Esa mujer

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Como ya les había comentado anteriormente, desde siempre he estado muy cercana a los encuentros que nos causan tanto miedo y afición. Extrañamente, estos difícilmente existían en aquellas personas que pedían visitas de mi padre pastor; pero si en momentos cuando personas x se encontraban mal y no pedían ayuda.
Corría el año 1985, yo con tres años (recuerdos nítidos y vagos, que posteriormente fueron relatados en exactitud por mi padre) me encontraba aburrida, otra vez, y, como siempre, mis padres pastores se encontraban visitando la casa de la hermana Inés. Ella era una ancianita de cuerpo redondo y cortito, cuyas piernas rechonchas solía vestir con panties de liga, y como no usaba porta liga, estas se enrollaban de forma asesina detrás de sus abultadas rodillas. Era una viejita de esas apretadas, egoístas, que comía dulces callada y escondida para evitar dar uno siquiera a mi o mis hermanos de 9 y 6 años. Pero a pesar de su mano turca, era muy divertida.
Como de costumbre, estaba enferma. Hace años le habían puesto un marca pasos (operación en la que estuvo inconciente, pero que nos relató paso a paso una tarde mientras se suponía cenariamos) El pequeño datsun bluebird de 1960 se convertía en horno al sol de las 4 de la tarde en el pasaje 6 de la población "verbo divino" en el sur poniente de Rancagua. Era el auto o estar sentada, inmóvil y muda; escuchando por millonésima vez sobre el dolor de pecho o de algún malestar nuevo que le había surgido a la veterana, o a su hija, o a la nieta, quien, padecía una supuesta esquizofrenia delirante, la que en terribles episodios se escapaba tras voces. Voces que se suponía eran por este mismo trastorno, voces que sólo ella y yo escuchábamos.... Pero eso es tela para otra historia....
Esta vez la visita, que por norma transformaba 4 horas en una eternidad, no fue tan eterna. La veterana, no conforme con las continuas visitas que mis padres le realizaban, había pedido que visitaran a una "disque" amiga de infancia, a quien no había visto por décadas y se había encontrado con ella en el hospital durante su último control; amiga que estaba postrada.
A eso de las 6 de la tarde salieron mis padres y se encaramaron en el pequeño vehículo; cortando rumbo a la carretera y no a casa. Yo, que me había imaginado ya sentada y jugando en mi casa puse cara de malos amigos. Mis hermanos, acostumbrados, se habían quedado dormidos. Mi papá me lanzó una mirada dulzona por el retrovisor: vamos a la "Dintrans"!!! Me dijo todo emocionado, pensé- como se supone que eso me emocione?-lo miré con cara de pregunta.
Vamos a la casa de la señora Guillermina, le dicen mina, tu le puedes decir hermana mina, te va a gustar, es una señora solita-concluyó, ni idea que se suponía yo debía decir, así que me resigné y me acomodé entre mis hermanos en el estrecho asiento trasero del pequeño auto, el que cruzaba sin problemas el pavimento que hervía, y en su velocidad dejaba entrar aire caliente de una aún más caliente tarde de verano. El viento jugaba con los rulos que se habían escapado del apretado moño de mi hermana y el sol se veía blanco y gigante.
Llegamos a la población y comenzamos el "compra huevos" acostumbrado. Y es que la vida sin un smartphone era demasiado lejana a nuestra realidad. Se llegaba siguiendo un intrincado recordatorio de : "3 cuadras a la izquierda, 2 a la derecha, a la tercera cuadra van a ver un gomero gigante, después un paradero pero sin techo, después hay un sifón y una vulca, si ven el paradero con techo es porque se pasaron, pero pregunten en cualquier negocio por la señora mina de la viña y le van a decir donde es".
Después del segundo negocio le dieron la dirección exacta, es más, la doña de este mandó a un "cabrito" (niño de unos 10 años) que nos fuera a dejar. Fue fácil llegar, porque efectivamente todos conocían a la tal mina de la viña, o habían oído hablar de ella.
