Capitulo 6: Muros.

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Anilay identificó lo que le sucedía al joven delante suyo, se acercó a ayudarlo rápidamente, sabiendo cómo enfrentar los efectos de un ataque de pánico. Lo miró a los ojos intensamente, puso en sus frías manos las suyas, y ayudándolo a respirar profundamente le dijo: "mírame a mi, piensa en mí, piensa en el frío de mis manos". 

Aaron se enfocó en lo que la dulce voz le decía. Se enfocó en los ojos de ella, su mirada atravesante. Un color canela, sin nada especial o llamativo, pero profundo y abrazador. Su cabello combinaba. Lo llevaba corto, con el flequillo cayendo por los lados, posándose sobre sus mejillas... a mi hermana le hubiera gustado. Recordar a su hermana le hizo tensarse de nuevo. ¿Volvería a verla? ¿Estaría ella bien? ¿Cómo reaccionará cuando se enteré? Tengo que volver. 

Soltó las manos de la joven, se apartó rápidamente hacia atrás. Una vez más, tomo su posición defensiva, mirando la amenaza de frente. 

Anilay se sorprendió. Se había recompuesto rápidamente, ella solía tardar más tiempo en volver a la normalidad. Pero ante la postura dura de su espectador, se puso firme para responder ante la fría reacción. 

-¿Quién eres? ¿Qué quieres conmigo? ¿¡Qué me hiciste?!- 

-¡Yo no hice nada!- Reaccionó ella ante la profunda voz que interrumpía el silencio de aquella casa y retumbaba en sus oídos. 

- No te creo. - 

-No me creas, pero estoy igual de perdida que tú. - 

- Mientes. En el momento que apareciste por esa fuerza me chupaste el aire de los pulmones con alguno de tus super poderes raros. Tú y todos los fantasmas de esta casa embrujada me están sacando de quicio.- 

-¿De qué estás hablando?-

- No te hagas la confundida. Sé perfectamente que hay brujas como tú que se dedican a hechicerías raras y tienen sus cultos demoníacos. ¿despertaste a los muertos? ¿eso hiciste? ¡CONFIESA! - 

-¡QUE YO NO HICE NADA!- Gritó. Y el joven quedó silenciado. 

Ella no solía gritar. Por lo menos no fuera de su casa. Siempre fue buena pintando, ya sea cuadros, dibujos, o personalidades. Aparentaba ser alguien tranquila, con todo resuelto, sin ningún problema que pudiera traer problemas a sus amigos. Hasta que no pudo contenerse, y dejó de pintar. 

Los vicios se apoderaron de su ser, la esperanza ya no estaba presente en su arte y el único color que utilizaba eran diferentes tonalidades de gris. Gris... La ausencia de pigmentos le destruía el corazón. Si fuera depresión quizá podría pintar de azul, si fuera enojo utilizaría rojo. Pero el gris era su perdición.

Toda su vida se dedicó a pintar personalidades de diferentes colores y tonalidades, tanto, que finalmente olvidó su propio color, se convirtió en gris. Como el humo y el polvo. Gris. Pensó encontrar inspiración en diferentes psicotrópicos, pero al pasar el efecto volvía a la monotonía. Ni siquiera era blanco o negro, era lisa y llanamente: gris. 

-Estoy aquí por la misma razón que tú. Morí.- Suspiró fuertemente, como finalmente aceptando su realidad. Había pensado muchas veces qué sucedería al morir. ¿Se preocuparía por su madre?¿Por su familia? ¿Vengaría a alguien? ¿Perseguiría a su padre como fantasma? ¿Vería a Dios? Ninguna sucedió. - Tengo que aceptar que es un poco decepcionante.- Se corrió el flequillo detrás de las orejas, y, disimuladamente, limpió su rostro de los últimos rastros de lágrimas. 

-¿Moriste?-

-Si. O por lo menos eso me dijeron las voces.- Confesó. 

- Entonces, yo también morí.- Su mirada y defensas bajaron. Estaba conmocionado. 

- Uno más uno suele ser dos, si.- 

Se miraron un segundo, y al encontrarse rápidamente desviaron la mirada hacia otro lugar. Como reflejo, inspeccionaron en silencio el lugar donde se encontraban. 

- ¿Dónde estamos?- Preguntó él, buscando romper la incomodidad. 

- En La Casa de los Vientos-.

-¿Qué es eso?- 

-¿Me viste cara de enciclopedia? - respondió ella sarcásticamente. De a poco comenzaba a sentirse irritada. El chico primero rechazaba su ayuda, después la rechazaba, y ahora le preguntaba cosas... no me da buenas vibras. 

- Qué simpática. - contestó de mala gana. Siguió inspeccionando el lugar. 

Las paredes eran viejas, claramente a los fantasmas no se les había ocurrido limpiar el polvo o remodelar las cortinas. Aaron se aventuró a la puerta, forcejeando para abrirla, pero no lo logró. 

-Está cerrada.- Le avisó ella.

- Gracias Holmes.- Cruzaron miradas de odio. 

Aaron fracasó en su búsqueda de una silla, y se sentó en el medio del hall, a la luz del candelabro que había encendido en su rebeldía contra los fantasmas. 

- Dime, Holmes, ¿Cómo sabías el nombre de esta casa?- 

- Mi nombre no es Holmes, es Anilay. Y la señora del 1800 me lo dijo.- 

- ¿La grandulona de nervios frágiles?- 

-Esa misma.- 

- Esa señora estuvo repitiendo reiteradas veces que "¡es muy joven!".- intentó reproducir el sonido de la mujer adulta de manera graciosa. Anilay no rió, pero las comisuras de sus labios se elevaron levemente. 

Quizá no es tan malo, pensó ella.

-¿Cómo moriste?- 

- No estoy segura, pero creo que me atropelló un auto. La verdad no lo recuerdo, por suerte fue sin que me diera cuenta. ¿Tú? Por cierto, ¿Cómo te llamas?- 

- Yo soy Aaron, creo que morí ahogado. No recuerdo muy bien tampoco, pero sería lo más lógico.- 

Ambos se sintieron extraños. ¿Estoy hablando de mi muerte como si fuera lo que hice en el verano? pensaron los dos.

De repente, el viento comenzó a chocar contra las ventanas, violentamente, como intentando mover la casa de lugar. Ambos se alarmaron y se acercaron instintivamente. Como sincronizados se pusieron espalda contra espalda; él tomando el candelabro una vez más; ella poniendo los puños contra su pecho, intentando hacer una posición de lucha y fallando en el intento. 

-¡¿QUIÉN ESTÁ AHÍ!?- Gritó Aarón. 

-¡Silencio muchacho! Ya he tenido suficiente contigo niño bonito.- El hombre de fuerte autoridad se materializó de la nada, aún manteniendo su forma blanquecina. - Se acerca el tercer llamado, no estorben.- 

- ¿El tercer llamado? ¿A qué se refiere? ¡DEVUÉLVANOS A NUESTRAS CASAS!- Aarón gritó con todas sus fuerzas.

- ¡SUFICIENTE!- El sonido de los dos jóvenes siendo empujados por una enorme ráfaga de viento contra el muro más lejano, retumbó por toda la casa. - No escucharé más niñeces. Os quedaréis en silencio hasta que nuestra madre aparezca y os diga qué haréis.-

Anilay temblaba del miedo, Aarón la abrazó, intentando protegerla de aquella figura fantasmagórica y sus desconocidas capacidades. Ambos mantuvieron silencio, pero podían sentir que compartían el mismo terrible pensamiento "no sentí ningún dolor físico". 


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⏰ Last updated: Apr 25 ⏰

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