estaban en el suelo, pues después me habían estorbado para realizar las acrobacias de circo para abrir la puerta.

Me agaché a recogerlas, si cortaba un trozo quizá podría hacerme un buen vendaje que cortara la hemorragia.

- ¿Qué?- Dije de nuevo sabiendo que nadie escucharía pero muy sorprendida por lo que había descubierto.

Por la parte interior de las sábanas había algo escrito a mano, la letra era muy pequeña, pero se podía leer perfectamente: "La clave de la salida es una entrada".

- La clave de la salida es una entrada.-Leí en voz alta.

El destino me estaba poniendo a prueba y se reía de mí generándome un grado tal de confusión y terror que los temblores que me acompañaban se hicieron más intensos. Alguien estaba jugando conmigo, me sentía una niña indefensa al soltarse de la mano de sus padres en un centro comercial.

De pronto volví a sentir que me ahogaba, la respiración se aceleraba, y por un momento, pensé que me caía en ese mismo instante.

Miedo. Esa palabra es tan comúnmente usada que la hemos aborrecido. Pero era miedo, puro miedo. El miedo más profundo y más real que he sentido en mi vida. Sentía una angustia que en cualquier momento me arrancaría el corazón.

- La clave de la salida es una entrada.-Volví a leer.-¿Se supone que esto me tiene que ayudar a salir de este jueguecito?-Grité a la nada.

Me senté en la cama y me puse las manos sobre los ojos, no quería aquello, quería irme, ser libre. Mi rostro se empapó en una mezcla de lágrimas y sudor frío, producto de la situación en la que me veía arrastrada. Tenía que descifrar el acertijo para poder salir, y ¿después qué?¿Sería libre?

MENTAL #PGP2023Where stories live. Discover now