Cuando nada es normal

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obra registrada y protegida con Copyright© y SafeCreative© bajo código 1408141753899 todos los derechos reservados.

personajes, diálogos, nombre de autor.

no permito adaptaciones.

gracias por leer, agradezco sus comentarios.

The Lady Mars©





Desde muy pequeña tuve sensaciones. No sé cómo explicarlo. Esa forma extraña de saber las cosas por anticipado, cosa que asusta a los demás pero para mi que me ha sucedido siempre, se convirtió en algo cotidiano.
Aprendí, aprendí.
A callar, a no decirlo; a simplemente ignorar a los personajes que comenzaron a aparecer en mi campo visual desde que tenía alrededor de 3 años. Aprendí también que no todas las personas recuerdan tanto de su infancia, que la memoria para el resto es algo frágil, que no importaba lo que viera o escuchara... Las personas no querrían saberlo. De la peor manera aprendí que a nadie le interesaba saber si de sus hombros colgaba alguna especie de ser pequeño, que a sus espaldas caminaba una sombra altísima, que de pausa en pausa una niña, un anciano, una mujer con una tristeza tremenda en su rostro deambulan por su patio, su comedor o desaparecían en las habitaciones.
Aprendí que a muchas mujeres les perseguía una mujer sin ojos con una mano que atravesaba su espalda, que muchos hombres eran constantemente portadores de alguna forma extraña en sus cabezas que nada tenía que ver con su anatomía... Aprendí que lo que el ojo humano no puede ver provoca tal miedo y rechazo, que aún cuando les daña prefieren no saberlo, porque no lo conocen y la gente le teme a lo desconocido.
Aprendí, hasta que un día no mucho después de comprender que esto estaba conmigo mi padre lo notó. Su ayuda y soporte hicieron que todo fuese absolutamente normal, cuando no lo era. Su partida cerró muchísimas de esas facultades heredadas por él, como si su pérdida cortara una especie de lazo con esa realidad alterna, que se entre teje en el cotidiano de cada persona, pero que continuamos negando porque la ciencia señala que no existe suficiente evidencia, porque no se ha registrado, porque todos son trucos, nada es verdadero. Es más fácil decir que aquello que no tiene explicación es falso, falso, ya que los conocimientos humanos no han llegado a entenderlo.
La primera vez fue tan sencillo, fue tan puro, tan inocente he incomprendido por mi mente infantil... Y sólo por esa razón, creo, no me atemoriza. Descubrí cosas que nadie te puede enseñar, mi padre me instruyó en artes que otros jamás soñarán siquiera en conocer.
Alrededor de mis 3 años. La menor de 3 hermanos, la última hija que nacía de un hombre de 58 años. Cuando uno nace de un matrimonio donde hay 30 años de diferencia entre los cónyuges, no te parece extraño, no preguntas porqué, no te hace sentido cuando alguno pregunta si tu padre es tu abuelo. La historia de como se conocieron y como terminaron juntos tiene muchísimos colores y letras... Las que tal vez, más adelante; comparta con ustedes.
El piso de madera recién encerado elevaba su inconfundible aroma hasta mi pequeña nariz. Unos rulos desafiantes de mi corto cabello, se levantaban orgullosos por sobre el orden acostumbrado de este, mi almohada de puntitos azules me había acompañado toda la noche en mi cama nueva; y aunque mi madre quería continuar conmigo durmiendo a su lado, el frenesí inquieto de mi mal dormir la obligó a poner una cama pequeñita para mi junto a la suya.
Cera, cera y también pan tostado, leche caliente, una fría mañana de invierno. Escuché a mi padre cantando en el patio y me levanté. Subí las escaleras por sobre la pieza de mis hermanos, los que por su sueño profundo, noté, que no consideraban abrir los ojos por varias horas más. El agua de la ducha caliente, panties, pantalón de lana, camiseta, beatle, chaleco, zapatos de charol y una jardinera de cotelé rojo. Era difícil doblar las piernas así, pero la fría mañana de un Rancagua posterior a los días de lluvia era aún más difícil de sobrevivir sin toda esa ropa.
