Paula. Septiembre, tres meses antes

13 3 0
                                    


- ¡Tía te vas en apenas cuatro días! ¿Estás nerviosa? Habrás preparado ya la maleta ¿no? ¿has metido bastantes bikinis? Porque allí hace buen tiempo ¿eh? ¡acuérdate de la protección solar! ¿cómo llevas lo del idioma, has podido avanzar este verano? ¿has conocido ya al hermano misterioso?  – Carla está bombardeándome al otro lado del teléfono, parece más nerviosa que yo y eso es difícil.
- ¡Dios, Car! Me va a dar un infarto solo de escucharte- río un poco nerviosa- Sí a todo, excepto a lo del hermano misterioso, creo que sigue de vacaciones.
- ¿No es raro? Quiero decir, ¿quién sigue estando de vacaciones en septiembre? ¿no se supone que tienes que preparar a tu cerebro para la vuelta a la rutina y todo eso, por lo del bajón emocional, la depresión post vacacional y blablablá?
- Pues no lo sé, supongo que será de los que aprovechan hasta el último momento- y al decirlo siento un sabor amargo porque soy consciente de que no me acuerdo de la última vez que yo disfruté realmente de algo sin preocupaciones y dejándome llevar- todavía faltan once días para que empiecen las clases, supongo que tiene tiempo de sobra para reacomodarse y superar ese choque emocional del que hablas.
- No sé Pau... yo solo digo que me parece raro, ¿cuánto tiempo llevas hablando con la familia Betti? - pregunta mi amiga a pesar de que sabe de sobra la respuesta.
- Unos dos meses o poco más- y sé lo que va a decir antes de que lo diga, yo también lo he pensado.
- Vale, pongamos dos meses... ¿quién se pasa dos meses enteros de vacaciones? Yo no me lo creo Pau, a no ser que sea un jubilado millonario, pero las edades no cuadran ¿no? – me lo está preguntando enserio y estoy a punto de reírme.
- No, no cuadran- finalmente no puedo más y el sonido que escucha mi amiga al otro lado de la línea debe de ser bastante patético, porque reconozco que a veces se me escapa una risa que me hace parecer un delfín el pleno ritual de apareamiento, aunque negaré esto hasta en el más allá- tiene diecinueve años, Carla, no es un jubilado millonario. Pero... no sé, tal vez a los Betti les vaya bien ¿no? – y hasta yo dudo porque sé que, aunque esto sea verdad, que el hijo mayor se vaya de casa durante todo el verano es cuanto menos, poco creíble.
- Yo creo que le pasa algo chungo, tía... - Carla sigue seria y yo estoy alucinando porque quienes la conocemos sabemos que es la persona menos seria que existe- no sé, igual tiene una manía turbia que te quieren ocultar y puede comprometerlos, o tiene un tercer ojo o... ¡o es un vampiro! – me bajo de la vida mientras mi amiga sigue parloteando- Paula, ¡lo tengo! Ese tío es un vampiro, por eso nunca lo has visto. No puede salir a la luz del día y por eso no se presenta, ¿has probado a hacer una videollamada nocturna? – espero unos segundos para escuchar su risa. Genial, lo está diciendo enserio.
- Carla, nadie tiene tres ojos-me callo, pensativa- ¿no? Bueno, el caso es que estoy segura de que Massimo no tiene tres ojos, y tampoco es un vampiro ¡por dios Car! los vampiros no existen, cuanto daño han hecho los Cullen...- suspiro sonoramente y sigo hablando antes de que a mi amiga se le ocurran más teorías conspiratorias, conociéndola, al final termina convenciéndome a mí también – obviamente no he hecho videollamadas nocturnas, es de mala educación. Tal vez sea tímido y ya está, seguro que es una de esas personas que no soportan verse en cámara ni hablar por teléfono. Como ese chico con el que saliste, Adrián, que no soportaba que escucharas sus notas de voz porque no le gustaba su voz- le recuerdo.
- Tía, Adrián era muy raro... ¿por qué mandar audios cuando te da vergüenza tu voz? Yo con ese chico me perdía, enserio. Y ¡espera! ¿has dicho Massimo? ¿Ese es su nombre? Tía, suena a buenorro... ¡retiro lo del tercer ojo! seguro que es de los que se perfuman hasta el alma y llevan el primer botón de la camisa desabrochado- mi amiga empieza a fantasear dejando constancia de que ve demasiadas películas románticas.
- ¡Car! - me río porque no podría no hacerlo - ¿Qué tiene que ver su nombre? ¡eso es una tontería!
- En cuatro días, cuando por fin lo conozcas, se confirmará una de mis teorías- dice, y consigue que me ponga nerviosa al pensar en las presentaciones- no sé cuál Pau, pero he acertado seguro.

Hablo con Carla durante unos minutos más, hasta que Aura entra en mi habitación y finalmente me despido de mi amiga.

Mi hermana está triste, lo sé porque durante la última semana apenas la he visto sonreír y, lo más llamativo, no la he visto con sus cascos ni se han colado en mi habitación los acordes de sus grupos favoritos.

Estoy preocupada por ella, porque soy consciente de que Aura tiene once años, que es su último curso en el colegio y que probablemente me estoy marchando en una etapa importante de su vida.
Siento nostalgia porque crece cada día y está a punto de dejar de ser una niña, por mucho que me cueste reconocerlo.

Aura ya no es esa pequeña que imitaba y seguía cada uno de mis pasos, y eso me reconforta. Ella no es como yo, tiene demasiadas cosas que ofrecerle al mundo, y el mundo sabrá verlo, estoy completamente segura.
Habría que estar ciego para no ver a alguien como Aura.

Está sentada en mi cama y me mira intentando dedicarme una sonrisa que no llega a sus ojos.
- ¡Ratona! No me mires así, te prometo que vamos a hablar todos los días, y varias veces, siempre que tú quieras- le digo intentando animarla.
- Lo sé...- y aunque lo dice no suena muy convencida- oye Pau, ¿puedo trasladarme aquí estos días? -pregunta refiriéndose a mi habitación.
- ¡Claro que sí, me hace mucha ilusión, como en los viejos tiempos! – y no puedo evitar que se me humedezcan los ojos y abrazar a mi hermana más fuerte de lo que suele permitirme.

Tener hermanos pequeños significa muchas cosas...

Es crecer antes de lo que en realidad te toca, para entender la majestuosidad y la responsabilidad de amar y proteger a otra persona con todas tus fuerzas, con todo tu ser.
Tener hermanos pequeños significa convertirte en enfermera, profesora, consejera y cuidadora tantas veces como sea necesario.
Y que se caigan ellos, y llores tú.

Pero, además, ser hermana mayor implica perder la paciencia más veces de las que son necesarias, quejarte algunos días de más porque sientes que nada está como estaba antes de que llegaran ellos y es verdad, todo es distinto. Y ahí está la verdadera magia. Que una personita pequeña llegue a tu vida y la cambie por completo, aunque en realidad siga siendo la misma.

Y ser hermana mayor conlleva, como casi todo en esta vida, dar las cosas por hecho... Como que Aura siempre estará en la habitación de al lado, que siempre que quiera podré darle un abrazo, que siempre será una de las primeras personas que vea cada mañana.

Pero en esta vida solo tenemos una cosa segura y es el presente.
Eso es en lo que pienso mientras abrazo a mi hermana pequeña.

Somos lo que intentamos Where stories live. Discover now