Prólogo- El principio del fin

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Otra vez ese sonido infernal taladrándome la cabeza y recordándome que tengo que ser una persona responsable.
No estampo el aparato porque es mi teléfono móvil, pero confieso que en momentos como este echo de menos esos tiempos en los que podía tirar el artilugio creado por los mismos demonios contra la pared sin remordimientos.

A veces impacta pararte a pensar cuanto cambian las cosas en apenas unos años. No recuerdo la última vez que puse la alarma en un despertador.

Y sí, estoy pensando todo esto a las seis de la mañana mientras la dichosa alarma sigue sonando. Y tengo que decir que no es un sonido precisamente agradable, principalmente porque cada vez que selecciono como alarma una canción que me gusta me sorprendo a mí misma dándolo todo en medio de un sueño cual protagonista de un musical, o cual profesora en una clase de Funky avanzada, depende de cómo me pilles.

Y, que me llamen rara, pero el objetivo de poner una alarma no es precisamente montarme en mi cabeza mi propio videoclip de éxito, así que no tengo más remedio que poner el típico sonido exasperante que suena como: "Bip, bip, bip,bip" , pero multiplicado por mil bips y dos mil decibelios para que mi somnoliento cerebro empiece a procesar la vida en general. Una maravilla, vaya.

Bueno, lo que decía: hora de levantarse para afrontar el primer día del último curso antes de ir a la universidad en un instituto que no conozco, con gente que no conozco, en un lugar que no conozco y todo esto mientras convivo con ... ¡adivina! ¡exacto! personas que no conozco.

¿Qué puede salir mal?

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