Después de varios pasajes, todos de tierra, de casas de tabla y nylon, llegamos a una extensa pared de adobe, de varios kilómetros de largo, que separaba una viña inmensa de la población donde nos encontrábamos. La casa de la señora mina, era harto más monona que las que le rodeaban; igual de madera, pero pintada, con ventanas, rejita de fierro; y como la mayoría de sus vecinos, colgada al tendido eléctrico.Pero en su estructura relataba de un tiempo mejor, de pintura fresca, de canaletas limpias y brillo en sus vidrios.
Como de costumbre nos dejaron en el datsun, se bajaron y partieron. Estaba dispuesta a pasar largo rato cociendome en el interior del autito, pero no habían pasado siquiera 30 minutos, cuando por la puerta sale mi mamá en busca nuestra, que la hermana mina nos quería conocer. Entramos y un olor fuerte, ácido, quemante, potente, llenó con fuerza mi nariz. Me llevé las manos a la cara intentando dejar de sentirlo pero era demasiado intenso. Y, que para mí desgracia, iba en aumento a medida que pasábamos por lo que era algo así como un living comedor en dirección a la única habitación de la casa. Detrás de una cortina estaba mi papá de pie esperando por nosotros, frente a él, en una cama de 2 plazas hundida como nido, había una anciana. Sus ojos y su rostro eran aún bellos, recuerdo de una juventud llena de gloria. Su cuerpo delgado,diminuto no alarmaba de ninguna manera posible. Más aún así, el olor que expedía me asqueaba. Mis hermanos la saludaron sin problema, yo me negué con todas mis fuerzas a darle un beso; entre dientes dejé salir: está hedionda. Un pellizcon en la espalda me hizo guardar silencio. La sola mirada de mi madre me amenazó de no decir una palabra más.
Estaban todos tan bien, reían, felices y cómodos; sólo yo me sentía atormentada por ese olor. En una hora, la que pareció del largo de un milenio, nos fuimos. Cuando llegamos a casa mi papá, mi lindo papá me tomó en brazos y me alejó de mi madre. Me llevó al negocio de don Manuel y me compró un "cototo" de vuelta mientras comía mi golosina me interrogó sobre el porqué no quería estar donde la hermana mina: porque está hedionda. Respondí con naturalidad.-yo no encontré olor a nada mi "pildorita", ella es una señora que no se puede levantar, pero su casa estaba limpia y no tenía ningún olor.
Las visitas donde la hermana mina se empezaron a hacer frecuentes, para luego ir aumentando de un día a la semana a prácticamente todos los días.-la hermana nos necesita-decía mi mamá, quien, para mí desgracia, había entablado una amistad con la señora en cuestión.
Honestamente cada vez la encontraba más y más pestilente, el olor se hacía aún más fuerte con mi mamá cerca de ella. Paradójicamente, desde que comenzaron las visitas, esta señora empezó a mejorar y mi mamá a enfermar. Empezó con un dolor de cabeza, un malestar en la espalda baja y luego sus periodos se llenaban de hemorragias que alargaban de 7 a 15 o 20 la menstruación. Nunca antes había visto rastro del periodo de mi mamá; ahora estaba en la cama, en grandes cantidades que la dejaban en cama por varios días.
La señora mina estaba en pie, había dejado de estar postrada, mis hermanos habían empezado el colegio, yo no podía quedar sola, mi mamá muy enferma, mi papá con sus obligaciones como pastor... No quedaba mucha alternativa, así que yo partía en sus visitas donde la señora mina. Ella le contaba de todos los países que había conocido en su juventud, de los lugares que visitó y toda toda la cultura presente en ellos. Una mañana, mi papá me dejó unos minutos para ir a comprar pan, ese domingo prefirió ir temprano a visitar para no estar hasta tarde fuera y tener un tiempo junto a mi mamá, llevar  pan a casa y dejarle a la señora. Yo, en mis investigaciones de niña, me paré del sillón y di vueltas por la casa. La señora mina había salido al patio a "atender unos asuntos" como me dijo. El living comedor no tenía mucha gracia, un mueble con unos vasos, un revistero y unas fotos añejas. Tras la cortina estaba el dormitorio. Una mesa con dos sillas, una biblioteca a los pies y junto a la cama un mueble largo que llegaba desde esta a la muralla. Sobre él habían una lámpara, una palmatoria y su vela, fósforos, unos pañuelos de género con la letra L bordada y un trozo pequeño de lana roja que salía desde la puerta , bajo la superficie, que, se encontraba entre abierta. Con mis dedos abrí la puertita, seguí el rastro de lana roja. Frasquitos, papeles enrollados, una pestilencia que atravesaba mi cuerpo, y, en una esquina, una cajita, del porte de una mano de hombre, alargada, con un pequeño pestillo que brillaba. La saqué, su forma de ataúd a mis infantiles ojos no asombró ni atemorizó en lo más mínimo. Intenté suavemente, luego con fuerza. El pestillo cedió cuando tenía mal tomada la cajita y envío el contenido directo al piso. Fotos, muchas, con alfileres, lanas, pastos, tierra.... Entre ellas reconocí el rostro de mi madre. Tomé su imagen y la puse en el bolsillo de mi jardinera. Estaba sacudiendo mis manos cuando la señora mina grita tras de mi: chiquilla de mierda!!!!