-mamá, donde está mi bebita? Yo la dejé acostada aquí en su cama- el sabor del desayuno caliente aún en mi boca me acompañaba.
-yo también la vi ahí hace un rato, de seguro la sacaste y se te olvidó.
Mi mamá, una mujer estricta, dura, fría. No había que preguntar dos veces, no dudaba en castigar, reprender y golear sin siquiera un aviso.
Busqué la muñeca durante la mañana, por la tarde mi hermano me culpó por la pérdida de sus "peneca" "lechita" y "zulin" junto al resto de sus bolitas dentro de la bolsa de terciopelo azul. Me interrogaron por unos minutos, yo no había tomado nada. La peineta del baño, las llaves del cajón de herramientas, una bufanda de lana de mi mamá. Así, las cosas comenzaron a desaparecer y reaparecer en diferentes lugares.
Mi Bebita apareció un día mientras jugaba con el perro. El Toki (por decirle un nombre, pero ese no era el nombre que él tenía, lo cambio, después comprenderán porqué) Era un perro muy tímido, que sólo jugaba conmigo, con mis hermanos se ponía "mañoso" y sin ladrar ya los había mordido. Cuando me acercaba, sólo ahí, el movía su pequeña colita crespa, de grande vine a saber que era un poodle. Sus rulos blancos y negros eran tan blancos y tan negros, como la diferencia de colores exacta en las manchas de una vaca. El Toki, me lo regalaron en una casa donde mi papá había ido a orar por un enfermo. Era tan bello, tierno, su cabecita siempre en busca de mi mano. Según todos era mañoso y malo, me encariñé con él y él conmigo, cuando nos íbamos el perro me seguía y yo lloraba al verlo correr tras al Chevrolet Impala. Hasta que un día, su dueña con mucho pesar me lo regaló. Ella lo quería muchísimo, pero al parecer el perro no soportaba la compañía de nadie, tampoco de otros perros.
Tenía una oreja blanca y otra negra, no ladraba, no lloraba, no jadeaba, sólo gruñia. Yo le daba su comida y su agua, por ser tan huraño vivía encerrado detrás de una reja, la que habríamos todas las noches para que el disfrutara el patio; pero al Toki no le gustaba el patio. Vivíamos en un estacionamiento en una calle céntrica , de noche estaba vacío, podría haber corrido y saltado. Pero no, el Toki no era un perro común, él no disfrutaba esos placeres de perro. Él olfateaba un poco por aquí y por allá, no le gustaba estar bajo el techo de zinc que se encontraba a los costados del terreno para proteger los vehículos que ahí estacionaban. Se quedaba siempre bajo el cielo abierto, cerca de su reja o echado debajo delante del auto de mi papá. Fue ahí, en el auto donde apareció mi muñeca, mientras jugaba con el Toki y un palito que le entregaba, él lo retenía con sus dientes y ambos tirabamos de este en sentidos opuestos; en una fría tarde en el tiempo aquél en que sólo existía la jornada laboral hasta el medio día del sábado y el domingo no se trabajaba. De pronto el Toki de la nada soltó el palito, agachó sus orejas, y miró fijamente en dirección al Chevrolet Impala.
Yo, que me había caído de traste, sin entender que sucedía le hablé como de costumbre:
-me botaste!!! Bruto!!- El perro me miró y luego volvió a fijar la vista en el auto con las orejas aún más agachadas.
-es el auto Toki, no pasa nada- nuevamente el animal me miró por media fracción de segundo, sus ojos regresaron a su anterior contemplación. Empezó a mirar de reojo al auto para luego, muy agachado y muy humillado con la cola entre sus piernas, ir muy rápido a echarse en la casita de madera que le había armado mi papá en su rincón enrejado.
Sentada en el suelo, me puse de pie al tiempo que decía:
-no pasa nada Toki.
