CAPÍTULO TRES

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La comisaría central ocupaba un inmenso edificio de más de doscientos años que había sido remodelado a tal efecto hacía sólo diez. Lo primero que se veía al cruzar la puerta principal era una enorme fuente con un precioso unicornio de piedra, de cuya boca manaba un chorro abundante de agua. Dos rampas, a ambos lados de la fuente, protegidas por una baranda de mármol, conducían hasta el mostrador de recepción, la primera línea que debía cruzar el visitante antes de adentrarse en los innumerables pasillos que llevaban a los distintos departamentos.

Homicidios estaba en la segunda planta, en la parte posterior del edificio. Por sus amplios ventanales, desde los cuales se podía ver parte del jardín que rodeaba lo que antaño había sido una mansión señorial, entraba la luz del sol iluminando toda la sala, haciendo prácticamente innecesaria la utilización de la luz artificial durante el día. Sillas, mesas, archivadores, máquinas de refrescos y café, parecían disputarse el espacio ya que, aunque la sala era grande, no lo era lo suficiente para engullir aquella especie de caos organizado. Mil voces hablando al mismo tiempo, los timbres de los holoteléfonos sonando incesantemente, el gruñido de las viejas impresoras al trabajar, el quejido de las máquinas al escupir el café, el tintineo de las latas de refresco al caer por la rampa, todo mezclado en una ensalada aliñada con el hilo musical de fondo, hacía que la persona que entrara allí por primera vez se sintiera aturdida. En cambio, toda aquella amalgama de ruidos infernales evitaban que se oyeran las discusiones que, a veces, tenían lugar en el despacho del comisario Soldevila.

—¡Pero comisario! ¡No puede hacerme esto!

Ferrer estaba realmente cabreada y miraba al comisario Soldevila echando chispas por los ojos. ¿Cómo era posible que le pasase esto ahora? El único camino que tenían para resolver el caso, y el comisario le cortaba las alas.

—Ferrer, lo siento, pero no puedo permitir que molestes a esta gente con tus preguntas sólo por una suposición sin fundamento.

—¡Una suposición sin fundamento! ¿Cómo puede decir eso? Estas cuatro personas son las principales sospechosas de los asesinatos de Pris Onate y Mario Yañez, y usted me prohíbe que las interrogue.

El comisario, sentado tras la mesa de su despacho, intentaba tomarse la insubordinación de Ferrer con paciencia. La muchacha tenía mal genio y él le consentía algunas salidas de tono porque era muy buena en su trabajo, pero como se pasase un pelo se le iban a acabar las tonterías.

—¡Por supuesto que te lo prohíbo! ¿Qué es lo que tienes hasta ahora que las señalen como sospechosas, excepto una teoría no demostrada, basada en las especulaciones de un robot?

—Yo no especulo, señor, sólo extrapolo datos fiables que me son facilitados por las bases de datos de...— intentó explicar el aludido.

—¡Silencio Mark!

—Pero señor, él... —quiso defenderle Ferrer.

—¡Silencio los dos! —Soldevila se frotó la cara con las manos con exagerada vehemencia. Se sentía cansado, estaba teniendo un día de perros, y la cosa no parecía que tuviera intención de mejorar—. Escuchadme bien los dos e intentad comprender mi posición.

Les miró con atención. Ferrer, sentada con las piernas cruzadas, miraba fijamente al comisario; estaba furiosa y no hacía nada por disimularlo. Mark Grant estaba de pie detrás de ella y su mirada no reflejaba nada en absoluto.

—Frederik March, Josuah Eilson, Noonsy Forrest y Katsuhiro Sakana son cuatro eminentes científicos implicados todos ellos en diferentes proyectos clasificados de alto secreto. ¿Cuál creéis que sería la reacción de Seguridad Gubernamental si les enviásemos una solicitud de entrada para las Ciudades Científicas en las que están trabajando para poder interrogarlos como sospechosos de un doble asesinato, basándonos solamente en vuestras especulaciones? No sólo se reirían, sino que harían partícipes de la broma a los cuatro sospechosos y eso significa que, si tenéis razón, el asesino sabría que es investigado. Traedme pruebas que justifique un interrogatorio y yo mismo firmaré la solicitud para que entréis en las CC donde viven cada uno de ellos. Mientras tanto, los de SG no dejarán ni que asoméis vuestras lindas naricitas por allí.

HIJOS DE LA CIENCIAWhere stories live. Discover now