Dedos torcidos (cuando nada es normal II)

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Sobando los coscorrones dados por mi hermano, mi papá no le dio importancia a esa supuesta "pelea" ; él siempre prefería no meterse cuando teníamos un conflicto entre hermanos, señalaba que si tomaba parte no sería justo, porque aunque se le explicara la posición de cada uno y alguno estuviese evidentemente equivocado, él no tendría facultad de juzgar y lo dejaba a nuestra decisión. De esa forma nunca metíamos a nuestros padres en nuestras riñas, y, aunque el método parecía un verdadero caos, logró lo que mi padre perseguía: que con argumentos válidos fuésemos capaces de defender nuestra posición, y, que descubriendo el error, nos perdonaramos y amistaramos como buenos hermanos. Ese mismo método, 26 años más tarde fue tan eficaz, que uno de nosotros decidió poner fin a su matrimonio, confiando en la palabra de uno de sus hermanos.
Olvidado el incidente con mi hermano, me puse a jugar en el living, por costumbre con la luz apagada, nunca nadie nos enseñó a tener miedo. Eran cerca de las 8 y yo seguía en mi juego a obscuras. Mi muñeca estaba en peligro ya que volaba pero había olvidado como hacerlo y en eso de tirar la muñeca y no tirarla, me asomé unos segundos detrás del sillón. La imagen fue clara, era un anciano, uno muy viejo, con ojos muy abiertos y tenía unas manos muy grandes con dedos torcidos y delgados en ellas.
Me paré de un brinco y me di la vuelta bajando del sillón, pero ya no estaba, sólo sus dedos asomaban por debajo del sillón. Mi mamá me llamó y dejando olvidado al anciano me fui con ella.
Las noches comenzaron a estar llenas de ruido, hace un tiempo, un pololo de la empleada de la casa de junto se subía por los techos que servían para proteger los vehículos del sol y la lluvia en el estacionamiento y llegaba a la ventana de la empleada que daba a menos de un metro de estos. Pero esto era diferente, los pasos del hombre enamorado eran suaves, evitando provocar ruido. Ahora era como si alguien corriera sobre la techumbre.
Varias noches mi papá se levantó a mirar, encendió las luces del patio, el foco que alumbraba desde lo más alto de la casa por fuera de la pieza de mis hermanos hacia las planchas de zinc y con la linterna "busca caminos " la que pesaba alrededor de 5 kilos y que había sido un regalo de Mr. Keiph, uno de los jefes gringos de la Braden Cooper. Buscaba por largo rato la fuente del ruido, pero cuando se encendían las luces este cesaba durante toda la noche.
El "toki" no daba señales de vida, prácticamente enclaustrado en su casita, desde que los ruidos comenzaron sólo asomaba la cabeza para comer, tomar agua y salía por unos segundos para hacer en la entrada de su guarida. A nadie le preocupó mucho mi perro, habían cosas más grandes en las que centrarse.
Pasaron dos semanas de ruidos nocturnos, pero fueron empeorando. Al principio bastaba con que mi papá saliera y ya no había más ruido en toda la noche; luego, una vez se apagaban las luces, por lo que comenzaron a dejarlas encendidas, más adelante, aún con estas el ruido seguía, pero se detenía al salir mi padre. Una noche, al salir mi papá el ruido no se detuvo, era peor, se escuchaban varios pasos, como si fueran un grupo de gente corriendo sobre las latas, mi papá comenzó a llamar a mi mamá, quien estaba dormida, al escuchar el llamado.... Salí. La entrada de la casa quedaba junto al lugar del "toki", caminé hasta donde estaba mi papá en el momento en que una lata de zinc se doblaba bajo el peso. Mi papá no podía verlos, eran 4. Más altos que un hombre, la piel se veía como rosasea, con marcas de rojo en algunos lugares... Una mezcla. En sus manos tenían dedos cortos, como manos de niño, piernas largas que se doblaban como las de un perro, saltaban desde un extremo del techo al otro. Sus rostros no tenían ojos ni nariz, sólo una boca, amplia y llena de dientes.
Mi padre al ver la lata doblarse, miró junto a él y me vio, me tomó en sus brazos dejado caer la pesada linterna, corrió hacia la puerta, pero ellos llegaron primero y entraron. Noooo!!! -grité- los dejaste entrar!!!- Concluí llorando.
Mi papá no entendía, no entendía nada.
Mi mamá dormida en la cama no escuchó cuando me levanté para ir tras de mi padre, no escuchó los gritos, no escuchó las latas....y sintió como mi papá se sentaba en la cama para luego acostarse junto a ella. Aún entre dormida y despierta se acercó a él para abrazarle.