Me levantó y golpeó mis manos, mi padre que entraba por la puerta preguntó por mi. Ni una palabra, susurro la mujer en mi oído, mientras con un pie tiraba la cajita y su contenido bajo la cama. Fui corriendo donde mi papá, me tomó en brazos y dejó una bolsa de pan sobre la mesa. Pastor!!! Chillón doña mina- tengo listo el pancito que tanto le gusta a la pastora!!! Llévele uno!!!
Mi papá se devolvió mientras la mujer envolvía en unos paños muy blancos el encargo.-le puse otro más, para la niña-dijo la mujer en un intento de caricia por mi rostro.
Nos fuimos, al llegar a casa, mi mamá esperaba el pan que todos los días sin falta le enviaba doña mina; con tanto "cariño" desde antes de que mi mamá enfermara. Al abrir el pequeño bulto, con sorpresa y alegría vió que esta vez eran dos.-puso uno para la niña- dijo mi papá señalandome. Fue mi papá a darle desayuno a mis hermanos y traer un te a mi mamá. Yo me senté junto a ella en la cama mientras partía su pan y me daba el mío.-come- dijo sonriente, su rostro lánguido y demacrado intentaron animarme.
No quiero- respondí.
Te lo hicieron con cariño, mira aún está caliente- añadió.
Contrario a mi pensar, el pan no olía mal, no se veía mal, es más, olía exquisito. Tomé mi hallullita amasada entre mis dedos cortitos, llena de alegría de compartir con mi mami ese momento del día en que estaba más animada y menos enferma que en todo el resto. Partí mi pan, un trozo generoso, que expedía vapor y olor a horneado. Cuando estuvo en mi boca, entrando en contacto con mi saliva, el sabor al principio sabroso se convirtió en vomitivo; quemando mis mejillas y haciendo que la respuesta natural del cuerpo ante semejante textura me hiciera devolver el trozo junto con algo de leche bebida por la mañana.
Mi mamá, cuyo reflejo se activó ya que al ver vomitar vomita, con ternura me dio un coscorrón en la cabeza y entre vómitos me mandó a vomitar a otra parte. Llegué donde mi papá, quien me tomó en brazos al ver mis ojos llorosos y el pan a medio comer en mi manos.-vomite su cama Papito, mi mamá me pegó- tomó el pan y lo envolvió en los mismos trapitos blancos que traía, abrió un mueble de cocina y lo dejó dentro "para otro día, porque yo estás enfermita". No vomite más, ni un poquito, ni asco ni nada. Ese domingo almorzamos empanadas que compró mi papi en el restaurante de la esquina, el olor a pino hizo sentir mal a mi mamá y no probó ni un bocado. No fue capaz de levantarse, a duras penas vistió a mis hermanos para ir a la iglesia, no se animó a cambiar mi ropa después de planchar una camisa y pantalones a mi papá. Cuando ya nos íbamos, mi mamá gritó desde dentro- esperen, por favor esperen!!!- Envuelta en varias toallas y frazadas estaba a la puerta de la casa, mi papá se detuvo y fue por ella.
-no puedo no ir, es domingo, Dios me ayudará a sostenerme- blanca como la nieve subió al autito, abrigada como para cruzar el Ártico en una tarde de verano con 34 grados a la sombra. Partimos rumbo a la pequeña iglesia que habían construido a unas casas de doña mina, en la casa de la hermana flor, quien no podía ver a la señora mina, y a consecuencia de esto, había que visitar a una y hacer reuniones en la casa de la otra.
