Capítulo 6: El periódico.

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Venus

—No lo sé, no son colores iguales, pero son bastante parecidos. ¡Qué importa, digamos que sí, sí son del color de las asquerosas avellanas! —repito en voz alta, utilizando el tono más agudo que consigo hacer mientras me burlo de mi misma.

Me lanzo sobre mi cama de manera dramática y observo el techo de mi habitación hecho de madera. Me cubro el rostro con ambas manos y me río compulsivamente. He repetido los eventos de esa noche más veces de las que me gustaría admitir. 

Él estaba comportándose de una manera tan extraña y yo estaba tan nerviosa que tuve que contraatacar de alguna forma. Aunque no estoy segura si un cumplido fue la mejor manera de «contraatacar», pero al menos logré que dejara de actuar de esa manera. 

Lo peor es que ya ha pasado más de una semana desde que lo vi por última vez y admito que es un alivio haberme desecho de él, pero lamentablemente mi mente se niega a deshacerse de las escenas de ese día. No tengo remedio.

Me siento sobre el colchón con mis piernas cruzadas mientras observo cómo el sol matutino comienza a colarse por la ventana de mi habitación. Suelo levantarme muy temprano, pero Hannah aún me supera en eso. Me estiro para tomar el esmalte de uñas de mi mesa de noche y lo abro. El líquido celeste comienza a destilar de la pequeña brocha, así que me deshago del exceso antes de comenzar a pintar la uña de mi dedo gordo del pie. Hannah me regaló un kit de esmaltes de uñas fluorescente para mi cumpleaños número quince y es una de mis cosas favoritas.

Las noches en la cabaña son oscuras y solo utilizamos velas cuando es necesario. Y aunque estoy acostumbrada a la oscuridad, los ruidos nocturnos del bosques nunca dejan de ser aterradores, así que cuando las ideas espeluznantes de los libros de terror no dejan de invadir mi mente, saco mis pies de por debajo de las mantas y observo las diez uñas de color neon flotar en medio de la oscuridad. A veces las muevo y las observo hasta quedarme dormida. Es un regalo muy útil.

Hoy es domingo. Hannah salió a hacer las compras para preparar el desayuno. Con regularidad, ella tiene que salir por las mañanas a comprar la comida para el día, ya que no tenemos en donde guardarla sin un refrigerador. En especial cuando se trata de carne o embutidos. Siempre prepara lo exacto para las dos y nunca hace comida de más. Eso sí, siempre tenemos una gran reserva de comidas secas, enlatadas y huevos ilimitados gracias a las gallinas.

Cuando termino de pintarme el dedo meñique del pie, escucho como la puerta principal se abre. Cierro el esmalte y lo dejo en donde estaba. Me bajo de la cama y me apoyo sobre mis talones para no arruinarme las uñas. Camino como pingüino hasta la cocina-comedor, me siento en la mesa y dejo mis manos sobre la superficie mientras observo a Hannah desempacar en silencio. Después de unos segundos, ella me hecha un vistazo rápido y regresa a lo suyo.

—¿Sigues en pijama? —pregunta vagamente. Yo me encojo de hombros, sin darle importancia—. Se aproxima la fecha —se refiere a «ese día del mes»—. De regreso vi un lugar que pensé que... ¿Tienes alguna idea de a dónde quieres ir? —pregunta.

La verdad ya no estoy segura si quiero volver a salir, al menos no durante un tiempo.

—No lo sé, aún no lo he pensado —digo sin ganas. Ella me da una rápida mirada de reojo y hace un gesto el cual yo no logro descifrar.

—Que raro, siempre tienes algo en mente —comenta mientras saca una lata de leche evaporada de la alacena y le abre un hoyo en ambos lados de la tapa—. ¿Alguna razón en específico?

Nunca le he mentido a Hannah, ya que nunca había tenido nada que esconderle, pero ahora...

—No —musito, cabizbaja.

La Energía Entre NosotrosWhere stories live. Discover now