-vienes muy helado mijo, paró todo ya??
-si....-le respondió una voz.
Esa voz que despertó a la parte de ella que aún estaba dormida. Sintió lo que abrazaba, algo muy frío, grande, liso. Que con el aliento le enfriaba la mano que tenía sobre ese pecho.
No abrió los ojos, sólo gritó.
Mi padre venía entrando a la pieza conmigo en brazos, vimos el bulto en la cama desvanecerse al grito de mi madre. Lo vi pasar junto a nosotros, su frío incluso lo sintió mi padre, subió las escaleras en dirección a la pieza de mis hermanos.
-mija!!!- Me dejó sobre la cama para abrazar a mi mamá.
-estaba algo aquí!!! Acostado aquí!!! En tu lado!!! Yo lo abracé!!! Toca!!! Está muy frío!!!- Entre llanto y desesperación mi mamá no sabía que sucedía.
-isabel.....-miré a mi papá-quédate con tu mamá, yo voy a ver afuera.
-papá...-hablé muy bajito- no está afuera... Subió a la pieza de los chiquillos...-mis palabras fueron interrumpidas por el ruido de una o dos bolitas de cristal rodando por el entablado en la pieza de arriba.
Mi papá subió corriendo, mi mamá también conmigo colgando. Llorando, orando, juntaron las camas y dormimos lo poco que quedaba de noche.
El día se hizo corto, mi papá revisó los techos, enderezó latas a martillazos y buscó que el pastor de nuestra Iglesia nos visitara. No se podía, el pastor estaba en el sur, la noche ya venía y el temor de mi padre con ella. Recién el día martes regresaba el pastor desde Curicó, era sábado, y, aunque sólo eran 3 noches más, la idea de tener que enfrentar las destrozaba la leve tranquilidad que existía en ese ambiente.
Yo no tenía miedo, mis hermanos menos, ellos no sentían nada de ruido y dormían como lirones. Pero si dormía muy poco al escuchar a mi padre levantarse por las noches, y ahí si existían los ruidos y los seres, pero dormida era como si nunca hubiesen aparecido.
Continuaron perdiéndose las cosas, mi mamá se encontraba al borde de la locura, no lograba olvidar el frío de aquello a lo que abrazó, esa voz gruesa, profunda también gélida. Intentaba encontrar una manta de Castilla verde que tenía mi papá, muy gruesa y abrigada, los inviernos recios de Rancagua no tienen compasión de nadie.
Esa noche mi papá prefirió quedarse en el living, con la linterna «busca caminos», la manta, una coipa y 2 thermos de café con media tortilla de rescoldo. El ruido en los techos fue más fuerte que nunca, tanto que me despertó. Tiritando, abracé a mi mami que estaba despierta y llorando. Algo comenzó a empujar la puerta de entrada de la casa desde afuera, tanta era la fuerza impresa q esta crujia. Mi papá, desesperado empezó a hablar en voz alta- quien eres? Que quieres? Eres alguien a quien mataron? Estas enterrado aquí? Dame una señal para darte cristiana sepultura.
Mi mamá tenía una antigua vitrina, de esas que ya no se ven, con vidrio en las 3 caras frontales y un espejo de fondo, esta tenía 4 repisas, las que mi mamá tenía llenas de pequeñas figuritas de loza y porcelana. La vitrina se sacudió y empezaron a salir como disparados contra la pared los rostros blanquecinos de la colección de mi mamá. Mi papá se armó de valor y alzó sus manos gritando: En el nombre de Jesús, calla!!!
El ruido se detuvo, también el crujir de la puerta y el bombardeo de figuras de porcelana.
Cerca de las 9 de la mañana tocaron al portón, era el pastor, le quedaban días en Curicó, pero preocupado porque se había enterado que algo pasaba en nuestra casa, regresó la noche del sábado.
El pastor pidió revisar todo, casa, muebles, habitaciones, hijos, mascotas....y el «toky» llamó su atención.
-cuál es el nombre del perro?- Preguntó.
-«toky» .
- Cambienle el nombre al perro....
-si pastor, así lo haremos.
Cerca de la hora de almuerzo se fue el pastor, le era imposible quedarse a almorzar pues lo esperaban en casa.
Nuestro almuerzo fue muy tranquilo, todos cansados. Al perro lo nombramos "Black", incluso él cambió. Ya no se mostraba lejano, gruñón o ajeno. Jugaba con mis hermanos, incluso podía andar libre y bajo el cielo descubierto. No comprendí mucho de lo que sucedió... A esa edad todo perece tan común e impresionante a la vez... El recuerdo de esos dedos torcidos aún me acompaña, como un vivido testimonio que se niega a considerar irreal los eventos acontecidos.

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⏰ Última actualización: Nov 21, 2018 ⏰

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