Capítulo 8

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El silencio en el coche era pesado y asfixiante. Miyabi sacó su dispositivo portáil y empezó a repasar el trabajo acumulado. Tras unos minutos en los que su tío esperó pacientemente, la voz profunda de Kakeru resonó:

—¿No querías preguntarme algo?

Miyabi alzó la vista por un segundo y le mantuvo la mirada.

—En realidad, no— Kakeru abrió los ojos por la sorpresa— No me mires así —prosiguió el joven tigre, volviendo su mirada a los documentos— Sólo quería que saliésemos de allí. Me acabo de enterar de que la persona que consideraba más hermano que mis propios hermanos está viva. Me prohíbes seguir en el único caso que he conseguido y me prohíbes volver a verle. Perdóname si lo único que quería era quitarnos del medio. A ti con tu extremo sentido de la responsabilidad, y a mi con mi corazón roto. Además, no eres tú quien me tiene que responder lo que quiero saber y tú parte ya me la se. "Por la familia".

Kakeru se limitó a escuchar el monólogo del joven Tora en silencio, frunciendo el ceño y bajando la vista cuando mencionó el dolor que estaba sintiendo.

—Miyabi, tienes que entender...

—Sí, lo se— este alzó uno de los dedos y apagó su dispositivo. Miró hacía el compartimento que los separaba del del conductor, asegurándose de que la pequeña ventana que comunicaba ambos compartimentos estaba cerrada antes de continuar— ese es tu cometido y tu misión en la vida. Se también que tu familia depende que cumplas eso para que pueda vivir una vida tranquila. Lo se. Es sólo que cada vez que pienso que esta familia no puede decepcionarme más ni hacerme más daño, lo consigue.

Kakeru convirtió sus manos, que reposaban en las rodillas, en puños. Siempre que hablaba con Miyabi parecía también sufrir mucho dolor y este sabía que no tenía que ser fácil para su tío. No era sencillo ser buena persona dentro del clan Tora. Tras unos minutos de silencio, inquirió:

—¿Vas a dejar de verle?—ambos sabían que se refería a Ryo. La mirada del joven se ensombreció— Sabes que es lo mejor Miyabi. Tu familia tiene prohibido cualquier tipo de relación romántica o contacto sexual. Y ya has trasguedido esto último.

Miyabi suspiró, cansado.

—Es lo mejor, pero no para mí, y lo sabes. Por primera vez en diez años, desde que le conocí, me levanto por las mañanas sin el cansancio y la pesadez que siempre me perseguía. No sufro de ese desazón que tenía antes casi todos los días al llegar la noche. Mis instintos están satisfechos y, por primera vez en mi vida, tengo atisbos de felicidad —su mirada se tornó dura como el acero en contra de la suave miel de la de su tío—. Pero sí, es lo mejor. Porque es....

—Lo mejor para la familia— acabaron al unísono. Miyabi con dureza, Kakeru con pesar.

—Cómo he dicho, volveré a mi rutina y seré puntual como un reloj. Además, ahora que entiendo que tengo una amiga rastreadora— Miyabi señaló su arma reglamentaria, que volvía a descansar en su cadera— tampoco es que tenga muchas opciones, ¿no?

Kakeru asintió, confirmando la sospecha del joven tigre. Miyabi se recostó en el asiento, volviendo a sumergirse en su trabajo.

—Manda el justificante como te he dicho a mi trabajo. Nunca lo he usado, así que al menos por fin parecerá creíble. Diles que estaba inestable por el carpetazo a mi caso y un omega se me cruzó en la calle. O algo así.

Un destello azul en los ojos de Kakeru indicaba que estaba haciendo uso de su cyberware, probablemente para redactar eso mismo que le acababa de decir Miyabi.

—Y trabajaré desde casa los dos días que me quedan.

—Miyabi...

—Ni se te ocurra. No me apetece sonreír como si no pasase nada. Porque no seré capaz. Trabajaré desde casa los dos días que me quedan— remarcó esas palabras de forma tajante con una feroz mirada que luchaba por retener unas lágrimas

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