O2.

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" EVELINE "

  Las vajillas al sonar chocándose entre sí creaban leves chillidos en la gran sala de comedor: era la merienda del primer día en aquél hermoso crucero.
 Los diamantes y cristales que colgaban del techo como decoraciones divinas brillaban anaranjados por los rayos de sol de la media tarde. Los refinados trajes de los hombres, los delicados vestidos de las mujeres, parecían competir para ver cuál portaba más elegancia y hermosura.

Bienvenidos a la primer clase.

  —¿Desea más frutas, señorita Eveline? — se escuchó de una voz suave y respetuosa.    
  
  La muchacha de ojos verdes esmeralda elevó sus orbes hacia el mesero que se inclinaba a un lado suyo. Sonrió con suavidad hacia este y sus cabellos se mecieron una vez esta negó con su cabeza de manera delicada.
  —No, muchas gracias. — respondió agradecida ante su gesto.

  El joven también sonrió a su lado. Sus mejillas se sonrojaron suavemente por la bella sonrisa de Monrrow, y asintiendo con la cabeza enderezó su espalda mientras su mano izquierda se mantenía detrás de suya. Mirando a los demás en la mesa, sus pies estuvieron a punto de empezar a caminar para seguir ofreciendo de las ensaladas que llevaba en un bandeja de metal. Pero una voz más lo interrumpió.

  —Sírvacelas.

  Ni bien escucharla, quedó helado.
  —.... — rápidamente asintió y temblando un poco, se volvió a inclinar hacia la pelirroja con tal de servirle aquellas frutas que anteriormente ofrecía.

  Mientras tanto, la pelirroja menor miraba su plato ser invadido por aquella ensalada que no deseaba en él. Un suspiro salió de sus labios, para que luego de este la palabra "gracias" fuera susurrada con debilidad.
  El joven asintió con la cabeza, para posteriormente alejarse de manera rápida y ofrecer a la señora Yang al lado de ella. La señora Yang, aquella que siempre la trataba como una amiga y no una tonta niña manipulable.

  Eveline carraspeó su garganta, recibiendo directamente los ojos juzgadores de su progenitora...

  —Muy linda y delicada la decoración de esta sala. Lo felicito mucho, señor Bell. — felicitó sonriendo suavemente.

  Aquél hombre de cabellos rubios cual granos de arena sonrió hacia ella, agradeciendo con una voz suave y educada.
  —Muchísimas gracias, señorita Monrrow. Estoy orgulloso de que usted piense eso. — pactó con elegancia en su tono.

  La joven rió suavemente, sin generar ni un sólo sonido. Asintió con su cabeza ante el diseñador y siguió mirando a su alrededor. El ambiente era totalmente tranquilo y sereno, y cómo lo adoraba.
  Sus oídos se volvían ajenos al evitar las charlas de la mesa en la que se encontraba, su manos cubiertas por finos guantes se tomaban entre sí, sus hermosos ojos danzaban al rededor de la sala.

  No es para tanto.

  Su cerebro logró detectar aquello, y la hermosura con la cual miraba todo decayó de un momento para el otro.
  La voz de él era preciosa, sí lo era: delicada y muy dulce, pero sus palabras, simplemente no. Casi nunca lo eran, o por lo menos no con sinceridad...

  —Tus ojos no sirven para percibir el arte, eso es lo que pasa. — murmulló en voz alta, para que incluso el hombre frente suya pudiera escucharlo. Él la observó con sus ojos de ciervo abiertos en sorpresa.

  —¿No?

  —Completamente. — respondió asintiendo con la cabeza. Voz ruda y dura para el porte elegante que siempre llevaba.

  Aquél joven de piel morena rió divertido. Sus ojos fueron hacia los demás en la mesa, notando todos los ojos en ellos dos: los prometidos, Monrrow y Lee...

𝐓𝐈𝐓𝐀𝐍𝐈𝐂 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓𝐒 ♡ park sunghoon Where stories live. Discover now