Capítulo 7: Ya (no) sé muy bien lo que me pasa

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⚠️ En este capítulo hay una escena con presencia gráfica de sangre. Si este tema es delicado para vos, te recomiendo no seguir con la lectura, yo solo cumplo con el deber de avisar.

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Tomó distancia, caminando varios pasos hacia atrás. 

Inspiró y exhaló profundamente, entrecerrando los ojos para definir a dónde enviaría su disparo. Una gota de sudor le resbaló por la frente, recorrió su mejilla enrojecida y cayó al césped del campo, y sus músculos intercostales se contrajeron, volviendo a su lugar natural luego de la exhalación del dióxido de carbono. Y con un trote rápido, levantando la pierna en el aire, golpeó la pelota con el lateral de su pie y la envió con fuerza hacia el arco, clavándola en el ángulo izquierdo con una exactitud escalofriante. 

Pablo suspiró, apoyando las manos sobre las rodillas para recuperar el aliento. Si bien era consciente de que tenía cuarenta y dos años, y que su estado físico no volvería ni cerca a ser el mismo que cuando tenía quince y jugaba al fútbol regularmente, no podía evitar registrar que su salud había empeorado sobremanera en las últimas semanas. No solo continuaba tosiendo todos los días (cada vez con más regularidad) y sufriendo aquellos imprevistos y fuertes dolores de pecho, sino que también se sentía cansado todo el tiempo y había perdido una cantidad importante de peso de repente, marcándose aún más los huesos de sus clavículas y caderas.

Había intentado atribuirlo a distintas casualidades triviales, de convencerse de que era algo normal y que se iría con el paso de los días, con la ayuda de algún que otro remedio casero. Concentrado como estaba, dividiéndose entre las diferentes tareas que le tocaban (ruedas de prensa, evaluación de jugadores, armado de tácticas, entrenamientos), y las visitas a sus hijos, había perdido la noción de la realidad, y con ella, la de su bienestar físico. Había sido justamente Ana quien le había llamado la atención al respecto, cuando buscaba a sus cuatro retoños de la AFA luego de una tarde compartida con su padre. 

Mientras se despedían, su ex esposa lo miró con una expresión tan indescifrable que Pablo empezó a ponerse nervioso. 

- ¿Qué pasa?- inquirió. 

- ¿Vos estás bien?- preguntó, pensativa.

- Perfecto como siempre, ¿por qué? 

Una sonrisa resignada se dibujó en los labios de Ana, quien sacudió la cabeza ante su respuesta. 

- Ay, Dios mío, tan cabeza dura como siempre....- suspiró con cierta nostalgia- Pablo, no estás bien, no me quieras versear a mí que te conozco bastante. 

- ¡Pero si estoy bien!- protestó el cordobés, chequeándose en el espejo retrovisor del auto- Capaz tengo más ojeras que otras veces, pero es por el trabajo, el mundial nos está exigiendo mucho... No te preocupes por mí, Anita, no hace falta. 

Su ex esposa volvió a sonreír de la misma forma, y se colocó los anteojos de sol que llevaba sobre la cabeza mientras giraba la llave y hacía rugir el motor. 

- Es la primera vez que te veo así- insistió con vehemencia- Hacete un favor y andá al médico, Pablo, de verdad. Nos vemos. 

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Luego de haber pateado tan solo diez tiros al arco y haber perdido el aire de esa forma, era muy evidente que Ana tenía razón. Aquello no era un simple resfriado de primavera o una baja de defensas: era algo más grande, algo que nunca antes había tenido. Ya no podía posponerlo, debía consultar con un profesional. 

Mil flores para un boludo [Scaimar]Where stories live. Discover now