CAPÍTULO SEIS

248 15 9
                                    

“¿Por qué?

Fdo. Pris Onate”

El mensaje centelleaba en la pantalla de la terminal del ordenador. Al verlo, Katsuhiro Sakana se quedó sin aliento, y apagó el monitor con rapidez antes que su ayudante pudiese ver lo que estaba escrito.

—¿Le ocurre algo, profesor? —le preguntó la mujer. Había visto la expresión de sorpresa de su jefe y se extrañó porque el profesor Sakana no era el tipo de persona que dejase traslucir sus sentimientos.

—No, señorita Minerva. Será mejor que vuelva a su trabajo.

Cuando su secretaria lo dejó solo, encendió nuevamente la pantalla de la terminal. El mensaje seguía allí.

—Computadora, borra el mensaje de la pantalla sin archivarlo.

El mensaje desapareció como si nunca hubiera existido. Sakana respiró hondo varias veces para intentar tranquilizarse. Era un hombre meticuloso al que no le gustaban las sorpresas, y aquello era demasiado turbador para su gusto. Paseó nervioso por su despacho, de un lado a otro, intentando pensar buscando una causa lo bastante lógica que explicase aquella situación. Pris Onate estaba muerta, eso era indudable, se había asegurado bien antes de abandonar su apartamento. Y aunque no fuera así, ¿cómo podría saber quién era él? No, el mensaje tenía que proceder de otra persona, alguien que había averiguado...

“Mensaje nuevo en la bandeja de entrada”.

La voz artificial de la terminal lo sobresaltó durante un instante. Después sonrió, pensando en lo estúpido que había sido. Cada día recibía cientos de mensajes de colegas.

—Muéstralo en pantalla.

“¿Por qué?

Fdo. Mario Yañez”.

—¡Maldita sea! ¡Bórralo! ¡Y no lo archives!

Se retorció las manos compulsivamente mientras el miedo empezaba a apoderarse de él. ¿Quién podía estar enviando estos mensajes? ¿Quién podía saber algo, lo suficiente como para relacionarlo con aquellas muertes? Y aún quedaba uno de los niños por destruir, antes que pudiese dar por terminado todo aquel asunto. Si llegaba a saberse que los niños del proyecto Genoma habían sobrevivido, sería su ruina, tanto personal como profesional, y eso no podía consentirlo. Tenía que tranquilizarse, pensar y averiguar quién se escondía detrás de los mensajes.

—Computadora, rastrea la procedencia de los dos últimos mails recibidos.

Encendió un cigarrillo y aspiró profundamente. Se sentó delante de la terminal y observó la pantalla, ahora oscura, mientras expulsaba el humo lentamente esperando una respuesta.

“Imposible determinar su procedencia”.

Dio un puñetazo encima de la mesa. ¿Cómo era posible que no hubiesen dejado rastro? Quien quiera que fuese, poseía altos conocimientos informáticos. Era la única explicación.

—Computadora, los dos últimos mensajes, ¿llegaron por la vía exterior, o por mi línea privada?

“Por la línea privada”.

Nadie sin clave de acceso a las líneas internas de la Ciudad Científica Miquel Servet podía haber hecho llegar un mensaje directamente a su línea privada. Las medidas de seguridad eran demasiado altas ya que, quien podía entrar, podía extraer información. Era prácticamente imposible que un foráneo lo lograra. Los hackers más ingeniosos lo habían intentado durante años, poniendo el sistema a prueba una y otra vez antes que se decidiera implantarlo en todas las CC y centros gubernamentales. Ninguno lo había conseguido, así que tenía dos opciones: o bien quien le enviaba los mensajes era alguien de dentro, o un genio. Seguiría las dos vías de investigación.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: May 18, 2014 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

HIJOS DE LA CIENCIAWhere stories live. Discover now