Capítulo 3.

24.9K 1.2K 30
                                    

La calma se volvió a esfumar al momento en el que me di cuenta de la escena que estábamos montando. Las palmas de mis manos se pusieron sudorosas, mi corazón volvió a latir con fuerza y mi sonrisa se desvaneció con lentitud. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no desviar mi mirada de la de Harry ya que, si lo hacía, lo único que captarían mis ojos serían aquellas personas mirándome y hablando acerca de mí. Le pedí con mis ojos que saliéramos de allí, mirándole con algo de súplica. Él pareció notar cómo mi pecho bajaba y subía con rapidez, y cómo tragué saliva con intensidad. Pareció entender mi extrema necesidad de desaparecer en aquel mismo instante.

Volteó mi anatomía, provocando que le diera la espalda al mundo de personas detrás de mí. Mantuvo una de sus manos en mi espalda, acariciándola con una suavidad impresionante que casi no sentía su tacto. Me empujó lentamente, dándome a entender que quería que comenzase a caminar. Me miró de soslayo, y me sonrió para transportar confianza.

Di un paso y luego otro, mientras él imitaba mi acción. Por un momento, me hice de la sorda hacia los comentarios y miré a Harry, sin poder evitar preguntarme qué mosca le había picado y por qué estaba siendo tan amable conmigo. Sentí unas ganas inmensas de preguntárselo, pero el nudo en mi garganta me lo impidió.

Seguimos caminando hasta que los murmullos se silenciaron y el viento chocó contra mí con intensidad. Unas cuantas personas dirigieron su vista a nosotros, mas la apartaron al instante. Inhalé y exhalé con cierto alivio.

Miré a Harry de soslayo y volteé para mirarlo directo a los ojos.

— G-Gracias... —susurré, y me apresuré en mirar hacia mis zapatos.

— ¿Gracias por qué? —Preguntó, y noté que lo decía en serio.

— Por... sa-sacarme de ahí —Hablé. El tartamudeo no se había ido, mas esta vez no había susurrado.

— Lamento haberte metido allí en primer lugar, —se disculpó— no sabía que en verdad te... agobiaba tanto.

— P-Pues sí... lo hace —obligué a mi voz a parecer firme, ya que me estaba mostrando débil en aquel momento pero, como de costumbre, no me escuchó.

— Lo siento —repitió.

No respondí, simplemente le dediqué una mirada transmitiéndole que no importaba y le sonreí, con compasión. Bajé mi mirada hacia mis nudillos y, como de costumbre, comencé a jugar con ellos. Sabía que probablemente pensaría que lo estaba ignorando, mas no sabía qué decir. Nunca lo sabía.

— Bien, ¿hay alguna forma de recompensártelo, quizás...? —La picardía en su voz me hizo entender perfectamente a lo que se refería, pero decidí actuar como si no lo hubiese descifrado.

Levanté mi mirada, de alguna forma transmitiendo lo que quería decir a través de mis ojos. Lo miré intentando reflejar que quería que continuase hablando.

— Quizás... ¿un café? —Al momento en que terminó de pronunciar aquellas palabras, terminé de entenderlo.

Yo notaba absolutamente todo, mas fingía que no lo había hecho. Notaba perfectamente cómo estaba usando aquel percance para invitarme a salir. O quizá simplemente se había sentido mal por haberme puesto en tal incómoda situación, que buscó una manera cliché de remediarlo. De todas formas, el hecho de que me estaba invitando a salir seguía allí de una forma u otra.

Tal y como en las caricaturas, a ambos lados de mis hombros, mi ángel y mi diablillo discutían. Mi ángel y mi diablillo no eran como los demás; mi ángel se pensaba lo que el diablillo proponía y el diablillo consideraba lo que el ángel pensaba. Los cuernos del diablillo se difuminaban con blanco y las alas del ángel se teñían de rojo en ciertos lugares. Yo tenía algo así como un ángel endiablado y un diablillo angelical. O bien, no tenía a ninguno de los dos y simplemente eran dos manchas blancas y rojas difusas en cada hombro, ambas productos de mi imaginación.

