Capítulo 5: Tu misterioso alguien

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Las charlas nocturnas se convirtieron en una costumbre para Pablo y Lionel. Podían estar increíblemente cansados por las actividades del día, o, al contrario, más desvelados que nunca por la ansiedad acumulada, pero todos los días a las doce de la noche, cuando el resto de la AFA quedaba en profundo silencio, se encontraban en la cocina. Allí, buscando finalizar el día de la mejor manera, compartían interminables termos de mate mientras conversaban de cualquier cosa que apareciera en sus mentes: fútbol nacional, fútbol europeo, sus propios tiempos como jugadores, recuerdos con sus compañeros de Selección, sus familias, sus memorias de la infancia, cuando Lionel había sido suspendido de la escuela por malandro, cuando Pablo se había agarrado a los piedrazos con un grupo de chicos que molestaba a su hermano...

Y todas las noches, el cordobés se obligaba a interactuar con el pujatense sin quedar como un tarado (como realmente se sentía al estar a su lado). Afortunadamente, su esfuerzo estaba dando resultado, por lo menos en aspectos comunicacionales; a nivel emocional, el desastre era cada vez peor. Irremediablemente, el pasar más tiempo junto al pujatense y el compartir con él momentos tan cotidianos y secretos tan personales, había sentado en su pecho una sensación constante de revoloteo, una que lo hacía suspirar, sonreír como un bobo y dar pequeños saltitos cada vez que se iba de la cocina.

No lo admitía, no lo haría mientras pudiera evitarlo. El cordobés recordaba y aplicaba firmemente la frase filosófica "solo existe lo que se nombra": si se rendía, si tomaba la decisión de enunciar con palabras lo que sentía, solo confirmaría la inevitable realidad, y no necesitaba ser demasiado inteligente para saber que todo iría cuesta abajo inmediatamente después. Pero sería un mentiroso empedernido si decía no saber qué era aquello que se removía en su interior cuando Lionel le extendía un nuevo mate, cuando reía ante sus comentarios tontos, cuando lo miraba fijamente, confrontando el vasto y oscuro mar de sus pupilas con sus ojos caramelo...

Pablo sentía mariposas.

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Aquel día lo tenían libre, y nuevamente, como buen "gato retobado", Pablo eligió quedarse en la AFA, pero esta vez secundado por Walter y Matías, quienes alegaron que no se sentían con ánimos para salir. Entre los tres compartieron un desayuno silencioso, siendo que estaban más dormidos que despiertos y con la sábana aún pegada a la cara, y luego se separaron para ocuparse de pequeñas tareas de último momento que les había encargado Chiqui. La mañana fue tranquila, quizás demasiado. 

Era casi la una de la tarde cuando el cordobés se dirigió hacia la cocina, buscando prepararse algo rápido para comer, y cuando estuvo a pocos pasos de la puerta entornada, sus oídos registraron el griterío de las empleadas de limpieza. Podía oír parcialmente su conversación; parecían estar muy emocionadas por algo, pero -se recordó a sí mismo- eso no era de su incumbencia, por lo que se encogió de hombros y se giró, resuelto a volver más tarde. Y habría continuado así de no ser porque escuchó un nombre familiar.

- ¿Cómooo? ¿Esto es posta?

- No nos estarás verseando, ¿no? ¡Si Scaloni se acaba de divorciar!

Pablo detuvo su andar, volviéndose lentamente y acercando la cabeza al marco. ¿Qué Scaloni qué? Le habían enseñado que escuchar charlas ajenas era de mala educación, pero en ese momento la curiosidad era más fuerte que cualquier cosa.

- ¡Te juro por mi mamá que sí!- exclamaba otra voz femenina, un poco más grave pero igual de extasiada- ¡Los vi el otro día cuando llegaban al estacionamiento! Le dio un beso en la mejilla, se reían juntos, ¡ella hasta lo agarraba del brazo!

- ¡Faaa, ni lento ni perezoso el gringo! ¿Viste que era tremendo picaflor?

Las risas, entre burlonas y fascinadas, estallaron con fuerza, envolviendo a un cordobés inerte del otro lado de la puerta. Sintió cómo le temblaban las manos y se abrazó a sí mismo en un intento de buscar contención, pero segundos después era su cuerpo entero el que se sacudía. Era como si lo hubiesen apuñalado por la espalda y no encontraba la fuerza necesaria para moverse, paralizado en un intento de pretender que no pasaba nada. Pero pasaba. "Lionel está... ¿viéndose con alguien?".

Mil flores para un boludo [Scaimar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora