Gritos. Gritos a todas horas, en todo momento.
Que ahora grita porque no tiene lo que ha pedido, que al entrar la perra le ladra, que nada sale como él quiere... Y quejas, quejas en todo momento. Portazos. Reproches, insultos, discriminación. Más insultos, faltas de respeto. Que según él, él tiene menos derecho que el resto. Que él, él, él y luego nada. Que parece que el resto no merece nada. Que él da mucho y recibe poco. Exige cosas que no se merece. Que no se ha ganado.
Más insultos y tirar cosas en cara.
Estoy harta de tanta discusión, tantos insultos, tanto hacia mi persona como hacia mi pareja. Harta de que tenga que ir tarde a casa para no verle la cara, no escucharle ni aguantarle.
Y aún así, a pringar.
Y aún así, tener que escucharle, tener que aguantar sus estupideces, rabietas y pataletas. Y que me afecte y no me deje ni comer ni dormir.
Que sus gritos se queden ahí y no se vayan. Y que siga en el mismo plan cada día. Y encima que intentas enfrentarlo, pidiendo respeto y diciendo las cosas como son y empeora todo.
Siento que vuelvo a estar en ese ambiente negativo del cual apenas se puede escapar.
Ese que te devora cada día, te marchita, te pudre por dentro.
Ese que te destroza.