Caminé los pocos pasos al auto... Serían unos 4 metros; abrí la pesada puerta trasera para mostrar a mi amigo que sólo era el auto,  al mirar sobre el asiento, estaba mi muñeca extraviada hace varios días.
Me sorprendió, porque recordaba que durante el día anterior junto a mi padre habíamos ido al supermercado "las Palmas" y no había llevado a mi "bebita" porque ella llevaba pérdida un tiempo. La tomé y la bajé del auto, el Toki no salió más de su casa, por lo que me fui a ver que hacer, tal vez ver tv.
Mi mamá peleaba con la lavadora, mis hermanos estaban acomodados viendo tele, mi padre había salido en bicicleta. No quise ver lo que transmitían; tomé mi muñeca y subí a la habitación de mis hermanos a jugar con los juguetes.
La habitación era amplia, tenía 2 camas de 1 plaza separadas por una frazada negra a modo de cortina. Distaban unos 5 metros entre ambas, el lado de mi hermano tenía una cómoda antigua, de esas con patas largas; un cajón de juguetes y unas sábanas que colgaban junto a la cómoda que se suponía era una carpa donde jugaba a ser soldado. El lado de mi hermana tenía un closet antiguo con un espejo de arriba a abajo, un velador donde estaba la lámpara. Al ser la mayor, ella administraba la iluminación de la habitación. Cuando mi hermano quería ir al baño, sacaba una linterna que colgaba de una esquina de su cama hasta llegar a la escalera donde estaba el interruptor que encendía la luz para bajar. La pieza no tenía puerta por lo que la escalera llegaba justo en medio de esta, la puerta estaba abajo, la que se abría desde la habitación de mis padres.
Abrí la puerta, trepé los peldaños cubiertos de alfombra. La luz entraba por las amplias, ventanas una en cada extremo de la habitación; el cielo nublado de aquel momento estaba claro, sin rastros de nubes de lluvia. Una vez en la habitación, escuché sonar las latas del portón: mi papá!!!-pensé. Para mirar si era él me encaramé en la alta cómoda de mi hermano subiendo de la cama a la ventana. Un tarro de leche guardaba los soldaditos, lo ocupé para sentarme a mirar. Se veía gente pasar por la calle, algún perro vago, las micros azules. Apoyé la cara en el vidrio, la chimenea calentando la casa, abracé más a mi muñeca y me dormí.
Un molesto sonido me despertó, algo que rodaba sin parar, espeso, duro, rápido por el piso de tablas. Sin hacer ningún sonido, giré mi cabeza para averiguar qué era. Miré al alto espejo del closet que reflejaba parcialmente este lado de la habitación; y, por entre las sábanas de la carpa de mi hermano salían rodando cada ciertos minutos las bolitas perdidas, rodando hasta llegar al otro extremo de la pieza. Pensé: Juan debe haber subido a jugar- me puse lentamente de pie para mirar hacia abajo de la cómoda y verle. Pero no era mi hermano, ni mi hermana, muchos menos papá o mamá.
Desde entre las sábanas de esa supuesta carpa asomaban unas manos enormes, grises, con dedos muy largos y delgados, que sacaban las bolitas de la bolsa pérdida de mi hermano y las hacían rodar. Sentí frío, no miedo, pero si una sensación helada como si la habitación hubiese perdido todo su calor en unos segundos. Se escuchó ruido abajo y abrirse la puerta, las manos entraron a la carpa. Me bajé lo más rápido que pude para ganarle a quien fuera que subía, miré entre las sábanas pero no había nada.
-que haces en mi carpa??!! - gruñó mi hermano mientras me tomaba de los pies y me tiraba fuera de ella.
-es que tus bolitas, las tenía y...
-mis bolitas!!!-me interrumpió en el momento que las vio todas regadas-yo sabía que fuiste tu cabrita intrusa.
Me dio un coscacho en la cabeza, tomé mi muñeca y bajé corriendo y llorando al tiempo que regresaba mi padre para tomarme en brazos mientras me preguntaba que había pasado.

(Se viene segunda parte de este relato)
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Espero sus comentarios, me leen pronto, besos.

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