𝗣𝗥𝗢𝗙𝗨𝗚𝗢𝗦 | 𝖤𝗇𝗓𝗈 𝖵𝗈𝗀𝗋𝗂𝗇𝖼𝗂𝖼

𝖮𝖼𝗁𝗈

Aquel maravilloso día Anna siempre lo recordará. Se despertó algo tarde y fue solo por la voz de su hermano, que hablaba fuertemente en su habitación.

— ¿Sabés cuanta responsabilidad sería? — empezó a decir en un tono desesperado —. Si, sé que ella ya está grande, pero...

Anna pegó una oreja contra la puerta e intentó escuchar lo que sea.

— Ya, le preguntaré — dijo Fran rindiendose y abriendo la puerta.

Él no le dijo nada Anna y con una expresión preocupada le pasó el teléfono.

— ¿Qué? — preguntó ella confundida.

— Enzo te quiere preguntar algo — Fran se recargó sobre el marco de la puerta y observó atento.

Anna puso el teléfono contra su oreja y escuchó una ligera risa de Enzo.

— ¿Hola, Enzo?

— Ann, vení a París conmigo — Anna sonrió al oír las palabras —. Llevo dos horas convenciendo a Fran, ya hasta hablamos con tu mamá.

— ¿París? ¿Es por el desfile?

— Sí, sería una semana más o menos, ¿qué decis? Yo cubriría todos tus gastos, solo necesito que aceptes.

Anna se mordió el labio pensando, aunque su respuesta era obvia. Fran no estaba tan feliz y se notaba por la expresión en su rostro.

— Solo decime cuando — Enzo no lo vió, pero Anna dio un par de saltitos de felicidad.

— Yo saldré de Uruguay, pero compraré tu pasaje de Argentina, llegaríamos con una hora de diferencia. Mañana por la noche.

— Está perfecto, Enzo. Si, si, si, muchas gracias por invitarme — y le devolvió el teléfono a Fran.

— Chau, hablamos después, Enzo — dijo y colgó.

A pesar de la felicidad de Anna, Fran se sentía preocupado de dejarla ir con Enzo. Sentía que no estaba bien.

— Quitá esa cara, Fran. No me va a pasar nada, ya soy lo suficientemente mayor como para cuidarme sola — dijo Anna tratando de calmar a su hermano.

— Solo prometéme que me dirás si Enzo hace una boludes — la menor asintió y abrazó a su hermano con una gran sonrisa.