— Me parece... b-bien —elevé las comisuras de mis labios, intentando no mostrar tanto entusiasmo.

— ¿Flat White a las... siete? —Preguntó, y me apresuré a asentir con la cabeza.

Por alguna razón, aquel día Harry no había ido a su casa en el bus.

Y por alguna otra razón, lo agradecía. No porque me incomodase estar con él (aunque sí lo hacía, un poco) sino porque no quería seguir quedándome callada, hacerlo sentir como si él tuviese que hablar siempre y causar que, eventualmente, se aburriese de mí. Antes de hablar con él, quería encontrar las palabras que decir y el valor para hablarlas en voz alta.

Aquella tarde, por mi mente no había pasado otra cosa más que Flat White a las siete. Me causaba pánico simplemente pensar en que no sabía de qué hablar o hacia dónde mirar, ya que no quería agobiarlo con mi mirada tampoco. Cuando sentía que mi corazón podría salir por mi garganta, o bien de mi pecho, no me aguanté y decidí llamar a mi mejor amiga. A pesar que en Australia serían las 4 de la madrugada, atendió el móvil.

— ¿Sí? —Me contestó con voz ronca, adormilada y somnolienta.

— ¿Tay? Realmente necesito hablar contigo —murmuré; odiaba a los husos horarios.

— ¡Jane! —Exclamó, en un susurro. —Espérame un momento, entraré al baño para no tener que susurrar, ¿va?

— Está bien.

Efectivamente, escuché una puerta cerrarse.

— Bien, ya estoy —había un cierto eco, mas intenté ignorarlo— ¿de qué quieres hablar?

Flat White a las siete... —balbuceé, sabiendo que no iba a entenderme; pero no supe expresarme con claridad.

— ¿Vas a ir a Flat White? ¡Por fin! Dime que probarás el flat white, por favor, es...

— ...con Harry Styles —finalicé, preparándome para lo que fuese que siguiese.

— ¡¿Harry Styles?! ¡¿Me estás tomando el pelo?! ¡No puede ser! ¡¿Cómo hiciste siquiera para hablarle?!

Tomé una bocanada de aire antes de comenzar a hablar.

— Sí, Harry Styles. No. Pues al parecer sí puede. Técnicamente casi no le hablé.

— ¿Cómo que casi no le hablaste? ¡Te acaba de invitar a salir! —Casi podía imaginarme aquella expresión sarcástica en su rostro.

— Te lo explicaré luego, estoy en crisis. ¡No sé qué voy a decir! —Exclamé, agarrándome el cabello con nerviosismo y caminando de punta a punta de mi habitación. —Es decir, ¡Dios! No puedo hablarle sin tartamudear o susurrar.

— Sé lo mucho que te molesta que te lo digan, pero... sé tú misma, cariño, no hay otra manera.

— Es que... ¿y si piensa que soy rara? ¿Y si se aburre? ¿Y si...?

— ¡Oh, vamos! Si te invitó a salir será por algo, ¿no? —Aunque se encontraba a muchísimos kilómetros de mí, podía sentir cómo elevaba una ceja y curvaba sus labios con picardía.

— Bien, quizá esté exagerando... un poco —dije. —Trataré de calmarme, ¿va? Lamento despertarte, ya te dejo dormir.

— No es molestia, cariño. Me llamas y me lo cuentas todo, ¿va?

— Está bien. Adiós, gracias, ¡te quiero! —Colgué con rapidez, sin enterarme si me había respondido.

Lancé el teléfono sobre mis sábanas y troté hacia mi armario. Lo abrí y me paré frente a él, con una mueca.

El verdadero desafío comenzaba ahora.


El chico del bus » Styles (editando)Where stories live. Discover now