Habían logrado instalar a mi mamá en el pequeño lugarcito que servía como iglesia, yo estaba dormida en el auto y mi padre fue por mi. Cuando me abraza, lanza un quejido de dolor: me pinchaste fuerte!!!- sacó su mano del pecho y debajo de este se le hizo un pequeño círculo de sangre- que tienes ahí??- Dijo señalando el bolsillo de mi jardinera-es mi mamá- tu mamá?-preguntó confuso.
-si, es mi mamá-respondí susurrando- estaba en una caja que estaba escondida donde la hermana mina, yo la vi, se me calló, ella me pilló, golpeó mis manos y dijo palabras feas.... Yo no quiero ir más donde ella, le habla al pan cuando lo hace, tiene fotos amarradas de gente, había un pajarito con los ojitos pinchazos,  huele muy muy feo y es mentira que quiere a mi mami...
Mi papá abrió el bolsillo canguro de mi jardinera y ahí estaba la foto de mi mamá.... Atravesada por alfileres, con tierra encima y unas plumas. Sus ojos estaban como locos mirando a la foto, mis manos, a mi.- El olor Isabel!!! Por eso sentías ese olor!!!
Se puso de pie de un brinco y fue por su Biblia, me abrazó, lloró y con mucha fe y seguridad sacó los alfileres, las lanas, los pastos y la pluma que la fotografía de mi madre tenía... Nos llamaron de adentro, que mi mamá se sentía muy mal. Mi papá iba conmigo en brazos cuando ese domingo por la tarde la tierra comenzó a moverse como nunca lo había hecho. La larga pared de ladrillo bailaba como culebra en sus extensos kilómetros de largo. Se escucharon gritos, chispazos y cuetazos eléctricos. Mi padre se aferró a nosotros 4 y no nos soltó hasta que pasó la polvareda.
Casas en el suelo, gente gritando, personas atrapadas. Un incendio comenzó entre la casa de la señora mina y la de al lado, no se pudo determinar cuál. Intentaron los vecinos, mi padre y varones de la iglesia abrir, pero tanto la puerta delantera como la trasera estaba imposiblemente selladas. Las protecciones de las ventanas no permitirán ingresar por ellas. Cuando llegó bomberos lograron abrir un costado de la casa, la habitación, donde la mujer esta, estaba acostada en su cama, su cuerpo quemado, sus pantorrillas y pies intactos.
Estuvimos hasta muy tarde intentando prestar ayuda, regresamos a casa practicante de madrugada. Me levanté porque escuché a mi hermano que tenía hambre, yo también. Recordé el pan que no me gustó, pero podía ser que a mi hermano si. Fui por mi papá, quien lo sacó del mueble de cocina, lo puso sobre la mesa y lo sacó de entre sus paños... Estaba agusanado.... Gusanos gordos y rojos atravesaban el pan por entre su masa. Mi papá lo envolvió en mucho mucho papel, le puso bencina y le acercó fuego.
Después del terremoto mi madre nunca más enfermó de esa manera. Se nos acercaron personas del municipio para saber si nos haríamos cargo de los restos de doña Guillermina y los bienes que tenía. Mi papá sólo solicitó los servicios fúnebres y un lugar donde sepultar lo que quedó de ella. La mujer contaba con 3 propiedades y dinero en el banco, los que ella al no tener herederos de ningún tipo, el estado asumió como propios.... Con el tiempo algunas cosas quedaron claras.... Era la mina de la viña en sentido textual, fue la amante del dueño de aquella viña gigantesca y vivió a todo lujo en la casa patronal, pero fueron pasando los años y el patrón le fue perdiendo interés queriendo regresar con su esposa; algo hizo ahí, porque el patrón murió y la oficial nunca quiso volver a esa casa..... Era conocida por ser de las que hechan las cartas y hacen trabajos de parejas..... Con los años supimos que había tenido 2 hijos que habían fallecido de anemia a los 24 y 26 respectivamente.
Desde ese día mi papá empezó a poner muchísima atención a lo que yo decía de las personas... De lo que veía y sentía, caso que no fue el primero, ni el más grave...

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